Mons. Echevarría pide a las familias cristianas que sepan transmitir su ideal a otras

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La familia cristiana no sólo debe aspirar a vivir su ideal en casa, sino que ha de procurar comunicarlo a otras familias e intervenir activamente en la configuración de la sociedad. Este es el mensaje que transmitió Mons. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, en la homilía de la Misa que celebró en la explanada del santuario de Torreciudad (Huesca) con motivo de la Jornada Mariana de la Familia.

Unas treinta mil personas viajaron a este santuario del Alto Aragón para asistir a los actos. En un saludo enviado por Juan Pablo II a los participantes, les pidió «valentía para mostrar la verdadera naturaleza de la Iglesia», y vivir la «generosidad, fidelidad y unidad» en el ámbito de las familias.

Mons. Echevarría reclamó en su homilía el esfuerzo para «afirmar y promover los grandes valores de la institución familiar». Para llevar a cabo esta tarea es preciso comportarse como los primeros cristianos, que «entregaron su vida por la causa del Evangelio, procurando agradar a Dios en su existencia ordinaria y tratando de darle a conocer a muchas otras almas». «También hoy la Iglesia necesita hombres, mujeres y familias enteras que estén dispuestos a ser apóstoles comprometidos personalmente, con plena generosidad, en la tarea de difundir la fe».

Esto implica, primero, tratar de santificar la vida familiar, convencidos de que «el matrimonio es una vocación cristiana». Mons. Echevarría pidió fidelidad a esta «llamada divina», lo que supone «el propósito de luchar decididamente contra los propios defectos. Exige estar dispuestos a rectificar y a volver a empezar cada día, lejos de rutinas y egoísmos».

Para luchar contra el egoísmo, principal enemigo de la paz y felicidad, animó a vivir delicadamente la caridad en la vida de familia, a entregarse en la atención a los demás y a vivir una castidad conyugal abierta a la transmisión de la vida.

Mons. Echevarría recalcó la responsabilidad de los padres «de ayudar a sus hijos -con el ejemplo y la doctrina- a que maduren su personalidad y caminen libremente por los senderos de la vida cristiana». Y advirtió que los padres no deben perder la esperanza si, a pesar de su empeño, algún hijo parece alejarse de Dios: «Seguid rezando por ellos, convencidos de que volverán, porque la semilla de la fe que sembrasteis en su corazón, germinará».

Este ideal cristiano no es sólo válido para los que ya están convencidos. Mons. Echevarría animó a los presentes a ser «fermento para tantas otras familias y para la sociedad entera». «No os conforméis sólo con dar buen ejemplo, aunque ya es mucho. Hablad también con parientes y amigos, con vecinos y compañeros. Transmitidles vuestra alegría de hijos de Dios. Animadles a experimentar el inmenso gozo de la fidelidad. Recomendadles encarecidamente que luchen contra los egoísmos, para que reciban a sus hijos como bendiciones de Dios. Ilusionadles con la tarea de construir una civilización rebosante de amor que respete la dignidad de cada persona, para no utilizar nunca a nadie como si fuera una cosa ni, menos aún, como simple objeto de placer».

El ideal que diseñó Mons. Echevarría era el de una familia abierta a los demás. «No os cerréis en vuestro círculo familiar: abríos», y les animó a dar razón de su esperanza participando con libertad «en las asociaciones profesionales y laborales, o en las diversas agrupaciones que encauzan la participación en la vida pública». Dijo así a los padres que no renuncien a «configurar el mundo que deseáis para vuestros hijos: sed protagonistas activos y generosos de su futuro».

También animó a asistir al Encuentro Mundial del Papa con las familias en Roma los próximos días 8 y 9 de octubre, «aunque sólo sea para mostrar gratitud a Su Santidad Juan Pablo II por su inmenso trabajo en favor de la familia».

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