En Europa del Este se reducen las prestaciones sociales

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Mientras en Europa occidental preocupa el posible recorte de las prestaciones del Estado del Bienestar, en los países de Europa oriental esto se ha producido ya con el cambio de sistema político y económico. La reducción de las «ventajas sociales» desde 1989 es uno de los motivos principales del crecimiento constante de los partidos ex comunistas en la intención de voto.

Los Estados comunistas se derrumbaron, en gran parte, por su inviabilidad económica, que los llevó al borde de la quiebra. Pero, a pesar de las dificultades y la escasez, la población vivía sin sobresaltos económicos. Todos tenían trabajo y nadie destacaba si no eran las autoridades del partido.

El paso a la economía de mercado ha sido en muchos casos traumático. Se abren mayores oportunidades, pero hay también más incertidumbre. A la ya difícil tarea de tener que acabar con la mentalidad propia del homo sovieticus, los Estados reformistas han tenido que reducir drásticamente en sus presupuestos los apartados dedicados a las prestaciones sociales.

Esto ha colocado a los más débiles al borde de la pobreza. Así, mientras la inflación alcanza cifras alarmantes, la pensión que reciben los jubilados crece siempre con meses de retraso y por debajo del aumento de precios. Con tasas de inflación como la de Rumania (303% en 1993), Eslovaquia (22,8%), Polonia (37,6%) o Bulgaria (75%), es fácil imaginarse las dificultades que puede tener una viuda o un anciano que vive solo.

La reducción de ayudas afecta también a los subsidios por maternidad, lo cual ha contribuido al notable descenso de la natalidad en algunos de estos países. En los territorios de la antigua República Democrática Alemana, el número de nacimientos ha pasado de cerca de 200.000 en 1989 a 95.000 en 1992.

Este descenso tan brutal de la natalidad tiene varios motivos: la disminución de las prestaciones sociales a las embarazadas, el paro, la necesidad de trabajar que tienen las mujeres para mantener a sus familias y algunas prácticas ilegales de empresarios alemanes. Para muchas chicas de la antigua Alemania del Este, se plantea el dilema «carrera o niño». En la Alemania de Honecker, el 90% de las mujeres trabajaba fuera de casa. El sistema social daba todo tipo de ventajas para las «madres trabajadoras»: vacaciones extraordinarias pagadas, servicio de guardería, subidas de sueldo… Con la unificación se han reducido las ayudas, y algunas empresas privadas no ven con buenos ojos un embarazo de sus empleadas. A esto se une la falta de seguridad económica familiar. El paro en la Alemania del Este se aproxima al 17%.

Antes los ciudadanos de estos países tenían un empleo, aunque fuera en trabajos inútiles o improductivos. Con la entrada de la economía competitiva de mercado han aparecido los parados, cuyos subsidios son mucho menos sustanciosos que en los países occidentales. Así, en Eslovaquia el 13,8% de los trabajadores no tienen empleo, en Polonia el 15,6%, en Hungría un 12,2%, en Bulgaria cerca del 20%… Tan sólo la República Checa está por debajo de la media europea, con un 3,5%. El paro afecta, sobre todo, a personas ya avanzadas en edad, acostumbradas a trabajar en un sistema comunista y sin la iniciativa ni la flexibilidad de los jóvenes.

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