Forman un Parlamento multinacional -como lo era, por ejemplo, el del Imperio Austro-Húngaro-. Hay un “Sir”, un “Graf” y dos “Baroness”, gente nacida en 1924 (el socialista italiano Giovanni Berlinguer) y en 1976 (el demócrata-cristiano alemán Daniel Caspary). Unos pocos están ahí desde las primeras elecciones directas en 1979; otros, desde el 10 de enero de 2008; los hay nacidos en Caracas o en Leninabad (antigua URSS), en Vietnam, en Argel o en Ankara.
Algunos han sido ministros, primeros ministros incluso; otros, alcaldes o alcaldesas (y algunos lo siguen siendo). Algunos han estado en la cárcel, como disidentes en algún país que era comunista; otros, en huelga de hambre por alguna causa; uno publica en su currículo oficial: “Portavoz y líder de la revolución de mayo en París”. Uno de sus grupos engloba -según dice- a “los críticos con la UE, los euroescépticos y los euro-realistas”. Dos de sus anteriores presidentes están en proceso de beatificación. Esto no es un retrato-robot del Parlamento Europeo: tan sólo una pequeña muestra de quienes los ciudadanos europeos (si por Europa entendemos los países miembros de la UE) han elegido para representarlos.