Las cuestiones planteadas para la puesta en práctica del acuerdo entre Israel y Palestina

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Bill Clinton, Yitzhak Rabin, Yasser Arafat at the White House,1993-09-13

Isaac Rabin y Yaser Arafat tras la firma del acuerdo, en presencia del presidente de EE.UU. Bill Clinton, en Washington, 13-09-1993 (Foto: Vince Musi / The White House)

 

El apretón de manos entre Yaser Arafat e Isaac Rabin, con el reconocimiento mutuo de la OLP e Israel, ha abierto la puerta de una gran esperanza de paz en Palestina. Para muchos, el escepticismo está justificado, pues casi medio siglo de guerras y violencias sigue pesando en el recuerdo. Y no cabe duda de que facciones extremistas harán todo lo posible para que el proceso de paz no siga adelante. Las siguientes preguntas intentan resumir las cuestiones que plantea la puesta en práctica de los acuerdos.

¿Qué cambios en la escena internacional han hecho posible el acuerdo?

Puede decirse que el acuerdo israelo-palestino es heredero del final de la guerra fría y de la derrota iraquí en la guerra del Golfo. Durante más de cuarenta años, la URSS ha apoyado a determinados regímenes árabes (Libia, Siria, Iraq) y a la OLP, mientras que Estados Unidos consideraba a Israel clave de su estrategia en Oriente Medio. Pero la desaparición de la URSS ha sido un golpe mortal para el nacionalismo árabe laico y radical.

La derrota de Sadam Hussein tuvo otro impacto no menor. Assad, el presidente sirio, supo desmarcarse a tiempo de su retórica nacionalista radical para alinearse en el frente anti-iraquí. Y la OLP, que apoyó a Iraq, no podía mostrarse insensible a todos estos cambios.

¿Por qué la retirada israelí se limita al principio a Gaza y Jericó?

La franja de Gaza (350 Km2) tiene una población de 750.000 palestinos, mientras que los colonos judíos apenas son 4.000. Gaza es la zona más conflictiva y el principal escenario de la intifada palestina desde 1987. Además, la mísera situación de muchos de sus habitantes favorece las posiciones extremistas. De ahí que, en el fondo, los israelíes estén deseando desprenderse de Gaza.

El caso de Jericó, en la Cisjordania, es totalmente diferente. Es una pequeña ciudad de 160.000 habitantes, con una situación social y política más apacible, cuya población ha mostrado su esperanza y júbilo ante los acuerdos de paz. Además, para Arafat tiene la ventaja de los escasos kilómetros que separan la ciudad de la frontera jordana y de Jerusalén. De hecho, el líder de la OLP ha anunciado que instalará allí su cuartel general.

¿Y qué sucederá con Jerusalén, pues israelíes y palestinos la reclaman como capital?

Éste es sin duda el tema más espinoso del proceso de paz. Hoy por hoy, las partes mantienen posturas inflexibles, al menos aparentemente. No en vano, el muro de las Lamentaciones está a los pies de la mezquita de Omar, bajo control árabe hasta la guerra de 1967.

En la solución final para Jerusalén se ha manejado siempre (con el rechazo de israelíes y palestinos) la hipótesis de un régimen internacional permanente de administración de las Naciones Unidas. El paso del tiempo ha hecho muy difícil esta posibilidad. La vuelta a la situación anterior a 1967 supondría una Jerusalén Este bajo soberanía árabe y una Jerusalén Oeste bajo soberanía israelí. Jerusalén sería entonces, al mismo tiempo, la capital de dos Estados.

Pero el problema seguirá estando en la protección de los lugares santos de la ciudad vieja, situada en la parte que corresponde a los palestinos. Y aquí sería muy importante el papel de la Santa Sede, lógicamente interesada en la protección de los lugares sagrados del cristianismo. Si el proceso de paz permite la anhelada visita de Juan Pablo II a Tierra Santa y el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Israel y el Vaticano, cabe pensar en la posibilidad de que las partes del conflicto atribuyan a la Santa Sede un decisivo papel de mediación en la cuestión de Jerusalén.

¿Qué pasará con los asentamientos judíos en los territorios ocupados?

El problema es menor en Gaza (solo hay 4.000 colonos), pero es mucho más grave en Cisjordania, donde viven 120.000 israelíes entre un millón de palestinos. Los acuerdos de paz aplazan la solución del problema. Es sabido que en el Sinaí, antes de su devolución a Egipto, el gobierno israelí hizo desalojar por la fuerza a los colonos que se resistieron. Lo que está claro es que no todos los colonos se avendrán a aceptar las indemnizaciones previstas por el gobierno israelí, y que algunos querrán quedarse. La incógnita es si la OLP seguirá pidiendo, como ha hecho hasta ahora, la eliminación completa de los asentamientos.

