López Rodó, figura clave de la modernización española

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La prensa española se ha hecho amplio eco de la muerte de Laureano López Rodó -fallecido en Madrid el pasado 11 de marzo a los 79 años-, destacando su contribución a la modernización económica y a la transición política desde el franquismo a la monarquía constitucional.

«Primero como secretario general técnico de la Presidencia del Gobierno, luego como comisario del Plan de Desarrollo y ministro de lo mismo, como ministro de Asuntos Exteriores, embajador en Viena y, finalmente, como diputado constituyente hasta diciembre de 1978, este hombre (…) desarrolló un trabajo ingente, cuyos frutos siempre estuvieron orientados a mejorar la convivencia entre los españoles, mejorando las leyes y contribuyendo definitivamente a la creación de las clases medias, ese enorme colchón social gracias al cual el tránsito a la democracia ha sido posible», escribe Ramón Pi en ABC (13-III).

Para el historiador Javier Tusell (El País, 13-III), López Rodó «fue un personaje que se convirtió en decisivo en un régimen que nada tenía de liberal. A base de introducir reformas adjetivas, pero duraderas y racionalizadoras, consiguió estabilizarlo y conducirlo a un comportamiento más adecuado al tiempo y también modificar de forma significativa su forma de comportarse». «Se suele recordar en este sentido su papel al frente de los planes de desarrollo, pero quizá más importante fue la modificación que hizo de la legislación contencioso-administrativa a finales de los años cincuenta». «A pesar de que el régimen de Franco no cambió en lo esencial, tras pasar por las manos de López Rodó, la transición pacífica a la libertad resultó mucho más imaginable».

El economista catalán Fabián Estapé, que fue comisario adjunto del Plan de Desarrollo, destaca en La Vanguardia (12-III) la capacidad de López Rodó de aglutinar equipos y su llamada a una serie de economistas que compartían un propósito de apertura y reordenación de la economía española. Durante la vigencia de los planes de desarrollo (1964-1973), merece destacarse que «la renta nacional creció un 6% anualmente, que tuvo lugar una enorme transformación en la mayor parte de los sectores de la economía española». Pero Estapé recuerda también un rasgo no relacionado con la economía, que salió a relucir en una de sus últimas conversaciones: «Hubo un momento en el cual le dije a Laureano López Rodó que, para mí y para muchísimos miembros de mi generación y los que nos van a seguir, la aplicación de la pena de muerte constituía una cuestión clave. Me miró tranquilamente y, con la serenidad con la que replicaba siempre, me dijo: ‘Durante los meses en que yo fui ministro, de 1965 a 1973, no se ejecutó ninguna pena de muerte en España’. Vale la pena decir esto porque, en estos momentos, ha de quedar claro que López Rodó fue algo más que el hombre que impulsó los planes de desarrollo».

El periodista Joaquín Bardavío, en un extenso obituario en El Mundo (12-III) subraya, entre otras cosas, su papel en la sucesión a Franco. Con la Ley Orgánica del Estado «separa los poderes del Jefe del Estado e institucionaliza los mecanismos sucesorios. Presiona al vicepresidente Carrero y al ministro de la Gobernación, Camilo Alonso Vega, muy cercano a Franco, para que éste se decida a dar el paso de designar al Príncipe Juan Carlos como sucesor a título de Rey, lo que se produciría en julio de 1969. Desde ese momento hasta la muerte de Franco, López Rodó se convirtió en uno de los principales apoyos del futuro monarca dentro del régimen».

Entre sus rasgos personales destaca Bardavío: «Miembro numerario del Opus Dei, en el que ingresó muy joven, y procedente de una acomodada familia de industriales catalanes, fue un hombre absolutamente austero, de severa disciplina en todas las facetas de su vida».

Bardavío considera que López Rodó «fue, como tantos hombres de su época, un posibilista». «Contribuyó a cimentar los dos factores que facilitaron la tan admirada transición española: un nivel de vida desalentador de violencias y el testamento de la Sucesión».

Gaspar Ariño, catedrático de Derecho Administrativo, prefiere llamar la atención (ABC, 12-III) sobre otro aspecto en el que López Rodó mostró su categoría: «Cuando tras tantos años de altas responsabilidades públicas supo volver, cada mañana, con la alegría y la ilusión de siempre, al modesto trabajo de abogado. Hace falta mucha grandeza y mucha humildad, al mismo tiempo, para hacer esto sin pestañear».

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