Nuevo rumbo del sistema educativo, tras las elecciones en Francia

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Del combate ideológico a la batalla democrática por la calidad
Tras el triunfo de la coalición de centro-derecha en las elecciones legislativas francesas, una de las piedras de toque del cambio será la política educativa. No en vano la oposición ha hecho de la reforma de la enseñanza la segunda prioridad de su programa de gobierno, después de la lucha contra el paro. Descentralización, autonomía, libre elección de escuela, búsqueda de la calidad, son los criterios del nuevo rumbo que desea emprenderse.

La novedad de las últimas elecciones francesas ha consistido en la participación inmediata de los grandes líderes del centro-derecha en el debate educativo: no lo han dejado para intelectuales más o menos conocidos o para los clásicos lobbies y grupos de interés; llevaban el peso el jefe de filas del gaullismo, Chirac (RPR), o el liberal centrista Giscard (UDF), o Balladur (RPR) -¿el próximo jefe de gobierno?- o Charles Millon (UDF), presidente de la región Rhône-Alpes, que viene propugnando una descentralización sin precedente.

Combates del pasado

Durante muchos años, parecía que cultura y educación -que afectan sobre todo a los espíritus- eran feudo de las izquierdas, y de nombres míticos del tipo Jules Ferry o Giner de los Ríos. Desde su peculiar visión antropológica, la izquierda burguesa o proletaria solía vincular las transformaciones sociales, más o menos revolucionarias, a la construcción de otros modelos de convivencia o a la configuración de un hombre nuevo. Lo demás, hasta fecha bien reciente, era tachado de reacción o, como mucho, de tecnocracia, cuando no de corporativismo gremial o sindicalismo amarillo.

Todavía se arrastraban los viejos tópicos de las pugnas de la Modernidad contra la Tradición, de la Razón contra la Fe, de los excluidos contra los privilegiados. La política educativa era protagonizada lógicamente más por los partidos de izquierda (animadores de los cambios), mientras que la derecha quedaba a la defensiva.

De este modo, y no es paradoja, salió perdiendo la libertad y la capacidad de convivencia. Quizá esto explica que uno de los actuales debates en Francia verse precisamente sobre la quiebra de la educación cívica. Además, no se ha acertado a encauzar factores novísimos, y nada sencillos, derivados del creciente peso de la emigración y de la necesidad de integrar en el sistema educativo a jóvenes generaciones que provienen de otras culturas básicas.

Sin complejos

Es cierto que el Estado del bienestar ha asegurado en la práctica buenos niveles de escolarización y de acceso a los diversos grados de la enseñanza. En Occidente se han puesto bases muy sólidas contra las discriminaciones educativas derivadas de condicionamientos económicos o sociales. Pero lo urgente ahora son otros problemas: ante todo, elevar la calidad de la enseñanza y conseguir que cada alumno saque el mayor provecho que pueda de la oferta educativa.

Escribo estas reflexiones después de leer unas páginas del suplemento educativo del diario Le Monde, el 11 de marzo de 1993. El titular no puede ser más significativo: «La derecha sin complejos. La oposición ha hecho de la formación y de la reforma de la enseñanza la segunda prioridad de su programa de gobierno. No sin riesgos». Lógicamente, lo primero de todo es la lucha contra el paro, en un momento en que la opinión pública francesa está sobrecogida por haber llegado a los tres millones de desempleados.

Ante el rotundo triunfo del centro-derecha en esa consulta popular, parece interesar repasar ahora cuáles son las propuestas de carácter general más significativas, incluidas en ese programa de gobierno de «Union pour la France» (UPF), a modo de común denominador del RPR de Chirac y la UDF de Giscard.