Arafat se ha mostrado partidario de una confederación jordano-palestina. ¿Cuál es la opinión de Israel al respecto?

Está totalmente a favor, pues vería con buenos ojos la constitución de un eje tripartito (Israel-Palestina-Jordania) para la cooperación económica y el desarrollo regional. Ello alejará la idea de un Estado palestino de corte radical amenazando las fronteras de Israel. Pero no hay que olvidar que para que dicho eje sea compatible con el status de Israel, debe basarse en sistemas democráticos y de economía de mercado. Y ello es una apuesta arriesgada, si consideramos que de todos los países árabes sólo el Líbano ha conocido un sistema democrático aceptable. En Jordania hay cierto grado de apertura política con diversos partidos reconocidos. ¿Irá el Estado palestino en la misma línea?

¿Qué tendencias se enfrentan ahora en el seno de la OLP?

Arafat ha comprendido que sus consignas anti-imperialistas o sus llamamientos a la unidad de la Nación árabe son un recuerdo del pasado. El futuro de Palestina no pasa por un Estado palestino con un partido de corte similar al sirio o al iraquí. En este sentido, los grupos radicales palestinos, el FPLP (Frente Popular para la Liberación de Palestina) de George Habash, y el FDLP (Frente Democrático para la Liberación de Palestina) de Nayef Hawademeh, se han quedado aislados en su oposición a Arafat y a los acuerdos. Sólo les queda el apoyo de Gadafi o Sadam Hussein -ambos en el punto de mira de Washington- y también el del sirio Assad.

Pero no cabe duda de que Estados Unidos presionará a Siria para que tarde o temprano llegue a un acuerdo con Israel. Después de haber afianzado su influencia en el Líbano, Assad tiene mucho más que ganar con un tratado de paz, que le llevaría a recuperar en todo o en parte los altos del Golán. Ello hará que se acentúe más el aislamiento del FPLP y del FDLP y sus dirigentes -de origen cristiano-, que paradójicamente sólo podrían echarse en brazos del fundamentalismo islámico.

¿Qué amenaza supone el fundamentalismo islámico para el acuerdo de paz?

Israel y Arafat tendrán en la región la oposición más radical en los fundamentalistas palestinos de Hamas, particularmente activos en la franja de Gaza, y en el grupo chiíta pro-iraní, Hezbolá, en el Líbano. Andrei Kozyrev, ministro de Asuntos Exteriores ruso, dejó caer de pasada, en su discurso en los jardines de la Casa Blanca, que a Moscú le preocupa la seguridad en toda la región desde el Mediterráneo hasta la India. Kozyrev llegó incluso a decir que había sentido al enemigo muy cerca, en la frontera entre Afganistán y Tayikistán. Rusia sabe muy bien que el fundamentalismo vía Irán y Afganistán se exporta a las repúblicas musulmanas de Asia central, absolutamente claves en su estrategia de la zona.

¿Cuál ha sido el papel mediador de Noruega?

Terje Roed Larsen, director del FAFO (Instituto Noruego de Ciencias Sociales Aplicadas), fue el encargado de realizar un estudio sobre las condiciones de vida en los territorios ocupados por Israel, que le llevó a conectar con palestinos e israelíes residentes en la zona. Coincidió esto también con la victoria electoral de los laboristas israelíes en junio de 1992. Y es sabido que el laborista Simón Peres, ministro de Asuntos Exteriores, siempre fue favorable a la fórmula de intercambio de paz por territorios, mientras que el primer ministro conservador, Isaac Shamir, no quería negociar directamente con la OLP y sólo admitía paz a cambio de paz, tal y como insistió en la conferencia de Madrid. Peres pensó que Noruega -también con gobierno socialista- podría ser el mediador adecuado en unas negociaciones estancadas en un callejón sin salida. Curiosamente, se da la circunstancia de que Johan Joergen Holst, ministro de Asuntos Exteriores noruego, está casado con una investigadora que participó en el estudio antes mencionado sobre los territorios ocupados.

Así pues, Noruega se convirtió en el país ideal para ser escenario de negociaciones directas y secretas entre Israel y la OLP. Al no ser miembro de la CE, Noruega no tiene por qué informar a los ministros de Asuntos Exteriores de otros países europeos de esta gestión de política exterior. Por el contrario, sí que tuvo que informar a Washington -parte muy interesada en la resolución del conflicto-, puesto que es miembro de la OTAN. A todo esto se añaden las buenas relaciones del gobierno socialista noruego con la OLP.

Las conversaciones secretas en Noruega entre Israel y la OLP se iniciaron a principios de año y han culminado el pasado 13 de septiembre con la firma en Washington de una declaración de principios sobre la autonomía palestina.

