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Madres olímpicas

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Entre quienes experimentan agudamente las dificultades para compaginar familia y carrera profesional, se encuentran las deportistas de elite. Pero eso está cambiando. En las Olimpiadas de Sydney han participado más madres que nunca, como cuenta Bill Pennington en International Herald Tribune (26 septiembre 2000).

Hasta hace poco, dice el periodista, en los Juegos Olímpicos había un predominio abrumador, sobre todo entre las mujeres, de atletas muy jóvenes, sin responsabilidades familiares y, por tanto, con gran libertad para dedicarse de lleno a la alta competición. Pero en Sydney ha habido un elevado número de deportistas que son madres, entre ellas varias que han obtenido medallas. Brigitte McMahon, suiza de 33 años, subió al podio con su hijo de tres años a recibir el oro conseguido en la prueba de triatlón. Una de las mejores jugadoras de waterpolo de los Estados Unidos, Maureen O’Toole, de 39 años, fue aclamada por su hija de 8 años, presente en las gradas, cuando fue a recoger la medalla de plata que había ganado su equipo. La marchadora estadounidense Michelle Rohl, de 34 años, para quien las de Sydney han sido sus terceras Olimpiadas, es madre de tres hijos.

«En Sydney no ha sido raro ver mujeres atletas que han traído consigo a sus hijos, incluso en deportes donde antes no era frecuente continuar compitiendo después de cumplir 25 años, como son el atletismo, la natación o el voleibol». Como dice la levantadora de peso Robin Goad, de 30 años, que tiene una hija de un año, estar en la elite exige un «egoísmo» casi maníaco, mientras que atender a la familia demanda olvidarse de una misma. En 1998, cuando estaba embarazada y retirada de la competición, Goad decidió participar en las Olimpiadas del año 2000. «Muchos días -explica- tenía que llevarme a la niña al gimnasio. Como atleta que eres, te preguntas si has comido bien, si has dormido bastante… Pero, como madre, te preguntas si la niña ha tomado suficiente leche, si ha dormido bien, si no habría que sacarla de paseo… Son preocupaciones normales que tienen todos los padres».

El matrimonio Rohl es un caso particular, ya que ambos son deportistas de elite, de la misma especialidad, marcha atlética. Tienen tres hijos, de 10, 7 y 3 años. Han de turnarse para atenderlos. Mientras uno se entrena fuera de casa, el otro se queda con la hija pequeña.

Según Pennignton, la mayor presencia de madres en Sydney tiene varias causas. Primera, ahora muchos patrocinadores pagan a los deportistas para que se dediquen en exclusiva a entrenar. En Estados Unidos en virtud de una ley de 1972, hay más becas universitarias para mujeres, lo que permite a las deportistas seguir compitiendo después de la adolescencia. Finalmente, que una madre sea deportista de elite cuenta hoy con mayor aceptación social.

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