Libertad de elegir

El programa de UPF no renuncia a una mayor igualdad de oportunidades, pero marca el acento, desde el primer momento, en una enseñanza más eficaz: «Los franceses quieren -afirman enfáticamente- que mejore la calidad de la enseñanza. En efecto, el éxito escolar representa el mejor pasaporte para llegar a un empleo estable. Todos los alumnos no son iguales. No tienen todos las mismas disposiciones ni las mismas aptitudes. Al negarlo, se desmoraliza a los más flojos y se penaliza a los mejores; en cambio, al admitirlo, se ofrece a cada uno más posibilidades de éxito». Como afirma François Bayrou, UDF, 41 años, casado, con seis hijos, agregado en Clásicas, ministrable según L’Express para Educación Nacional, «el fracaso escolar bloquea hoy toda promoción social».

La conocida y agobiante uniformidad del sistema francés va unida también a una excesiva centralización. Se comprende que UPF se proponga dar más libertad y autonomía a los centros escolares, conseguir un mayor protagonismo de las regiones (especialmente en la enseñanza profesional y técnica) y, ante todo, asegurar la libre elección de los padres, también en el marco de la escuela estatal. Con este fin, se prevé la supresión progresiva de la sectorización escolar, que obliga hoy a las familias a enviar a sus hijos a una determinada escuela pública en función de su domicilio.

Para que la elección se hiciera con conocimiento de causa, las escuelas se someterían a un evaluación anual. Esta evaluación podría adoptar formas diferentes: control por los inspectores públicos de cada Academia o distrito, o bien organización de un sistema de auditoría de centros. Queda sin definir la posible participación de los padres de alumnos en este control. Pero se insiste en la figura del «contrato de autonomía», que permita la iniciativa y la innovación de cada centro, dentro de nuevas reglamentaciones nacionales o locales.

Público y privado, en pie de igualdad

Una gran novedad es la derogación al fin de normas del siglo pasado -la vieja Ley Falloux de 1850-, de modo que las corporaciones locales puedan, con toda equidad, financiar inversiones para escuelas privadas, como vienen haciéndolo para las instalaciones de puestos escolares de carácter público.

Obviamente, para la coalición del centro-derecha es preciso seguir alejándose de los esquemas que dieron lugar a aquella gran manifestación por la libertad contra el ministro Alain Savary en junio de 1984 y, al contrario, avanzar en la línea positiva de los acuerdos de 1992 entre el ministro Lang y la enseñanza católica (cfr. servicio 88/92). El progreso pasa por la cooperación de centros públicos y privados, en pie de igualdad y con respeto a sus características peculiares.

Revalorizar la docencia

A la vez, no se deja de lado la necesidad de seguir mejorando la formación de los maestros y de revalorizar socialmente la gran misión de enseñar, siempre dentro de planteamientos descentralizadores, de acuerdo con un deseo sentido en casi todos los ámbitos sociales. Como señalaba no hace mucho Antoine Prost, que fue consejero de Michel Rocard en su etapa al frente del gobierno, «es preciso acostumbrarse a la idea de una reforma permanente. Esa es la realidad. El mundo no cesa de cambiar. La escuela, tampoco».

Empresas y formación profesional

Otro ámbito central en los objetivos de la coalición electoral es la enseñanza profesional y técnica, que no acaba de encontrarse a sí misma, a pesar de las múltiples reformas de los años precedentes. El programa reconoce que el paro afecta cuatro veces más a los jóvenes franceses que a los germanos: quizá por esto acuden a Alemania en busca de ideas para la formación profesional, y formulan dos prioridades: «el aprendizaje, que permite una excelente inserción profesional y cultural, y el desarrollo de la enseñanza en régimen de alternancia». Se reconoce que la empresa es el mejor lugar de formación profesional, lo que exige diversificar las soluciones prácticas.

Excelencia en la Universidad

Más clásicos, diríamos, son los objetivos en materia universitaria: se trata de «asegurar la autonomía y la descentralización de la enseñanza superior, y desarrollar la investigación científica». El punto de mira es siempre la excelencia, para el que se requiere también diversificación organizativa y financiera. Por supuesto, «los estudiantes deben disponer de más posibilidades de becas, créditos y préstamos al honor».

