La izquierda, en el camino del individualismo sin vínculos

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Tomando pie en cómo algunos han acogido las modificaciones de un proyecto de ley sobre fecundación artificial, propuestas por el Senado italiano, el profesor Ernesto Galli della Loggia comenta las limitaciones de cierta mentalidad «laica» y el cambio en los valores de referencia que se observa en la izquierda italiana (Corriere della Sera, Milán, 11 junio 2000).

Lo que más llama la atención en la reacción de los que se han autoproclamado laicos «doc» [denominación de origen controlada], ante el voto del Senado sobre la fecundación asistida, no son las opiniones. Lo que más sorprende es la convicción ultrasegura de sí, la convicción llevada hasta el umbral de la pasión militante, con una radicalidad ideológica que amenaza con prevalecer. Tanto más cuando se trata de materias donde -al menos, así me lo parece- una elemental prudencia aconseja que sean la duda, las preguntas de difícil respuesta, el hilo obligado de toda posible reflexión.

Parece, por el contrario, que solo tenga derecho a llamarse laico y liberal quien esté dispuesto a creer ciegamente que la fecundación asistida deba ofrecerse (como ha decidido el Senado) a mujeres de cualquier edad, sea cual sea su condición de pareja, y que se pueda usar sin problemas el semen de un donante extraño.

(…) Me pregunto dónde lleva esta mortífera reducción del ámbito de eficacia social de todo criterio ético basado en el pluralismo de las opiniones de los individuos. ¿Tiene límites? Si los tiene, ¿cuáles?; ¿por qué?

Imagino que estas preguntas serán consideradas poco laicas y, menos aún, liberales por los nuevos custodios de la ortodoxia. Si fuera así, diría que no nos debería importar mucho: querría decir simplemente que esas dos hasta ahora no indignas palabras, y las cosas que significaban, no tienen en realidad ya nada que decir a nuestros problemas de hombres y mujeres implicados en la más rápida y arrasadora mutación cultural de la historia humana. (…) ¿Es posible hoy pararse en el viejo principio decimonónico que quería que se reservase a la libre elección individual todo lo que no acarreaba daño a otros individuos? Es significativo que en la Italia de hoy haya que plantear esas preguntas precisamente a hombres y mujeres procedentes de una tradición -la de la izquierda- que ha criticado siempre el individualismo, inclinándose por dar espacio a la dimensión del interés colectivo. Eso muestra la profunda transformación cultural de esa tradición, actualmente cada vez más dispuesta a identificarse con un libertarismo fundado en la absoluta subjetividad de los estilos de vida y por eso incapaz de soportar cualquier vinculación social e histórica.

Es obvio por otra parte, pero no menos sorprendente, cómo -al tomar este camino- la tradición de izquierda haya pasado a depender en todo y para todo de los impulsos emitidos por la central planetaria del políticamente correcto «cultural». Lo ha mostrado plenamente, me parece, la reacción que precisamente en la izquierda se ha desencadenado en días pasados tras la toma de posición del primer ministro a propósito del desfile romano del «gay pride». «Conviértete en Gay por un día», hemos leído en [el diario comunista] L’Unità. (…)

Si de principios se trata, ¿cómo es que la izquierda no dedique, ni haya dedicado jamás, la misma mole de esfuerzos, de agitaciones, de declaraciones, como las que ha desplegado en estos días a propósito del «gay pride», a esa inmensa e insoportable ofensa a la dignidad humana representada por la trata de mujeres -con frecuencia adolescentes o niñas- encauzadas a la prostitución a diario en las calles de nuestro país? Mi respuesta es que eso no ha ocurrido porque no es una causa chic, porque es solo una asquerosa cuestión italiana, horriblemente nacionalpopular, porque al New York Times posiblemente no le importaría nada, y menos aún interesaría a las más renombradas estrellas de nuestro columnismo periodístico «laico» y «liberal».

Eso me lleva a apreciar más todavía al primer ministro Giuliano Amato quien, precisamente sobre este tema, ha hablado en varias ocasiones sabiendo encontrar palabras justas y humanas, y que a propósito del desfile del «gay pride» ha tenido la valentía de decir lo que pensaba.

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