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Gaudí, el arquitecto de la naturaleza

publicado
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Año Internacional Gaudí
El 150 aniversario del nacimiento de Antoni Gaudí (1852-1926) ha sido elegido para celebrar el Año Internacional Gaudí. Se han programado exposiciones, conferencias, novedades editoriales, visitas guiadas, espectáculos en algunos lugares gaudianos, series de dibujos animados, obras de teatro, óperas. A la vez, sigue adelante la causa de beatificación del arquitecto del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, en cuya cripta reposan sus restos.

«Dios quiera que el Año Gaudí acabe cuanto antes». Es el comentario humorístico que comparten dos de los más reconocidos expertos en Gaudí, los arquitectos Joan Bassegoda y Jordi Bonet. Conservador de la Real Cátedra Gaudí y arquitecto-director de la junta constructora de la Sagrada Familia, respectivamente, Bassegoda y Bonet no dan abasto para atender a múltiples demandas: una televisión japonesa, una entrevista de un periódico noruego, una mesa redonda en Madrid, una conferencia en Taipei, una visita guiada para un grupo de arquitectos canadienses… Si habitualmente las obras de Gaudí en Barcelona reciben más de un millón y medio de visitantes, este año se esperan cuatro millones.

En una reciente mesa redonda, organizada por el Colegio de Arquitectos de Madrid, Joan Bassegoda sostuvo que «el secreto de la seducción de la arquitectura de Gaudí puede encontrarse en que buscó las soluciones técnicas de sus construcciones directamente en la naturaleza. Por eso Gaudí no pasa de moda, no cansa, sigue admirando. Es llamativa la reacción de los niños ante las obras de Gaudí, que perciben una naturaleza que, de pronto, parece que se echa a andar. Se sienten cautivados. Quizás su arquitectura está fuera del tiempo y se resiste a ser encasillada en una tendencia o una escuela concretas, porque no se propuso hacer arte, sino formas funcionales y útiles».

Belleza y funcionalidad

Le Corbusier, que visitó Barcelona en 1928, escribe sobre Gaudí, especialmente impresionado por la cubierta de las Escuelas de la Sagrada Familia: «Este hombre hace lo que desea con la piedra, con un control formidable de las estructuras. Entre los hombres de su generación, tiene la fuerza arquitectónica más grande». La opinión de otros arquitectos, como el catalán Óscar Tusquets, apunta a hacia un singular sincretismo: «La obra de Gaudí es anarquía supeditada a rigor, onírica locura supeditada a racionalidad, vanguardismo supeditado a tradición (…) y viceversa». «Nadie como él concilió la lógica formal de la construcción con la libre expresión de ideas y sentimientos», ha declarado uno de los arquitectos españoles de prestigio internacional, Rafael Moneo.

«Gaudí -señala Bassegoda- venía de una familia de menestrales, más concretamente batidores de cobre y caldereros. No poseía la formación profesional que caracteriza a las familias de arquitectos. Este dato es muy importante, porque Gaudí nunca se preocupó de la opinión que la comunidad arquitectónica pudiera tener de sus obras».

Unas fiebres reumáticas, padecidas en la infancia, aconsejaron largos veranos en una pequeña casa de campo en Riudoms. Allí pudo contemplar con pausa y detenimiento la naturaleza en versión mediterránea. El futuro estudiante de arquitectura pudo empaparse de las bellísimas formas presentes en los reinos mineral, animal y vegetal. Gaudí tuvo siempre una gran capacidad para observar la naturaleza sin prejuicios. Esto le permitía ver las cosas tal cual son, y no como a veces los hombres quieren que sean. Una rosa tiene color brillante y agradable perfume, no para inspirar a poetas o pintores, sino para atraer a los insectos y favorecer la reproducción de la planta. Un propósito absolutamente funcional.

Lección de naturaleza

Más adelante, ya arquitecto, Gaudí parece haber aprendido esa lección de la naturaleza, que asimilara al modo franciscano: si el arquitecto busca la funcionalidad en sus obras, acabará hallando la belleza. Si busca directamente la belleza, conseguirá encontrar la teoría del arte, la estética o la filosofía, ideas abstractas que a Gaudí no le interesaron nunca.

