La poligamia en Francia

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Contrapunto
La poligamia en Francia

De un tiempo a esta parte la idea de familia ha adquirido contornos muy flexibles. Se prefiere hablar de «formas familiares» en la que junto al matrimonio clásico entrarían las familias monoparentales, las parejas de hecho, las uniones homosexuales…, todas con la misma dignidad y derechos. Pues, ¿quién puede decir qué es una familia «normal»? ¿No sería intolerable discriminar a nadie en función de su opción sexual?

Este discurso ha empezado a tambalearse en Francia al tropezar con la poligamia, una forma familiar importada por los miles de inmigrantes africanos de países como Senegal, Mali o Mauritania. Lo que antes parecía una curiosidad africana ahora empieza a ser un problema en los apartamentos de los barrios extremos de París. Y la cuestión de la poligamia ha vuelto a encender el debate sobre hasta qué punto se pueden aceptar las costumbres de los inmigrantes cuando chocan con la legalidad del país receptor.

En cierto modo, la existencia de familias polígamas es un índice de que muchos inmigrantes van progresando económicamente. Cuando su renta aumenta, vuelven a su país y retornan con una segunda o tercera esposa, más joven que las anteriores, por supuesto. Además, sus ingresos mejorarán con los generosos subsidios que el Estado francés da a las madres y a sus hijos, sea cual sea su estado civil. Y una vez que la mujer ha dado a luz en Francia, allí se queda.

En los dos últimos décadas, el gobierno toleró en la práctica esta peculiar «reunificación familiar», con la idea de que los inmigrantes tenían sus propias costumbres al respecto. Ahora, ante el malestar por los problemas sociales de la inmigración, dice que no reconocerá más que una sola esposa.

No serán las mujeres africanas las que se quejen. Pues algunas inmigrantes empiezan a hablar abiertamente de las tensiones y la humillación sufridas en sus uniones polígamas. En un reportaje de International Herald Tribune (2-II-96), una de ellas explica que una cosa es la poligamia en un poblado africano y otra la convivencia de dos o tres mujeres con quince niños en un piso pequeño de París. Las rivalidades entre las mujeres, la falta de privacidad, las riñas, acaban por crear un clima irrespirable.

Es un mito que a las mujeres africanas les guste la poligamia, dicen las que hablan en este reportaje, tampoco a sus madres ni a sus abuelas. «Lo que pasa es que no tenemos elección». Y se lamentan de que las mujeres inmigrantes pierdan su dignidad en las familias polígamas. Da la impresión de que estas mujeres sí tienen claro lo que es una «familia normal» y a ella aspiran.

Juan Domínguez

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