La estrategia de Francisco para cambiar la cultura

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La visita del Papa Francisco a EE.UU. ha sido objeto de numerosos comentarios en la prensa. Muchos subrayan que evitó el tono polémico para ofrecer un enfoque positivo y alentador.

“Francisco tiene una estrategia completamente distinta para cambiar la cultura. En vez de polémicas, quiere que los católicos ofrezcan el testimonio de una vida cristiana coherente”

John Allen compara las previsiones sobre el viaje y los resultados. “Antes del viaje, se habló sobre si los Estados Unidos resultarían una ‘plaza difícil’ para el mensaje del Papa. Algunos temían que su retórica anticapitalista, su rechazo del consumismo, y su falta de familiaridad con el país y con el inglés podría provocar rechazo. En realidad no ha sido así Por el contrario, Francisco ha conseguido una respuesta entusiasta en todos los sitios en los que ha estado (…) y una cobertura de los medios muy positiva”.

La “luna de miel” aún dura

“Una segunda predicción sobre el viaje fue que los temas en los que Francisco insiste beneficiarían a la izquierda política en lugar de a la derecha, pero eso no es realmente lo que hemos visto, pese a las quejas de algunos conservadores”. Si en la Casa Blanca alabó al gobierno de Obama por sus medidas sobre el cambio climático, también defendió la concepción tradicional de la familia y la libertad religiosa, lo que supone un voto de confianza a los obispos de Estados Unidos, en disputa con el gobierno por el “mandato anticonceptivo”.

Allen destaca además que el Papa es bueno en todas las circunstancias, pero sobre todo en entornos pequeños. “Cualquier persona que haya visto todo el viaje probablemente diría que donde el Papa pareció pasarlo mejor fue en la escuela de Nuestra Señora Reina de los Ángeles, de Harlem, que atiende a alumnos de familias modestas e hijos de inmigrantes. (…) Francisco se desenvolvió bien prácticamente en todas partes en este viaje, pero en ninguna otra ocasión era más él mismo”.

Allen concluye de este viaje que la “luna de miel” de Francisco no ha terminado. “Hubo expresiones o gestos en el viaje que podrían haber causado problemas a otros pontífices: la referencia algo despectiva a las ‘monjas lloronas’ en Cuba, por ejemplo, o su lenguaje bastante duro sobre libertad religiosa, o que, pese a haberse reunido en privado con víctimas de abusos sexuales, ha dicho muy poco en público sobre estos escándalos. Nada de eso, sin embargo, ha hecho mella en su fama de ‘Papa del pueblo’ (…) desmintiendo la creencia convencional de que todas las lunas de miel acaban algún día”.

“Empleó suavidad para transmitir un mensaje conciliador sobre temas polémicos como inmigración, cambio climático o desigualdad”

Por encima de disputas políticas

En sus crónicas al término del viaje, tanto el New York Times como el Wall Street Journal destacan que Francisco supo mantenerse por encima de las disputas políticas norteamericanas. “Empleó suavidad para transmitir un mensaje conciliador sobre temas polémicos como inmigración, cambio climático o desigualdad”, dice Francis Rocca en el Wall Street Journal. Al predicar el diálogo a un país profundamente dividido, “privó tanto a liberales como a conservadores de citas que pudieran utilizar después en provecho de sus respectivos intereses”. Antes del viaje a EE.UU., añade, las contundentes palabras del Papa sobre capitalismo, justicia social y cambio climático, especialmente en su visita a Bolivia en julio pasado, provocaron división de opiniones. “Pero al llegar a EE.UU., dejó atrás ese lenguaje, y es notable que apenas hiciera referencia al capitalismo, menos para alabar el ‘espíritu de empresa’”. También “pasó de puntillas sobre cuestiones éticas muy delicadas, como el matrimonio homosexual, el aborto y el divorcio”. Pero aprovechó su “principal ocasión de hablar a la gente corriente” para hacer “una apasionada defensa de la familia tradicional como unión monógama de un hombre y una mujer”.

