Para tener autoridad de la buena

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En su libro How to Raise Kind Kids, Thomas Lickona hace un retrato de los padres con una autoridad clara, que combina razonamientos con cariño.

1. Tienen claros algunos principios de actuación de acuerdo con los valores de la familia. Los hijos se beneficiarán de esta claridad y conocerán las cuestiones por las que nos preocupamos de verdad. Por ejemplo, no permitir ver programas de televisión, películas o videojuegos que contengan contenido sexual, violencia explícita o lenguaje soez –en este último caso entrarían las canciones con letras denigrantes–; asistir a fiestas en las que se bebe alcohol o trasnochar. Si esas normas están claras y razonadas desde el principio, los hijos entienden que no son arbitrarias, sino que están basadas en el amor y que conciernen a su bienestar y al bien y la felicidad de toda la familia.

2. No permiten ninguna contestación irrespetuosa, ni en el tono ni en el contenido. Cuando un hijo cruza esa línea conviene corregirle rápidamente, con serenidad, pero de un modo firme. También cuando ocurre entre ellos. Por supuesto, los padres deben dar ejemplo de la conducta que exigen a sus hijos. Cuando se trata con respeto a los hijos, pero no se logra el respeto por su parte, se pierde cierta autoridad y los padres dejan de ser referencia como consejeros en edades como la adolescencia.

Si las normas están claras y razonadas desde el principio, los hijos entienden que no son arbitrarias

3. Se toman en serio las cosas pequeñas de los hijos. Un comentario despectivo entre hermanos, una pequeña mentira, un encargo incumplido. Todos estos detalles son una oportunidad de trasladar a los hijos que tenemos unas expectativas muy altas puestas en el respeto. Con el paso del tiempo, el compromiso con las cosas pequeñas tendrá un efecto acumulativo en la conciencia de los hijos. Si dejamos pasar las cosas pequeñas, no tendrán después la capacidad de afrontar problemas más grandes. Si no corregimos claramente a un hijo de seis años, difícilmente evitaremos que dé portazos a los 16.

4. Enseñan disciplina de un modo en que los hijos asuman la responsabilidad de sus actos. Una manera de hacerlo es dejar que ellos mismos juzguen sus actos preguntándoles cuáles creen que son las consecuencias de lo que han hecho. Del mismo modo, se les puede pedir que piensen, si es preciso, el modo de compensar una mala acción. Si no se les ocurre cómo hacerlo, se les puede proponer distintas opciones para que elijan.

5. Supervisan con delicadeza. El informe sobre tendencias juveniles, Building a Better Teenager, describía a los padres que supervisan bien como aquellos que saben dónde están sus hijos, con quién van y qué están haciendo, incluida su presencia en las redes sociales. En palabras de la pediatra Meg Meeker, autora de Padres fuertes, hijas felices y Los 10 hábitos de las madres felices: “En el entorno actual, los padres delicados observan a sus hijos como lo hace un halcón”. Los estudios demuestran que los padres “halcón” tienen adolescentes con las menores ratios de actividad sexual y de consumo de drogas y alcohol. 

Ver también: Cómo educar hijos amables

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