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La sociedad sin hermanos

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Cuando es frecuente que las familias sólo tengan un hijo, los niños pierden la experiencia de la fraternidad. Julián Marías comenta las previsibles consecuencias para la sociedad (ABC, Madrid, 8-XII-94).

(…) El «hijo único», cuyas limitaciones son bien conocidas, cuyos problemas son frecuentes, va a ser la única realidad, salvo contadas excepciones. El niño -después el hombre o la mujer- sin hermanos, en una extraña soledad originaria, sin conocimiento de una de las formas más intensas y enriquecedoras de convivencia.

En las familias con varios hijos, ha sido apasionante ver cómo los mayores «adoptaban» a los siguientes, los tenían como suyos, velaban por ellos y gozaban de ellos. (…) Y era divertido ver la avidezde los pequeños por unirse a los mayores, apenas sus recursos de movilidad y comunicación se lo permitían, su deseo de «incorporarse a filas», como decía yo al contemplar el espectáculo.

(…) Pero si se piensa en las formas sociales de la convivencia, en lo que pueden ser las sociedadesdel futuro, la probable transformación resulta aterradora. ¿Cómo se va a hablar de fraternidad el día que los hombres, literalmente, «no sepan de qué se trata»? (…) Se sabía qué quería decir «hermano»,aunque fuese problemático que lo fuese el remoto,ajeno y distinto, el «prójimo» abstracto y que no erapróximo. Si esto desaparece, ¿qué podrá quedar? Baste con recordar lo que ha pasado siempre quese ha atenuado u olvidado la conciencia de que loshombres somos hermanos; las formas de totalitarismo lo han hecho a fondo; los «nacionalismos» ytodas las formas de fanatismo lo hacen actualmente.

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