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La brecha religiosa del “trumpismo”

publicado
DURACIÓN LECTURA: 4min.

Casi tres cuartas partes de los votantes de Trump se declaran protestantes o católicos. Pero una cosa es considerarse un cristiano cultural, y otra que la fe influya de verdad en las opiniones y la vida diaria.

Se da la paradoja de que, en el llamado “cinturón bíblico”, Trump ha conectado especialmente bien con votantes menos religiosos, como explica a la periodista Maggie Haberman un estratega demócrata de Luisiana.

Y uno de los grupos que más jalea al presidente es la alt-right, que gusta definirse por oposición a la derecha conservadora y religiosa. La “derecha alternativa” ha reunido en un mismo movimiento a jóvenes libertarios que pululaban por la Red en busca de bronca con los “reconstructores de la identidad blanca”. Entre sus enemigos declarados está el cristianismo, al que reprochan que predique la igual dignidad de todos los seres humanos, así como un “altruismo patológico” que debilita a Occidente.

La práctica religiosa no es el rasgo más característico de la mayoría de los votantes de Trump. Cuando lo es, la fe actúa como un moderador de las posiciones extremas en temas como la raza, la identidad o la inmigración. Lo documenta Emily Ekins en un artículo del New York Times que utiliza datos de un estudio que realizó para el Democracy Fund Voter Study Group.

Desde principios de los años noventa, explica, “el porcentaje de republicanos blancos que no se identifican con una confesión religiosa se ha triplicado”, lo que está en sintonía con el aumento de los “sin religión” en el país. “Hoy solo un 31% de la coalición del presidente asiste a algún acto religioso con regularidad. El 48%, nunca o rara vez”.

Votar a Trump no significa estar de acuerdo con él en todas sus posiciones

Entre los votantes de Trump, el porcentaje de los que consideran que la desigualdad racial es un problema serio es mayor entre los que practican (un 67%) que entre los que no (49%). Lo mismo ocurre con la pobreza (un 42% frente a un 23%). En consonancia con lo anterior, la participación en actividades solidarias es mayor entre los votantes de Trump más religiosos: un 61% ayudó en un voluntariado el año pasado, frente al 20% de sus votantes que no se identifican con una religión.

Otro aspecto interesante son las diferentes actitudes ante la identidad. Ekins subraya la importancia que tiene para los conservadores el sentido de pertenencia a un grupo. Los que frecuentan la iglesia suelen satisfacer esta necesidad en las comunidades en que se integran, mientras que los no practicantes están más expuestos a la tentación de buscar un sustituto en los grupos que exaltan la raza o la nacionalidad, como hace la alt-right. Por eso, no es extraño que los votantes sin religión de Trump sean “tres veces más proclives que los practicantes a decir que su identidad racial blanca es ‘extremadamente’ importante para ellos”.

Las Iglesias moderan el debate migratorio

Los más religiosos también tienen una visión más favorable de la inmigración: “Cuanto más asisten a la iglesia los votantes de Trump, más partidarios son de ofrecer la ciudadanía a los inmigrantes que han entrado de forma ilegal al país y de facilitar el proceso migratorio, y más se oponen al muro”.

Las Iglesias cristianas se han opuesto a algunas medidas de la Administración Trump. Por ejemplo, la Asociación Nacional de Evangélicos, la Convención Bautista del Sur y la Iglesia mormona se pronunciaron a favor de los solicitantes de asilo y la reunificación familiar. Ekins no menciona a la Iglesia católica, que también denunció el decreto de Trump para reducir las admisiones de refugiados. Los obispos estadounidenses llevan años defendiendo la necesidad de hacer una reforma integral del sistema migratorio del país, algo que también han hecho destacados líderes evangélicos.

Solo un 31% de los votantes de Trump asiste a algún acto religioso con regularidad. El 48%, nunca o rara vez

La postura de estas Iglesias ya chocó hace unos años con la que defendía un nutrido sector del Tea Party. Según mostró el Pew Research Center en 2013, los republicanos que se declaraban entonces simpatizantes del Tea Party eran partidarios de posiciones más restrictivas en el debate migratorio que los republicanos a secas. Por ejemplo, el 82% de los tea partiers consideraba que regularizar a los inmigrantes que habían entrado de forma ilegal en el país equivalía a recompensar a quienes no cumplen la ley, frente al 60% de los otros que pensaban lo mismo. De ahí que fueran menos propensos que el resto de republicanos a apoyar la regularización de los ilegales que ya están dentro del país (un 54% frente al 71%).

Como se ve, votar a Trump no significa estar de acuerdo con él en todas sus posiciones. El presidente ha traído más libertad a los votantes de valores. Pero eso no significa que estos, a cambio, hayan capitulado de sus convicciones. Por eso, el consejo de Ekins a los demócratas es inequívoco: si queréis ver más moderación entre los seguidores de Trump, os conviene que haya más religión, no menos.

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