Si la naturaleza trabaja siempre buscando soluciones funcionales, ya que está sometida a la inexorable ley de la gravedad, es muy sabio estudiar las estructuras naturales que durante millones de años han tenido un funcionamiento perfecto. Conociendo la esencia de estas estructuras, fue intención de Gaudí llevarlas al terreno de la construcción. Por otro lado, la familiaridad de Gaudí con la forja del hierro y la carpintería le permitieron ordenar a sus operarios cosas lógicas que entendían claramente. Todo esto le dio una ventaja sobre otros arquitectos.

Casa Milá (1898-1914)

«Gaudí -apunta Bassegoda- observó que muchas de las estructuras naturales están compuestas de materiales fibrosos, como la madera, los huesos, los músculos o los tendones. Desde el punto de vista geométrico, las fibras son líneas rectas y las superficies curvadas en el espacio compuestas de líneas rectas definen la llamada geometría reglada, que se centra solamente en cuatro superficies distintas: el helicoide, el hiperboloide, el conoide y el paraboloide hiperbólico. Gaudí vio estas superficies en la naturaleza y las trasladó a la arquitectura. El helicoide es la forma que toma el tronco del eucalipto, y Gaudí lo utilizó en las columnas torsas del Colegio Teresiano; el hiperboloide es la forma del fémur, y Gaudí lo usó en las columnas de la Sagrada Familia; el conoide es forma frecuente en las hojas de los árboles, y Gaudí lo usó en las cubiertas de las Escuelas Provisionales de la Sagrada Familia, y el paraboloide hiperbólico es la forma que adoptan los tendones entre los dedos de la mano, y Gaudí lo aplicó en las bóvedas de la cripta de la iglesia de la Colonia Güell».

El futuro de la Sagrada Familia

Jordi Bonet, actual arquitecto de la Sagrada Familia y presidente de la Academia de Bellas Artes de Sant Jordi, sólo está seguro de que las obras del templo, que fue visitado en 2001 por 1.600.000 personas, no las terminará él. Siente la responsabilidad de continuar la obra magna de Gaudí, experiencia que afronta con el máximo rigor, estudiando e investigando la arquitectura de Gaudí para ser fiel a sus ideas. Asimismo, expresó que «Gaudí quería que su obra fuera continuada por otros de acuerdo con lo que él pensaba y creo que su deseo debe ser respetado».

Respecto al estado actual de las obras de la Sagrada Familia, Bonet señala que para final de este año se quieren terminar 200 metros cuadrados del templo, de tal manera que se puedan enseñar a los visitantes tal y como los había pensado Gaudí. «Aunque sólo van a ser 200 metros cuadrados de los 5.000 que tiene, nos parece que a la gente le va a gustar ver este ejemplo de lo que será todo el templo en el futuro». Actualmente se trabaja en varios lugares del templo, del que se ha construido algo más del 50%. «Nuestra ilusión es que para la celebración de los 125 años de la colocación de la primera piedra del templo, en 2007, se tengan cerradas todas las bóvedas del templo y así pueda parecer que está terminado interiormente».

Cuando le preguntan por la fecha de finalización de las obras, Bonet dice: «Yo siempre respondo a esto lo que contestaba Gaudí cuando le hacían la misma pregunta: Mi cliente no tiene prisa. Sólo estoy seguro de una cosa: que no la voy a terminar yo». Y añade que «es muy difícil saber cuándo se acabarán las obras, puesto que la Sagrada Familia se construye con donativos y nunca se sabe cuánto se va a recaudar cada año».

«En las obras -destaca el arquitecto- trabaja un centenar de personas y se utilizan desde tecnologías tradicionales a la informática arquitectónica más avanzada». «Hay gente que está en contra de que continúen las obras, pero yo pienso que si existen miles de personas que voluntariamente ofrecen su donativo para terminar la Sagrada Familia, hay que respetar esa voluntad. Si antes eran los catalanes los que sufragaban este templo y lo levantaban, ahora se construye gracias a personas de todo el mundo».

