La religión en las elecciones de EE.UU.

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Hace ya tiempo que el partido demócrata tiene claro que sin religión no se ganan elecciones en Estados Unidos. En las primarias, tanto Hillary como Obama se han presentado como devotos creyentes. Pero entre ellos, el senador afroamericano se colocó en la pole position, presentándose como el hijo de padres agnósticos que en su juventud vio que “el Espíritu de Dios le llamaba” y decidió bautizarse a los 26 años.

La derecha religiosa ha secuestrado la fe y ha dividido al país”, dijo Obama en 2007. Ahora el senador de Illinois está empeñado en disputar al partido republicano el apoyo de los sectores más religiosos. Y quiere hacerlo con un mensaje: unidad. De ahí que una de sus primeras promesas como candidato haya sido mantener la financiación pública de los programas de asistencia social desarrollados a través de instituciones religiosas, ya sean cristianas, judías o musulmanas, como ya hizo la Administración Bush.

Difícil rompecabezas

Sin embargo, a Obama no le está siendo fácil desenvolverse en el campo de su difusa religiosidad. Sus problemas con la religión no se han limitado a un turbante de más o a las injerencias de un reverendo concreto. Tampoco parecen terminar con el abandono de la Trinity United Church, poco después de ganar la nominación demócrata. Lo difícil para Obama es querer pescar peces en todos los ríos.

Una encuesta de Newsweek, realizada el pasado mes de mayo, afirmaba que el 11% de los estadounidenses creen que Obama es musulmán, mientras que el 22% no se atreve a definir su religión.

Para los musulmanes, Obama es un apóstata que decidió hacerse cristiano y que ha expresado muy a las claras su proceso de conversión. Y es que el candidato de Illinois está muy interesado en sacudirse cualquier sombra de parentesco con las creencias islámicas. Entre otras consecuencias, tal circunstancia complicaría seguramente la organización de las visitas del presunto presidente a los Estados musulmanes.

Tampoco le faltan problemas con los católicos, un sector en alza debido a la inmigración latina. Antes de la definitiva elección de Obama como candidato, sólo el 59% de los demócratas católicos -una cifra muy baja en comparación con el 70% de los protestantes- dijo que votaría al partido del burro en noviembre si Obama fuera el candidato. No obstate, tradicionalmente el electorado católico es mayoría entre el swing voter, el grupo de votantes más oscilante y volátil. Según el columnista de The Washington Post E.J. Dionne, a la hora de ejercer el voto los católicos pueden decantar la balanza en estados muy reñidos y vitales en la carrera hacia el despacho oval, como son Pensilvania, Ohio, Missouri y Nuevo México.

El disputado voto evangélico

Pero aún más importante que el católico parece ser el apoyo de los evangélicos, que constituyen cerca de un cuarto del electorado estadounidense. En el año 2004 ya fueron decisivos al decantarse por Bush en una amplia mayoría (80%).

Ahora la estrategia de los demócratas es bien precisa. Saben que hay dos temas peliagudos a la hora de arañar votantes en este sector: el aborto y la equiparación de las uniones homosexuales con el matrimonio. Por eso es muy probable que busquen un discurso soft en estos puntos e intenten desviar el interés de los evangélicos más demócratas hacia cuestiones como el cambio climático y la lucha contra la pobreza.

Según explicaba a International Herald Tribune Corwin Smidt, director del Henry Institute del Calvin College, su organización maneja encuestas que demuestran cómo los votantes cristianos protestantes se están moviendo hacia posiciones más demócratas. “Una de las cosas que revelan las encuestas es que en estos grupos empiezan a resonar las cuestiones en las que Obama hace hincapié”, sostuvo Smidt.

Otros autores argumentan en la misma línea. En su libro Souled Out: Reclaiming Faith and Politics after the Religious Rigth, E.J. Dionne sostiene que los márgenes de apoyo se equilibrarán debido a que los creyentes darán mayor importancia a temas como la justicia social, la ayuda al Tercer Mundo y la protección del medio ambiente.

Entre los republicanos

¿Y McCain? ¿Tiene una posición más firme con respecto al llamado voto religioso? Según The Economist, “esta es la buena noticia para Obama”: que tampoco el senador de Arizona tiene asegurados esos votos.

John McCain perteneció a la Iglesia episcopaliana y se cambió a la Iglesia baptista tras casarse con su segunda mujer. Esa misma divagación e indeterminación es la que ha caracterizado hasta el momento su campaña en los temas candentes para los grupos religiosos.

Entre los evangélicos, cuenta con un apoyo mucho menor del que en su día obtuvo Bush, y le cuestionan por su postura favorable a la investigación con células madre embrionarias. También le critican su actitud excesivamente tibia en otros aspectos. “Para que John McCain pueda ser un buen rival, tiene que ser más enérgico”, explica Tony Perkins, presidente del Family Research Council. Como explica The Economist, “él es, en muchos aspectos, un retroceso a la etapa pre-Reagan del Partido Republicano, un partido que consideraba la religión como un asunto meramente privado”.

Esas mismas posturas difusas de McCain son las que confunden a muchos católicos, además del envenenado consorcio del candidato de Arizona con el telepredicador evangelista John Hagee, cuyas declaraciones contra la Iglesia católica son frecuentes y muy agresivas.

En definitiva, ambos candidatos son conscientes de que en el país que pretenden gobernar tres de cada cuatro ciudadanos estiman que el presidente ha de tener unas sólidas creencias religiosas. Saben también que aspiran a dirigir los destinos de la gran nación del pluralismo religioso, esas tierras que asombraron a Tocqueville por la “intensa religiosidad que todo lo invade”. Lo que no saben es cómo contentar a todos.

Quizá no tarden en preguntarse si esto es realmente posible fuera de la coherencia con unas convicciones firmes. La máxima marxista (no de Karl sino de Groucho) “estos son mis principios; si no les gustan, tengo otros”, puede rendir sus frutos en un pluralismo, el político, embadurnado de relativismo. Pero, allende los mares, el pluralismo religioso no parece ser tan relativista.

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