Las paradojas del planeta nómada

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La paradoja de la creciente movilidad de la población mundial y del aumento de las barreras legales a la emigración, ha sido subrayada en el Festival Internacional de Geografía, celebrado del 2 al 5 de octubre en Saint-Dié (Francia), del que informa Le Monde (9-X-97).

130 millones de personas dejan cada año su país para instalarse en otro. 516 millones de turistas atraviesan cada año una frontera internacional.

(…) Los hombres viajan cada vez más, sobre todo por el abaratamiento considerable de los precios de los transportes. Pero el nomadismo en sentido estricto, el de las tribus dedicadas al pastoreo, está en plena regresión. (…) Gildas Simon, profesor de la Universidad de Poitiers, explica otra contradicción: «Por una parte, el sistema mundial favorece la liberación de los intercambios, de los servicios, de las imágenes y de la información; por otra, en el aspecto migratorio se refuerza el proteccionismo, tanto en el Norte como en el Sur, en magnitudes sin precedentes en la historia humana. (…) La parte más numerosa de la humanidad es firmemente invitada a permanecer donde se encuentra; en cierto modo, está bajo arresto domiciliario».

También los países del Sur dan muestras de este proteccionismo. En 1985, unos 700.000 trabajadores ilegales fueron expulsados de Nigeria. Costa de Marfil estableció un permiso de residencia en 1992 para luchar contra la afluencia de extranjeros. Sudáfrica, que se había convertido en un polo de atracción por sus salarios más elevados, se ha cerrado a su vez…

La multiplicación de barreras legales tiende a crear en numerosos países una población de clandestinos. Los circuitos tienden a complicarse. La figura clásica era, por ejemplo, la del argelino que va directamente a Francia o la del paquistaní a Gran Bretaña. Ya no ocurre hoy así: la emigración se hace por etapas. Y resulta más cara para el candidato a partir. Un chino que desee entrar en Estados Unidos se dirigirá primero a México, antes de atravesar el Río Grande.

La fuerza de atracción de las antiguas metrópolis coloniales no es ya la única que se ejerce. Los africanos descubren los destinos asiáticos, que antes les eran desconocidos.

No hay migraciones sin imaginario. «El contenido de los mensajes difundidos por los medios de comunicación occidentales son una incitación a emigrar para las gentes del Sur», afirma Gildas Simon. Incluso la deslocalización, que normalmente debería frenar el movimiento migratorio, conduce paradójicamente al mismo resultado, difundiendo sin querer modelos culturales occidentales. Así ocurre con las «maquiladoras», fábricas de montaje instaladas en el lado de la frontera mexicana con Estados Unidos, pero que funcionan a la estadounidense, y cuyos trabajadores también tienden a emigrar al vecino del Norte.

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