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La conversión de Bernard Nathanson

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El Dr. Bernard Nathanson, en otro tiempo conocido como «el rey del aborto», pasó a ser un destacado militante pro-vida en Estados Unidos cuando se convenció de que el feto es un ser humano. Ahora se va a convertir al catolicismo. Julia Duin relata este proceso en The Washington Times (27-III-96).

(…) Esta primavera, el Dr. Nathanson, de 69 años, coautor del influyente libro Aborting America, será bautizado dentro de la Iglesia católica. (…) El nuevo libro del doctor Nathanson, The Hand of God, detalla las razones de su conversión (…).

El temor al Juicio Final, temor al que no le había preparado su formación judía, le llevó a la teología católica, que da acogida a la culpa en el sacramento de la confesión. Con éste se obtiene la absolución impartida por un sacerdote, humano como el penitente, que puede asegurarle que está limpio y «que alguien -escribe- murió por mis pecados y mi maldad hace dos mil años. El Dios del Nuevo Testamento se me aparecía como una figura amable, magnánima, incomparablemente tierna, en quien yo podía buscar, y al fin encontrar, el perdón que había buscado tan desesperadamente, durante tanto tiempo».

El punto de inflexión en el proceso que le ha llevado al catolicismo se produjo en una manifestación contra el aborto, organizada por Operación Rescate, frente a una clínica de Planned Parenthood en Manhattan. Era un frío día de invierno en 1989, y el doctor Nathanson estaba allí con objeto de reunir información para un artículo sobre la moralidad de ese tipo de acciones. Ver a 1.200 manifestantes rezando y cantando, rodeados por periodistas y policías aparentemente hostiles, le llevó «a preguntarme seriamente qué clase de fuerza indescriptible les movía a hacer eso. Por primera vez en toda mi vida adulta, comencé a considerar en serio la idea de Dios».

Nathanson llevaba implicado en el aborto desde 1945, cuando persuadió a su novia para que abortara al hijo de ambos.

Años más tarde, entre un matrimonio y otro, dejó embarazada a otra mujer, y él mismo abortó al niño. En ese momento, ya había fundado lo que se convertiría en la National Reproductive and Abortion Rights Action League, y durante un tiempo dirigió la mayor clínica abortista del país.

Con la llegada de los ultrasonidos a comienzos de los años 70, Nathanson comenzó a cuestionarse la moralidad de abortar algo que podía ver moviéndose en el útero. Poco a poco fue creciendo su rechazo del aborto, y acabó uniéndose a los pro-vida a principios de los años 80, con la película El grito silencioso (The Silent Scream). Esta filmación por ultrasonidos del aborto de un niño le ganó la animadversión de sus antiguos aliados abortistas.

También comenzó a cuestionarse su propia vida. Una posibilidad era suicidarse, no sólo por los abortos que había realizado, sino también por sus tres matrimonios fracasados, por haber violado el juramento hipocrático -que prohíbe el aborto- y por no haber sido un buen padre para su hijo Joseph, que ahora tiene 30 años.

«Sentía cómo la carga del pecado se hacía más pesada y agobiante» (…). Nathanson descubrió que su formación judía no le ayudaba a enfrentarse con el concepto de pecado. «Esto no significa que condene la religión judía -dijo en una entrevista-; sólo que en ella yo no encontré lo que necesitaba». (…)

Poco después de la manifestación de Operación Rescate, comenzó a estudiar testimonios de conversos. Leyó y releyó a Stern, Malcom Muggeridge, Walker Percy, Graham Green, C.S. Lewis, Simone Weil, Richard Gilman, Pascal y al cardenal Newman.

Se tomó un año libre para asistir a cursos en el Instituto Kennedy de Ética, de la Universidad de Georgetown, y comenzó a verse con el sacerdote John McCloskey, del Opus Dei. «Él había sabido que yo estaba acercándome al catolicismo. Me buscó y comenzamos a charlar semanalmente -dice el doctor-. Vino a mi casa y me trajo material para leer. Me guió por el sendero que me ha conducido adonde estoy ahora. Le debo más que a ninguna otra persona». (…)

[Sobre su próximo bautismo, dice:] «Quedaré libre del pecado. Por primera vez en mi vida, sentiré el abrigo y el calor de la fe».

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