Muestra de las reservas que suscitaba el Papa en EE.UU. es un comentario de Peggy Noonan en el mismo diario. Según ella, hay dos Franciscos. El que ella admira es el que abraza a un enfermo deforme, compara la Iglesia con un hospital de campaña, practica y predica la misericordia… El que menos le gusta es “el que apoya programas políticos seculares, el que reprueba el capitalismo en términos tan contundentes como imprecisos”. “En realidad, no parece saber mucho de capitalismo o mercados”. Por eso Noonan se sintió aliviada, dice, al comprobar que su discurso al Congreso fue espiritual, no político. De todas formas, añade: “Se puede creer que hay dos Franciscos y aun así sentir afecto y admiración por este hombre que defiende tantas cosas buenas y procura alentar al bien. Que es grande en tantos aspectos. Que ha llenado el mundo con una gran dosis de dulzura y se ha ganado el afecto y el respeto de no católicos en todo el mundo”.

Ideales

También Jim Yardley y Laurie Goodstein en el New York Times señalan que Francisco mostró tener mano izquierda para moverse en el contexto político norteamericano. Y ven especialmente su enfoque conciliador en que “aconsejó a los obispos a emplear un lenguaje menos duro, ser menos críticos y mostrarse más acogedores en la Iglesia y en la sociedad”. Así, “no mencionó el matrimonio homosexual –al que se opone–, pero su mensaje, dicen algunos analistas, era que los obispos deberían centrarse menos en esos temas y más en atender a las familias católicas”.

Sin embargo, los propios autores del artículo se centran en esos temas, al describir la finalidad del próximo sínodo de los obispos diciendo que es para “discutir cómo tendría la Iglesia que afrontar asuntos como la homosexualidad y el divorcio”.

“Francisco ha conseguido una respuesta entusiasta en todos los sitios en los que ha estado y una cobertura de los medios muy positiva”

No dividir el mundo en buenos y malos

En cambio, Daniel Henninger, comentarista del Wall Street Journal, no cree que Francisco haya logrado mantenerse al margen de la política. Sus declaraciones sobre el cambio climático y su respaldo a las medidas de Obama contra la contaminación inevitablemente juegan a favor del gobierno norteamericano. Aunque el Papa es independiente, “no puede evitar que otros se apropien de él para sus fines y planes políticos”. “Por una parte, Francisco se presta a ser fotografiado sonriente mientras estrecha la mano de Fidel Castro, opresor durante décadas de los católicos de su país. Pero luego el Vaticano no quiere que fotografíen al Papa con una famosa monja abortista invitada por la Casa Blanca. Barack Obama juega duro. Su Departamento de Justicia ya había demandado a las Hermanitas de los Pobres, opuestas al aborto”.

Henninger advierte: “En estos tiempos, la política –que convierte a cualquier personaje público en una celebridad– es más tensa, polarizada y arriesgada que nunca”. Y concluye: “La popularidad de Francisco sigue siendo grande, pero también lo son los peligros a que se expone con su actual proceder. Lo que quieren muchos de sus nuevos amigos políticos es que el Papa les ‘bendiga’ su política. El mensaje espiritual de Francisco sería totalmente secundario. Ellos no estarán con él en Filadelfia”.

Para el periodista australiano Michael Cook, esas interpretaciones políticas del Papa responden a la actitud contra la que el propio Francisco previno en su discurso al Congreso: “El reduccionismo simplista de ver solo bien o mal, o, si lo prefieren, justos y pecadores”. “Aunque distan de ser los únicos –comenta Cook–, los norteamericanos están especialmente inclinados a dividir el mundo en buenos y malos, en liberales y conservadores, en amigos y enemigos de EE.UU. Tener claramente definidos a los enemigos hace que el mundo sea más fácil de entender y de confrontar”.

El Papa no encaja en la división en bandos de las “guerras culturales”. “Francisco tiene una estrategia completamente distinta para cambiar la cultura. En vez de polémicas, quiere que los católicos ofrezcan el testimonio de una vida cristiana coherente. En vez de denuncias, quiere que se abran a un diálogo personal con los contrarios”.

“Este estilo –concluye Cook–, que da preferencia a la gracia frente a la retórica, al diálogo frente a la confrontación, y a la amistad personal frente a los debates mediáticos, es más difícil que leer la cartilla desde la tribuna. Pero así fue como el cristianismo triunfó sobre los dioses romanos. ¿Por qué no podría funcionar otra vez?”.

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