Las mujeres de los abogados detenidos desafían a Pekín

Fuente: Le Monde
publicado
DURACIÓN LECTURA: 3min.

Brice Pedroletti, corresponsal de Le Monde en Pekín, recoge los testimonios de varias mujeres chinas, casadas con abogados arrestados en julio de 2015 por la policía secreta. No supieron nada sobre ellos hasta hace unas semanas, cuando les notificaron que habían sido detenidos en la ciudad de Tianjin y que su proceso judicial comenzaría en agosto.

En la gran operación policial del 9 de julio de 2015 –designada como el “incidente 7.0.9”–, cerca de 300 personas fueron detenidas, interrogadas o puestas bajo vigilancia; entre ellas estaban los maridos de Wenzu, Qiaoling, Guiqiu y Shanshan. “El poder no había tenido en cuenta a sus esposas”, dice Pedroletti.

En julio fueron a Pekín para protestar contra el silencio de las autoridades judiciales. De pie, frente a la Corte Suprema, portaban ideogramas rojos con el nombre de sus respectivos maridos. También han escrito a varias ONG relatando su calvario. Cuando supieron que los juicios tendrían lugar el 1 de agosto, se dirigieron a Tianjin, pero la policía les devolvió rápidamente a sus casas.

“Secuaces de Occidente”

Desde entonces, estas cuatro mujeres no han dejado de sufrir humillaciones, y luchan cada día contra la tentación de tirar la toalla. Wenzu ha sido acosada varias veces en la calle. A finales de agosto, la policía secreta prohibió al propietario de una vivienda que le alquilara un piso.

“Hemos atravesado estas pruebas juntas. Antes no nos conocíamos, y ahora estamos más unidas que nunca. Es nuestra gran victoria” (Qiaoling)

El marido de Qiaoling, Li Heping –uno de los primeros abogados que denunció la falta de libertad en China–, había sido ya secuestrado y torturado por la policía secreta en 2007. Ahora está acusado de ser un “agente extranjero” por haber colaborado con la ONG británica The Rights Practice. “Las instituciones chinas siempre han recibido mucho dinero procedente de organizaciones internacionales; pero, al parecer, los abogados no tienen este derecho”, dice Qiaoling.

Chen Guiqiu, profesora de ingeniería en la Universidad de Hunan, ha denunciado las torturas sufridas por su marido, de las que se enteró por un abogado: “Mi marido ha sido torturado. Por eso, no permiten que ni los abogados ni las esposas contactemos con ellos. Tenemos que preguntarnos si sus confesiones no han sido provocadas por la tortura”. Las “confesiones” son las autocríticas pronunciadas por los abogados en agosto: en ellas se reconocían “secuaces de Occidente”.

Muchos de estos abogados, como el marido de Li Wenzu, no han podido contar con un abogado defensor. Según el mensaje oficial, ellos mismos han rechazado al abogado, aunque Wenzu sabe que es mentira.

Afrontar las pruebas unidas

“Hace más de un año que empezó esta situación. Las autoridades no querían que estuviéramos en contacto las unas con las otras, pero es lo que han conseguido. Hemos atravesado estas pruebas juntas. Antes no nos conocíamos, y ahora estamos más unidas que nunca. Es nuestra gran victoria”, afirma Wang Qiaoling, la veterana del grupo. Añade que es su fe cristiana la que le ha animado a salir adelante.

La tortura ha forzado a los abogados arrestados a reconocerse “secuaces de Occidente”

“La solidaridad entre las mujeres del ‘incidente 7.0.9’ se ha construido a golpe de pruebas”, afirma Pedroletti. El caso de Yan Shanshan es especialmente duro: cuando su marido desapareció, en julio de 2015, ella estaba embarazada de un mes. Su suegra, una abogada condecorada por el gobierno, fue de una comisaría a otra, mostrando sus medallas al mérito y preguntando por su hijo: pero nadie sabía nada. Un mes más tarde murió súbitamente. En marzo Shanshan tuvo su tercer hijo, a quien llamó simplemente “número 3” en espera de que su padre le ponga un nombre cuando sea liberado.

Estas mujeres han descubierto “un universo de violencia inaudita, pero también de solidaridad”, explica Le Monde. “Esto es lo que el gobierno chino quiere esconder a los chinos –dice Qiaoling–: que hay personas que se preocupan por su prójimo. Querrían que nadie supiera que las hay”.

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