Lo que prevé el acuerdo

Entre otros, un objetivo principal de las negociaciones ha sido la constitución de un órgano administrativo, un Consejo, para la autonomía de los palestinos de Gaza y Cisjordania. Este Consejo ejercería sus funciones durante un periodo transitorio que no debe sobrepasar los cinco años (hasta 1999 como máximo, a tenor del texto del acuerdo).

Pero el acuerdo va más allá de la simple autonomía de los palestinos: quiere ser un paso hacia la solución permanente del conflicto, tomando como base las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de la ONU. La primera data de 1967 y hace referencia a la retirada de las fuerzas israelíes de los territorios ocupados en la guerra de los Seis Días, así como al fin de la situación de beligerancia en la región, con el derecho de todos los Estados de la zona a vivir en paz dentro de fronteras seguras y reconocidas. La resolución 338, redactada poco después de la guerra de octubre de 1973, remite a la resolución 242 y ordena que se inicien negociaciones encaminadas al establecimiento de una paz justa y duradera en Oriente Medio.

El acuerdo entrará en vigor el próximo 13 de octubre, e inmediatamente se producirá una transferencia de competencias a los palestinos en educación y cultura, sanidad y seguridad social, impuestos directos y turismo. Simultáneamente, los palestinos formarán su propia policía. En julio de 1994 habrá elecciones directas organizadas por el Consejo palestino bajo supervisión internacional. Antes de esa fecha tendrá que haber finalizado la retirada del ejército israelí de Gaza y Jericó, que se iniciará el próximo mes de diciembre.

Es de gran importancia en el acuerdo la creación de un comité israelo-palestino para la coordinación del proceso y otro comité para la cooperación económica, cuyo objetivo es promover el desarrollo de Gaza, Cisjordania y del propio Israel.

Por último, se desprende indirectamente de los acuerdos que en en el año 1996 habrán de comenzar las conversaciones que, en un plazo de tres años, lleven a «una paz justa, total y permanente», así como a «una reconciliación histórica», según se lee en el preámbulo del documento.

Antonio R. Rubio


Más cercanas las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede e Israel

El acuerdo de paz firmado por israelíes y palestinos el pasado 13 de septiembre podría acelerar el establecimiento de relaciones diplomáticas entre la Santa Sede e Israel. Se trata de un contencioso pendiente desde hace más de cuarenta años que ha sido fuente de periódicas polémicas.

Aunque la Santa Sede reconoce de hecho la existencia del Estado de Israel, cuyos dirigentes han visitado con frecuencia el Vaticano, sin embargo, se ha negado a establecer relaciones diplomáticas hasta que no se iniciara la solución de tres problemas: la cuestión palestina (acuerdo sobre la delimitación de fronteras), garantías sobre Jerusalén como ciudad santa para hebreos, cristianos y musulmanes; y el estatuto de la Iglesia y de sus instituciones en Israel y en los territorios ocupados.

Con el reciente acuerdo de paz se inicia un difícil pero esperanzador camino hacia la solución del primer punto. Por su parte, el estudio de los problemas bilaterales Santa Sede-Israel es la finalidad de una comisión mixta instituida en julio de 1992. Aunque los resultados casi no han trascendido, existe optimismo sobre la marcha de los trabajos.

Por último, la cuestión de Jerusalén todavía no se ha planteado abiertamente en las negociaciones entre palestinos e israelíes. Entre las soluciones posibles, se especula que la ciudad podría conservar la soberanía política de Israel, mientras que la zona Este podría ser autogobernada por los árabes.

Sea lo que fuere, la Santa Sede no entra en la espinosa cuestión de la soberanía territorial. Se mueve en el plano de lo religioso: lo que pide es que se llegue a una solución justa y satisfactoria para las partes y, sobre todo, que se garantice la protección y el libre acceso a los lugares santos de las tres religiones, la salvaguarda de su identidad histórica, religiosa y cultural, y la igualdad de derechos para sus ciudadanos. Para ello, reclamaría el respaldo de garantías internacionales.

El patriarca latino de Jerusalén, monseñor Michel Sabbah, aun recordando las dificultades que todavía deben superarse para consolidar la paz, afirmó en unas recientes declaraciones que «es prematuro hablar de Jerusalén, pero creo que se discutirá su estatuto y que también en este caso se llegará a una solución inesperada y satisfactoria para todos».

Con estas premisas, algún periódico aventuró la idea de un inminente viaje del Papa a Tierra Santa, posibilidad desmentida oficialmente, aunque permanece el deseo expresado por Juan Pablo II en numerosas ocasiones de visitar Jerusalén, esa «encrucijada de paz y reconciliación». Parece más realista -«técnicamente posible»-la posibilidad de que la Santa sede e Israel establezcan relaciones diplomáticas antes de fin de año.

Diego Contreras

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