Claves de una fascinación

En respuesta a las preguntas de ACEPRENSA, María Antonia Frías, profesora de Estética en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra, se interesa por los motivos de la fascinación que despierta Gaudí. «Tiene una creatividad sorprendente que depara resultados muy originales y bellos, que apelan también a la capacidad de emocionar. Su aportación no se limita al descubrimiento de un nuevo campo formal, sino que muestra el camino para llegar a él, un camino justificado científica y técnicamente».

En el contexto del arte sacro, la profesora Frías anima a no olvidar que «la Sagrada Familia es una creación animada, además de por su genio artístico, por la fe de Gaudí. La formación doctrinal y la vida cristianas del arquitecto son imprescindibles para entender la entrega apasionada a un proyecto que supuso una magna obra colectiva que aúna artistas y artesanos bajo la dirección y el impulso de Gaudí. Las formas conseguidas resultan peculiares desde el punto de vista expresivo: siendo originales, modernas, enlazan visualmente con las formas tradicionalmente ligadas a la expresión de la espiritualidad, y por ello son fácilmente compartidas».

Capilla de la Colonia Güell (1908)

«El tiempo, en lo que a estética se refiere, juega a favor del reconocimiento de los valores más profundos de la obra de arte, que admite lecturas diversas en términos semiológicos o de comunicación. La obra de Gaudí es en primer lugar una inmediata respuesta al problema que trata de resolver, al modo de vida del cliente, y en él puede encontrar su inicial explicación, como algo que no sólo contiene esa vida sino que la representa. Es también expresión de la sociedad y cultura de su tiempo en toda su complejidad, así como de la postura personal que el autor adopta ante ella. Pero, además, la obra transciende las circunstancias de lugar y tiempo, expresando o representando ideas sobre el hombre y sus relaciones con el mundo y con Dios, que afectan a la humanidad de todos los tiempos. Ello hace que nos siga interesando también el arte que no ha sido hecho en nuestros días. En este sentido, cuanto mayor sea la hondura personal del autor, más posibilidades hay de que su arte transcienda, aunque no siempre es necesaria una intencionalidad por su parte, ya que la materia con la que trabaja tiene de por sí -como perteneciente a un mundo creado y culturizado- unas posibilidades significantes y simbólicas que son independientes de su voluntad».

«Aunque para explicar el secreto de Gaudí -concluye Frías- nos apoyemos en razones como la adecuación de las formas al comportamiento natural de las fuerzas y materias, o en cierta mímesis con la naturaleza, siempre perdura el misterio: ¿por qué unas formas quedan caducas mientras otras perduran? Explicarlo sería explicar el arte, algo que -por su propia naturaleza- nunca se puede hacer del todo, ni siquiera desde la Estética».

Gaudí hacia los altares

La Congregación para las Causas de los Santos, a solicitud del cardenal Carles, arzobispo de Barcelona, autorizó la apertura de la causa de beatificación del arquitecto en marzo de 2000, y el 12 de abril se constituyó el tribunal. Carles designó al actual párroco de la Sagrada Familia, Lluís Bonet, hermano del arquitecto que dirige la continuación de las obras del templo, como postulador de la causa.

La iniciativa de la beatificación partió de un grupo de cinco amigos encabezados por un joven arquitecto y profesor de dibujo, José Manuel Almuzara, que constituyeron una asociación pro beatificación del arquitecto, que sería el primero en subir a los altares. Completaban la asociación Josep M. Tarragona, ingeniero y biógrafo de Gaudí, el arquitecto Javier Fransitorra, el sacerdote Ignasi Segarra y el escultor japonés Etsuro Sotoo, quien, tras trabajar durante años en la Sagrada Familia y conocer la obra de Gaudí, se había convertido al catolicismo.