Pero, además, «es preciso facilitar la creación de centros de enseñanza superior libres». En cuanto a programas y contenidos, tanto académicos como de investigación, se impone una mayor flexibilidad, que permita la máxima innovación, lógicamente dentro del cuadro general establecido por las normas de la Comunidad Europea.

Silencios e inconcreciones

De este programa triunfador se han alabado las audacias, pero también se le han reprochado sus silencios, su falta de concreción ante cuestiones como los ámbitos precisos de autonomía y descentralización, el sistema de evaluación de los centros, los modos específicos de formación y selección del profesorado, la omisión de los contenidos esenciales de los diversos grados de la enseñanza, los procedimientos para la homologación estatal de programas de estudios quizá muy diversificados por aplicación de la autonomía.

La gran apuesta es mejorar la calidad…, sin aumentar el presupuesto, conteniendo el gasto público. Chirac lo ha dicho sin rodeos: «Nuestro objetivo no es que crezcan indefinidamente las partidas presupuestarias en favor de la educación nacional».

Aparte de la evidente falta de concreción en algunos objetivos, no está asegurada la unidad de ejecución del programa, pues hay diferencias de planteamientos, a veces en temas de cierta entidad, entre UDF y RPR: por ejemplo, Charles Pasqua (RPR) aboga, en contra de UDF, por un referéndum sobre las reformas educativas, para evitar posibles bloqueos por parte de los sindicatos y porque considera que el pueblo francés desea ser consultado, como se vio ante el Tratado de Maastricht. Pero el triunfo electoral de UPF suscita claros motivos de esperanza, tal vez porque, a una mentalidad europea de finales de este siglo, le resulta más fácil confiar en un gobierno de centro-derecha, que en otro de izquierda, cuando la exigencia de justicia que está en juego es un requerimiento de calidad.

Calidad y democracia

Todo da a entender que, en el ámbito educativo, lo justo socialmente -lo que prioritariamente necesitan hoy las sociedades avanzadas- es en primer término calidad en la formación: tanto profesional (para afrontar mejor el drama del paro), como cultural (en una simbiosis armónica con los medios de comunicación), y ética y cívica (para asegurar la convivencia democrática, lejos de violencias o fanatismos, y la integración real, frente a xenofobias o racismos).

Para mí es importante lo que el comentarista de Le Monde considera trivialidad, cuando recuerda que UPF quiere devolver a la escuela primaria su gran misión de instruir, centrada en las enseñanzas elementales: lectura, escritura, cálculo. Tal vez el olvido de estas ideas esenciales, al reformar la enseñanza, esté en el origen del fracaso de inmejorables planteamientos. Armel Pécheul, secretario nacional de educación de RPR, insiste en que «la escuela debe transmitir los valores fundantes de nuestra sociedad: el sentido del esfuerzo, de la competencia, y el aprendizaje de la cultura francesa».

El afán por mejorar la calidad resulta, al cabo, un objetivo democrático. Aunque parezca paradoja, es lo contrario del igualitarismo o de la permisividad. Porque, en el fondo, los mejor dotados -los alumnos con curiosidad intelectual y espíritu de trabajo- necesitan mucho menos del buen funcionamiento de la escuela. El laxismo igualitario, sin proponérselo, acaba primando a los que no requieren de especiales ayudas o estímulos, porque están favorecidos por la naturaleza o el ambiente familiar; mientras que los otros acaban perdiéndose por el camino, sumidos en el fracaso escolar. Lo ha visto bien el dibujante Pessin, cuando sintetizaba así -irónica, pero lúcidamente- el programa de UPF: «Nuestro primer objetivo: aumentar el número de los primeros de la clase».

Salvador BernalPuntos claves del cambio educativo

* Permitir a los padres elegir libremente la escuela de sus hijos.

* Dejar a las corporaciones locales financiar, en plena equidad, escuelas públicas y privadas.

* Dar a las escuelas, colegios y liceos la posibilidad de optar por un contrato de autonomía, para escapar de tutelas demasiado constrictivas.

* Facilitar la creación de centros de enseñanza superior libres.

* Atribuir a las regiones la competencia de la formación profesional.

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