La escuela francesa se abre a la diferencia

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Los problemas del colegio único y de la escuela mixta
En los últimos meses se ha producido en Francia un conjunto de noticias que indican una mayor atención a la diferencia por parte de un sistema educativo fuertemente centralizado. Prueba de ello es la desafección de los profesores por el colegio único en la secundaria; el deseo de renovación pedagógica de la enseñanza privada para adaptarse a las necesidades de los distintos alumnos; y la creciente conciencia de que la enseñanza mixta, lejos de lograr sus objetivos, está siendo origen de muchas dificultades en las relaciones entre chicos y chicas.

En noviembre de 2002 hacía sonar las alarmas un sondeo de opinión, organizado por FSU, la principal federación sindical en la enseñanza, y realizado con la ayuda del conocido instituto demoscópico Sofres (cfr. servicio 158/02). Profesores, padres y alumnos pensaban que la escuela está cumpliendo sus misiones básicas en materia de lectura, escritura, cálculo y acceso a la cultura general. Pero consideraban que fracasaba estrepitosamente en preparar para la vida profesional y reducir las desigualdades sociales: a juicio del 75% de los docentes, contribuía a corregirlas un poco, pero sin modificar lo esencial.

Un dato muy significativo es que el 66% de los profesores consideraban que el collège único, que imparte la misma enseñanza a todos los alumnos entre los 11 y los 15 años, es inviable en la práctica, por la distinta formación e intereses de los alumnos. Se imponía una conclusión inesperada: la conveniencia de abandonar el principio igualitario del colegio único.

Un mito en la «escuela republicana»

Los sindicatos siguen batallando para que el Estado dedique más recursos económicos a la enseñanza. Pero no cierran filas ante la posible reforma del sistema. De este modo, el ministerio de Luc Ferry podría introducir retoques y establecer diferencias de orientación escolar a partir de los 13 años, sin que se transforme en un casus belli, como sucedió en España ante la ley de calidad de la enseñanza. Al fin y al cabo, el colegio único fue introducido en Francia en 1975 por la derecha, y ha sido defendido tradicionalmente por la izquierda y los sindicatos. Hasta ahora.

Porque, para muchos, la unificación se había convertido en una de tantas ficciones republicanas: escrita en los textos, la igualdad era negada en la práctica diaria por la existencia de clases de nivel y, sobre todo, por la extensión creciente de diferencias de unos centros escolares a otros, especialmente los situados en zonas de educación prioritaria o sensibles. En clases heterogéneas de hasta treinta alumnos, resulta prácticamente imposible desarrollar un trabajo didáctico que aproveche a todos. En algunos establecimientos escolares, las aulas son ingobernables cuando, a la diversidad de intereses y aptitudes, se añade la desorientación de los adolescentes, la creciente agresividad y las conductas inadaptadas. La promoción automática a cursos superiores de ningún modo oculta el gran fracaso escolar.

En esa línea trabaja Luc Ferry: en vez de rechazar el debate sobre la pervivencia del colegio único, prefiere conceder competencias a las autoridades académicas de cada centro, para que decidan en función de la situación concreta la posibilidad de implantar esas nuevas orientaciones hacia el descubrimiento de oficios y la preparación para la vida profesional.

Harán falta, sin duda, más medios económicos y recursos humanos para dividir las grandes clases en tantos grupos pequeños homogéneos como sea necesario, así como para instituir de veras la tutoría, el diálogo personal entre profesor y alumno. Tal vez así se consiga también revalorizar socialmente la formación profesional, opción adecuada para muchos en función de cualidades y aficiones, y no, como tantas veces, porque no queda otro remedio.

Renovación pedagógica en el sector privado

Así lo entiende también la enseñanza no estatal, a la que dedicaba la revista Le Monde de l’Éducation (diciembre 2002) un dossier titulado El nuevo credo de la escuela privada. Este sector escolariza al 19% de los alumnos en Francia (un total de 1.917.890, en 8.213 establecimientos escolares), aunque se suele decir que uno de cada dos ha pasado algún tiempo en centros privados, por el zapping escolar debido a traslados o a intentos de superar dificultades concretas. Con frecuencia, se los identifica con centros católicos, pues, de hecho, el 95% de las escuelas privadas responde a esa identidad confesional.

Este sector se caracteriza hoy por un gran impulso de renovación pedagógica, unido a la reafirmación de su propia identidad. En la Francia laica de 2003 la escuela católica está pacíficamente aceptada y plenamente integrada en el servicio público de la educación nacional, a través de los contratos de asociación, que llevan muchos años de vigencia desde la ley Debré de 1959, y los acuerdos de 1992 entre Jack Lang y la enseñanza católica. Sus líderes han apostado por la innovación, conscientes de que hay mucho que modificar y adaptar, no sólo en educación cívica o formación de valores, sino en horarios, jornadas, distribución de programas y materias, enfoque multidisciplinar.