«Gaudí hubo de soportar -escribe Miguel Ángel Velasco en Alfa y Omega- graves calumnias: no faltó quien le acusó de drogadicto, impío, masón… y cosas parecidas. Educado en los Escolapios de Reus, durante toda su vida, tanto en su actuación personal como en sus obras profesionales, puso de manifiesto su profunda vivencia de la fe católica. Su preocupación social evidente -Gaudí llega a Barcelona en 1869, en plena efervescencia revolucionaria- se puso de relieve en su colaboración solidaria con las iniciativas cooperativistas de los obreros. Construyó la Cooperativa Obrera de Mataró. Murió atropellado por un tranvía, confundido con un vagabundo, y era uno de los arquitectos y artistas más reconocidos de su tiempo y de todo el siglo XX».

Mosén Gil Parés, que fue capellán del templo de la Sagrada Familia desde 1907 hasta 1930, dejó un testimonio en la revista El Propagador en junio de 1927: «La víspera del día en que fue atropellado le dice a un sacerdote íntimo amigo suyo: ‘Yo soy batallador por temperamento; he luchado siempre, y siempre me he salido con la mía, menos en una cosa: en la lucha contra mi genio. Con éste no logro acabar’. Característica muy notable de esta lucha que había entablado con su propio mal genio era la austeridad con que se trataba, sobre todo durante el último tercio de su vida; era austerísimo en el vestir, en el comer, en el descanso. Oía la Santa Misa y comulgaba diariamente, y todos los días visitaba a Jesús Sacramentado, y jamás faltaba en las grandes manifestaciones religiosas de la ciudad, o del templo. Las demás horas del día las pasaba en el trabajo y en la oración. Su esperanza en Dios le daba una completa paz y serenidad de espíritu en los momentos de adversidad. ‘Dios lo quiere así -decía-; su Divina Providencia sabe lo que hace'».

«Gaudí -dice Velasco- sostenía que la curva es la línea de Dios, y la recta, la de los hombres. Quizás por eso la curva es esencial en su obra; descubrió nuevas formas arquitectónicas, y supo copiar de la naturaleza, obra de Dios. Tenía el sueño de construir una gran catedral medieval, en un estilo que él calificaría como gótico perfeccionado. El mismo Papa Juan Pablo II, cuando vio por primera vez el templo creado por Gaudí en Barcelona, no pudo evitar decir: ‘Este templo de la Sagrada Familia recuerda y compendia otra construcción hecha con piedras vivas: la de la familia cristiana, donde la fe y el amor nacen y se cultivan sin cesar'».

Pistas bibliográficasAnálisis artístico— Gaudí: la arquitectura del espíritu. Joan Bassegoda. Salvat. Barcelona (2001). 237 págs. 15 €.

Trabajos del que fuera director y ahora conservador de la Cátedra Gaudí.

— El último Gaudí. Jordi Bonet. Pòrtic. Barcelona (2001). 158 págs. 18 €.

El arquitecto coordinador de la Sagrada Familia y presidente de la Academia de Bellas Artes de Sant Jordi interpreta los documentos que se salvaron del saqueo de la Sagrada Familia en 1936.

— Gaudí. El hombre y la obra. Joan Bergós, Joan Bassegoda, Maria Antonietta Crippa. Lunwerg. Barcelona (1999). 376 págs. 59,20 €.

Primera parte de una trilogía editada por un sello especializado en libros de fotografía. Las imágenes son de Marc Llimargas.

Biografías— Antoni Gaudí. Gijs Van Hensbergen. Plaza & Janés. Barcelona (2001). 351 págs. 19,53 €. Traducción: Patricia Antón.

Monografía bien documentada de un profesor de arquitectura holandés (ver servicio 86/01).

— Gaudí. Biografía de l’artista. Josep Maria Tarragona. Proa. Barcelona (1999). 262 pág. 18 €.

Con un buen conocimiento del contexto histórico y cercanía a la idiosincrasia de Gaudí, Tarragona presenta un relato documentado y voluntariamente anecdótico (ver servicio 143/00).

— Gaudí. Arquitecto de Dios (1852-1926). Rafael Álvarez Izquierdo. Palabra. Madrid (1999). 346 págs. 13,82 €.

Biografía novelada de fácil lectura y con una buena ambientación histórica, que ofrece un interesante cuadro del artista y su época (ver servicio 165/99).

Alberto Fijo

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