Palestinos sin tierra ni ciudadanía

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Con motivo de los 50 años del Estado de Israel, Edward W. Said, escritor palestino y profesor de literatura comparada en la Universidad de Columbia, escribe en Le Monde (27-V-98) para denunciar la situación injusta en que siguen viviendo los palestinos.

(…) Pongamos por caso la tierra y la ciudadanía. Unos 750.000 palestinos fueron expulsados en 1948. En la actualidad hay cuatro millones de exiliados. Otros 120.000 (hoy un millón) se quedaron y se han convertido en israelíes. Constituyen una minoría del 18% de la población, ciudadanos de pleno derecho… que sólo lo son de nombre. En fin, dos millones y medio de palestinos viven en Cisjordania y en la franja de Gaza sin ninguna soberanía sobre sus tierras.

Israel es el único Estado del mundo que no está formado por sus verdaderos ciudadanos. Es el Estado de todo el pueblo judío, que posee en consecuencia derechos que los no judíos no tienen. A falta de Constitución, Israel se rige por las Leyes fundamentales. De ellas, la Ley de Retorno permite a todo judío, venga de donde venga, emigrar a Israel y convertirse en ciudadano del país, mientras que se niega ese derecho a los palestinos nacidos en Israel. Se considera tierra judía el 93% de Israel, lo que significa que un no judío no la puede alquilar, vender o comprar. Antes de 1948 la comunidad judía de Palestina poseía apenas el 6% del territorio.

Ha sido noticia el caso reciente de un israelí palestino, Adel Kaadan, al que se negó la adquisición de un terreno por no ser judío. La cuestión ha llegado hasta el Tribunal Supremo, que se supone tendrá que resolverla, a pesar de que preferiría no hacerlo. «En tanto que judío de Israel -ha declarado el abogado de Kaadan- pienso que, si en alguna parte del mundo se prohibiera a un judío, por ser judío, adquirir una tierra que es propiedad pública estatal, habría en Israel un clamor de indignación».

Esta quiebra de la democracia israelí, poco conocida y raramente recordada, se explica por el hecho de que, como he dicho antes, la tierra de Israel pertenecía antes a los palestinos expulsados en 1948; sus tierras pasaron enseguida a manos judías por la ley sobre la propiedad de los ausentes, la ley sobre la propiedad del Estado y la ordenanza relativa a la tierra (las adquisiciones de bienes raíces para fines públicos). Hoy sólo los ciudadanos judíos tienen acceso a esas tierras. (…)

Hay un texto revelador de esta lamentable historia. Raramente se hace alusión a él, si no es para atenuarlo o explicarlo por la cómoda idea (inspirada en el apartheid sudafricano) de que «ellos» tienen su propio sistema. Se trata del informe de marzo de 1948 «Violaciones legales de los derechos de la minoría árabe en Israel», publicado por Adalah («justicia», en árabe), una organización judeo-árabe establecida en Israel. Fijémonos en los pasajes consagrados a «la actitud discriminatoria de los tribunales israelíes», que los amigos de Israel alaban regularmente por su imparcialidad y equidad. De hecho, el informe indica que los tribunales, que han realizado juicios justos y progresistas sobre los derechos de las mujeres y los homosexuales, de los minusválidos, etc., «desde 1948 han rechazado todos los asuntos relativos a la igualdad de los ciudadanos árabes, sin pronunciarse jamás sobre la protección jurídica de esta comunidad». (…)

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