Como recuerda Le Monde de l’Éducation, las escuelas católicas han marcado históricamente el progreso educativo en Francia: menciona, sin pretensión de exhaustividad, a la Compañía de Jesús, a los Hermanos de las Escuelas Cristianas, fundados por Jean-Baptiste La Salle (1651-1719) o, en fecha más reciente, los Salesianos de San Juan Bosco.

Sin embargo, habrá que convencer a los padres, pues la innovación no está entre las prioridades que buscan en la escuela privada. Más bien piensan en la competencia de los profesores y en la exigencia y control de los alumnos, para asegurar el éxito escolar de sus hijos. Incluso la motivación religiosa es minoritaria. Pero, como afirma Eric Raffin, presidente de la Unión nacional de asociaciones de padres, además de atender a los objetivos educativos generales que pretende la familia, la escuela debe centrarse más en su especificidad, en la inspiración religiosa de su proyecto educativo: «¿Qué sería la enseñanza católica si no fuere católica? No quiere ser exclusivamente privada».

¿Proteger a los chicos de los fallos de la coeducación?

En este contexto de búsqueda de revisiones y reformas, se inscribe también el dossier dedicado por Le Monde de l’Éducation, en su primer número de 2003, a los efectos perversos -en el sentido sociológico del término- de la coeducación escolar. Si antes se hacía sobre todo hincapié en la igualdad entre los sexos, ahora lo que preocupa es la inadaptación de los chicos en el ambiente escolar.

La redactora jefe de la revista, Brigitte Perucca, presenta el trabajo explicando que puede parecer una provocación, pues las chicas siguen recibiendo una orientación deficiente, que les lleva a escoger salidas con menos futuro a pesar de sus mejores calificaciones; además, continúan siendo víctimas de violencias sexistas. Pero forzoso es reconocer la realidad de las distorsiones que presenta el sistema, especialmente en centros escolares de zonas socialmente desfavorecidas.

Las razones de la escuela mixta

El movimiento de revisión no quiere abandonar la escuela mixta sino resolver las disfuncionalidades. El propio sector privado ha lanzado la campaña réussir la mixité. En el fondo, unos y otros prescinden de criterios ideológicos o morales, y parecen aceptar el curso de los acontecimientos. Algunos recuerdan que la escuela mixta se fue imponiendo a partir de los sesenta, hasta hacerse obligatoria en el sector público con la ley Haby de 1975. No se trataba tanto de lograr un objetivo igualitario, como de resolver problemas de falta de locales y escasez de profesores. Esas razones -económicas, organizativas- han determinado también en otros países, como España, la progresiva implantación de la coeducación en centros confesionales.

Casi todos los centros con educación diferenciada en Francia son estrictamente privados, sin contrato de asociación: 44 escuelas de primer grado funcionaban en 1999-2000 sólo para chicos (32) o chicas (12); en el segundo grado, 173 establecimientos escolarizan en 2002-2003 a sólo alumnos (90) o alumnas (83), según la información recogida por el diario Le Monde (9 enero 2003). Pero no hay obstáculo jurídico en el caso de los centros asociados al servicio nacional de educación, que pueden mantener su propio proyecto pedagógico.

Cuando decae el rendimiento escolar

A pesar de la casi total mixité, hay muchos síntomas de que algo no funciona como es debido. Así lo detectó el difundido estudio PISA de 2001 para el conjunto de los países de la OCDE (ver servicio 171/01). A igualdad de edad y condiciones, el rendimiento escolar es superior entre las alumnas, especialmente en los ámbitos relacionados con el aprendizaje de la lengua. El fracaso escolar de muchos chicos pone en peligro la cohabitación de ambos sexos en la escuela. El adolescente, más inmaduro que las chicas, vive más bien como dominado por ellas en los primeros años de colegio y reacciona a la contra con excesos de violencia: con gestos que más que afirmar la virilidad, pueden considerarse propios de un virilismo machista, que dificulta la convivencia en la escuela y en la sociedad.

En realidad, como muestran diversos estudios psicológicos, la socialización es diferente en ellos y ellas. En el varón predomina la búsqueda de independencia y el aprendizaje del poder o dominio. De ahí la mayor conflictividad latente con el profesor. En todo caso, basta observar la tendencia espontánea de unos y otras a agruparse a un lado u otro de la clase, o en las distintas zonas de las áreas de recreo. Según Nicole Mosconi, profesor de pedagogía en París-X-Nanterre, la escuela mixta refuerza los estereotipos en la diferenciación sexual.

Feminización del profesorado

No es ajeno al problema el exceso de profesoras en el conjunto del sistema. En el primer grado, alcanza el 78,4%. Pero también se imponen en los colegios de secundaria con el 63,4%. No deja de tener una gran influencia en la maduración personal de los adolescentes, sobre todo, cuando aumenta el número de los que han crecido sin padre, educados sólo por la madre.

