Juan Pablo II, un amigo de África

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Lagos. Juan Pablo II es el único Papa al que han conocido muchos africanos. Hizo doce viajes a África y visitó 40 países. En Nigeria estuvo dos veces: en 1982 y en 1998.

Con un alto porcentaje de musulmanes, el amor al Papa está presente en Nigeria entre gentes de distintas religiones. Es «nuestro Papa» para todos, y todos hacen duelo por su muerte, con independencia del credo.

El presidente Obasanjo decretó un día de luto oficial, el 8 de abril, con motivo del entierro del Papa. Muchos nigerianos dejaron de trabajar para ver las exequias por televisión.

En su segunda visita a Nigeria, Juan Pablo II «dijo la verdad a los poderosos», como recordaba la semana pasada un periodista en un importante diario. El segundo viaje del Papa llegó en un momento muy delicado, la dictadura del general Sani Abacha, con un nivel de derechos humanos muy bajo. Al llegar el Papa, muchos nigerianos prominentes estaban en prisión, a punto de ser ejecutados. Juan Pablo II abogó por ellos, aunque no estaba claro que el dictador fuera a ceder. Pero lo hizo. El actual presidente de Nigeria no duda a quién le debe la vida.

Osita Chidoka, secretario del comité interministerial que preparó la visita del Papa en 1998, ha escrito en un popular diario: «La intensidad de la presión de la gente de todas las religiones que quería estrechar la mano del Papa -incluidos los miembros de la familia del general Abacha- no hizo más que reforzar mi sensación de que Juan Pablo II transformó su posición religiosa y política en una inmensa fuerza moral capaz de provocar un cambio vital».

El presidente Obasanjo hizo pública su gratitud al Papa durante una misa a la que asistieron 20.000 fieles. Obasanjo declaró: «Mi familia y todo el país hacen duelo por la muerte de Su Santidad el Papa Juan Pablo II. Tenemos numerosas razones para apreciarle. Para empezar, que él mismo nos tenía cariño. En segundo lugar, dejó todo para venir a visitarnos varias veces. Por último, rezó por nuestro país y, cuando yo estaba sentenciado a muerte, abogó por mi causa. Me consuela que ha dejado una huella indeleble en las arenas del tiempo».

Alhaji Abdulwahab Abdul Rahman, presidente de la sociedad islámica NASFAT, que cuenta con muchos seguidores, afirmó que «si bien Juan Pablo II fue el líder del mundo cristiano católico, nosotros en NASFAT reconocemos que su impacto se dejó sentir en todo el mundo como un símbolo de la paz y como un impulsor de la armonía religiosa».

Los nigerianos lamentamos colectivamente la pérdida, pero al mismo tiempo sentimos que el Santo Padre ha unido a los 120 millones de habitantes de este país por encima de las diferencias. Confiamos en que este legado perdure.

Eugene Agboifo Ohu«Atleta de Dios»

Johannesburgo. «El atleta de Dios ahora encuentra la paz tras correr una larga carrera», decía de Juan Pablo II el «Star», uno de los periódicos de mayor tirada en Sudáfrica. Reconocido por muchos como líder en el campo de la paz pero también por su espiritualidad, para los países de África el Papa es símbolo de amor y de compasión ante el necesitado.

En los países del Sur de África -Zimbabue, Lesotho, Suazilandia y Mozambique-, su visita de 1988 dejó una profunda huella. Especialmente en Mozambique, donde las dos facciones opuestas que estaban en guerra en esos momentos declararon un alto el fuego para que los fieles se pudiesen congregar. Sudáfrica, que seguía con el régimen de «apartheid», tuvo que esperar hasta 1995 para poder escuchar al Papa.

Desde ese momento el Papa es una persona más cercana. «Mientras que muchos de nosotros -decía en su discurso de condolencia por la muerte del Papa Clayton Wakeford, en representación del gobernador de Ciudad del Cabo- diferimos con algunos aspectos de sus enseñanzas, nadie puede cuestionar la compasión y humildad en su ministerio, con el que se preocupó por el mundo entero. Su ejemplo de coraje, fortaleza, fe y sacrificio personal son de gran valor para todos nosotros».

Lo que llama mucho la atención es que la gente corriente ha palpado la partida del Papa como un hueco dejado en el mundo por un hombre que supo darse hasta el final, que supo ofrecer con valentía el testimonio de su fe, que demostró con palabras y hechos el valor del sufrimiento y la dignidad del enfermo. En los días posteriores a la muerte del Papa, en la calle, en los medios de comunicación y en las oficinas fue el tema de conversación, con el casi unánime convencimiento de la santidad de Juan Pablo II.

Águeda ColomAlentó la democracia

Kinshasa. Los medios de comunicación internacionales son unánimes al reconocer que gracias a Juan Pablo II cayó el telón de acero que dividía Europa. Pero rara vez hablan de la importancia de su acción para finalizar con las dictaduras y con la guerra fría en África, en beneficio del proceso democrático.

Tras la caída del Muro, se organizaron conferencias nacionales en África bajo los auspicios de las conferencias episcopales católicas (en Benin, en la República Democrática del Congo, en el Congo-Brazzaville, etc.). Aunque los resultados fueran modestos, puede decirse que los africanos empezaron a soñar con la democracia gracias a Juan Pablo II.

La R.D. del Congo fue visitada en dos ocasiones (1980 y 1985) por Juan Pablo II. El Papa no se limitó a visitar la capital, Kinshasa, sino que fue a las provincias de Katanga y Oriental. El anuncio de la muerte de Juan Pablo II causó particular emoción entre los habitantes de la provincia Oriental, que lo llamaban «el Papa de los boyomais» (gentilicio de los habitantes de la provincia).

Para el congoleño medio, el Papa era un hombre del pueblo y de los pobres, al mismo tiempo que exigente en las virtudes, para las que ponía como ejemplo a los mártires congoleños sor Anuarite Nengapeta e Isidore Bakanja, beatificados por él.

Kudura Kasongo, portavoz del presidente Joseph Kabila, declaró: «Me acerqué al Papa cuando beatificó a sor Anuarite [en 1985], para ver el reloj y los zapatos que llevaba, y me quedé sorprendido de lo modestamente que vestía para ser un personaje de su talla. Entonces comprendí que era un hombre muy sencillo, un modelo de desprendimiento».

Testimonios semejantes de no católicos aparecidos en los medios de comunicación indican que Juan Pablo II no es propiedad privada de sus fieles sino patrimonio de la humanidad en la búsqueda de la paz, y la promoción y defensa de la vida.

Philémon Muamba Mumbunda

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