De todos modos, las diferencias entre chicos y chicas en materia de rendimiento académico siguen siendo favorables a ellos en los ambientes socialmente privilegiados: sobre los muchachos se ejercen una gran presión para que no pierdan la oportunidad de elegir y conseguir las salidas de mayor prestigio. Sucede al contrario en los ambientes populares, donde se prima la fuerza y la agresividad de los varones, que tienden a despreciar como feminoide la adecuada atención al trabajo intelectual.

Estereotipos y discriminaciones

Pero la degradación de las relaciones mutuas no se reduce a las barriadas populares. Aparece en establecimientos públicos y privados, en el centro de la ciudad y la periferia. «No es raro que las chicas sean objeto de insultos sexistas en los pasillos de los establecimientos», lamenta Alain Monnot, consultor del Ministerio de Educación Nacional. Hasta el punto de que el anterior Gobierno tuvo que adoptar en febrero de 2000 una convención interministerial para promover la igualdad de oportunidades entre chicas y chicos. En noviembre se publicaba un documento del Ministerio de Educación titulado En la escuela, el colegio y el liceo: de la mixité a la igualdad. El texto animaba a los profesores a debatir con los alumnos los comportamientos estereotipados y discriminatorios entre los sexos.

Más allá de ideologías, los sistemas educativos se enfrentan hoy con el reto -ciertamente caro- de asumir las distancias, incluidas las de género, para avanzar en integración social. La uniformidad parece haber agotado lo mejor de sí misma en un sistema que escolariza a todos, también a los hijos de los inmigrantes recién llegados. Hoy se impone dar cauce a las diferencias, justamente para erradicar en lo posible la exclusión o las marginaciones.

Una clase solo para ellos/as

Le Monde de l’Éducation informa de que también en Québec existe una inquietud grande, desde que en 1998 un informe mostró que el 41,3% de los chicos abandonaba la enseñanza secundaria sin conseguir el correspondiente diploma, frente al 26% de las chicas. El prestigioso Consejo superior de la educación tomó cartas en el asunto, y llegó a conclusiones alarmantes.

Se estima necesaria una radical reforma pedagógica. De momento, algunas escuelas han comenzado a separar a chicos y chicas para los cursos de ciencias o la enseñanza deportiva. Aunque no se plantean sustituir la escuela mixta, el Consejo de la educación ha propuesto posibles soluciones en esa línea: «Habida cuenta de la dinámica que rodea la constitución de la identidad sexuada, se justifica la posibilidad de crear, a título experimental, clases separadas en función del sexo de los alumnos para el aprendizaje de la lectura y la escritura, además de los cursos de ciencias aplicadas y matemáticas». El Ministro de Educación de Québec está considerando esa opción.

En EE.UU. la Administración Bush derogó en mayo de 2002 la obligación establecida legalmente en 1972, y autorizó a los distritos a abrir escuelas públicas no mixtas, las same sex schools. Ha destinado más de tres millones de dólares a financiar programas experimentales en esa línea (cfr. servicios 67/02 y 122/02).

Aunque se opusieron las feministas radicales de la Organización Nacional de Mujeres (NOW), otras feministas, como Hillary Clinton, estiman que la iniciativa será beneficiosa, especialmente para las chicas. La senadora destaca el ejemplo emblemático de la Young Women’s Leadership Academy, de East Harlem: abierto en 1996, este centro consigue tasas de éxito del 100% en los tests de inglés, frente a la media del 42% en Nueva York. Aunque el 90% de las alumnas proceden de familias sin estudios, el instituto ha logrado que todas lleguen a la Universidad los dos últimos cursos (salvo una, que prefirió ingresar en la Marina). Según afirma la corresponsal de Le Monde en Nueva York (9 enero 2003), las nuevas escuelas diferenciadas reciben un apoyo variado, que incluye a republicanos conservadores, neofeministas e investigadores progresistas.

Por ahora, frente a los 400.000 alumnos de escuelas privadas, el número de escuelas públicas no mixtas resulta débil: sólo 47 establecimientos ofrecen una separación total o parcial. La Administración republicana afirma que defiende así la libertad de elección de los padres, argumento no ocioso en un país que ha lanzado en los últimos años las charter schools, que gozan de una amplia autonomía, y ha favorecido el movimiento de homeschooling, la educación en casa.

La investigación pedagógica ha profundizado estos últimos años en las diferencias de aprendizaje y formación entre los sexos. Se trataría de capitalizar educativamente esas diferencias, según explica el médico y psicólogo Leonard Sax, presidente de la Asociación nacional para la educación pública no mixta. Si la enseñanza diferenciada presenta ventajas, añade, «¿por qué reservarla a los hijos de los padres que pueden pagar los gastos de escolaridad en los centros privados?».

Salvador Bernal

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