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El zika, los números y la prudencia colombiana

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El virus del zika fue otro elemento de riesgo durante un año en que, por muchas razones –el yihadismo en Europa, la guerra en Siria, el plebiscito sobre la paz con las FARC, etc.–, “vivimos peligrosamente”. El epicentro fue un Brasil que vio en riesgo sus Olimpiadas y que estuvo en la mira de los medios por el flujo constante de noticias sobre casos de microcefalia en recién nacidos. Un poco más al norte, sin embargo, otro país afectado, Colombia, procedió de un modo más cauteloso y no generó la alarma que su vecino… aunque su número de casos sospechosos de microcefalia también fue considerable.

La comprobación de posibles casos de defectos por zika suele ser más completo entre los bebes sobrevivientes que entre los que han fallecido, lo que puede alterar las cifras reales de afectados

Las autoridades sanitarias brasileñas no estuvieron muy finas inicialmente. Según datos recogidos por el Informe Epidemiológico No. 56, de diciembre de 2016, el país llegó a contabilizar a partir de octubre de 2015 más de 10.570 casos de microcefalia en recién nacidos o en fallecidos antes de nacer, como una alteración causada presumiblemente por el zika.

Posteriormente la cifra cayó a 2.289 casos tras un proceso de confirmación. Un descenso notable, sí, pero la alarma ya estaba servida para que el lobby proaborto pudiera arreciar su campaña a favor de la extensión de los supuestos que facilitarían la interrupción del embarazo, hoy permitido en casos de violación, riesgo para la vida de la mujer y anencefalia del no nacido.

La preocupación de los primeros momentos también llevó a saltarse algunos parámetros, por ejemplo, el rango de normalidad de la medición de la circunferencia craneal. En el caso de los recién nacidos estadounidenses, la medida normal es de 33 centímetros, y fue esa la utilizada por los médicos brasileños, a pesar de que los bebés del gigante sudamericano no llegan siempre a esa medida. Solo en diciembre de 2015, cuando ya unos cuantos miles habían sido erróneamente diagnosticados, se adoptó el criterio de los 32 centímetros, según lo estipulado por la Organización Mundial de la Salud.

“Tenemos que hacer nuestro trabajo cuidadosamente”

Entre enero y diciembre de 2016, se confirmaron 72 casos de microcefalias y otros problemas del sistema nervioso central en bebés colombianos

Colombia, por su parte, se tomó su tiempo. Si Brasilia anunció muy prontamente una ola de malformaciones cerebrales, Bogotá reportó 110 casos de microcefalia congénita entre enero y noviembre de 2015. Ahora bien, según un informe de los CDC estadounidenses, en el mismo período de 2016 el número de casos notificados (que no confirmados) se disparó hasta los 476 afectados (entre nacidos vivos, fallecidos antes de nacer o fetos). ¿Qué ha ocurrido?

La sutileza está en que, si bien Brasil relacionó automáticamente la microcefalia con la infección por zika de la gestante, las autoridades colombianas fueron algo más quisquillosas en el diagnóstico, pues ni esa condición es siempre consecuencia del mencionado virus, ni en ocasiones se está realmente ante una microcefalia.

Citada por The Wall Street Journal, Martha Ospina, directora del Instituto Nacional de Salud del país andino, reconoció haber visto un “exceso de casos” que, por lógica, hubieran llevado directamente al zika, “pero tenemos que hacer nuestro trabajo cuidadosamente”. La funcionaria puso el ejemplo de 12 niños nacidos presuntamente con microcefalia en el departamento de Casanare: cuando los expertos se desplazaron hasta allí y constataron la realidad, solo dos de los 12 tenían el defecto.

Por su parte, el Boletín Epidemiológico Nacional colombiano, del 23 de diciembre, señala que entre las semanas 1 y 50 de 2016 se confirmaron 72 casos de microcefalias y otros problemas del sistema nervioso central que sí están relacionados con el zika. En ese momento se mantenían en estudio otros 494 casos, mientras que se habían descartado 175. Si se conoce además que entre el agosto de 2015 y diciembre pasado unas 6.360 gestantes habían sido afectadas por el virus, es interesante notar que no se haya producido una “explosión” de bebés con defectos neurológicos por esa causa.

No es solo el zika…

Brasil diagnosticó erróneamente a miles de niños como microcefálicos al seguir los parámetros de medición que se utilizan para los niños de EE.UU.

Ahora bien, según el informe de los CDC, de los 476 niños con microcefalia reportados durante el pasado año en Colombia, 306 fueron sometidos a exámenes para verificar la presencia del virus. Casi la mitad de ellos (147) dio positivo. Otros, sin embargo, no tenían huella del zika, sino de infecciones por otros patógenos, como la toxoplasmosis, el herpes simple, el citomegalovirus y la sífilis, todos ellos citados por la OMS como causas de microcefalia. Algunos bebés (17) estaban afectados por alguno de estos agentes, a la par que por el zika.

En cuanto a las madres, apenas 164 (el 34%) habían manifestado síntomas del virus durante la gestación. Hay que señalar, no obstante –y así lo hacen los CDC–, el problema de que Colombia ha realizado el seguimiento del zika en las embarazadas a partir de los síntomas de la enfermedad. Las que no los presentaron, escaparon al control, por lo que el porcentaje total de las que resultaron infectadas en el primer trimestre del embarazo es desconocido.

De igual modo, los CDC toman nota de que la comprobación de posibles casos de defectos por zika suele ser más completo entre los bebes sobrevivientes que entre los que han fallecido, por ser relativamente poco frecuente el procedimiento de la autopsia fetal. Por ello, el número de casos en que la microcefalia pudo derivar en la muerte del niño y la pérdida del embarazo puede estar por debajo de la cifra real.

A pesar de estos vacíos, y aunque los diagnósticos –con todo y su lentitud–vayan haciendo subir el índice de bebés afectados, el Journal se hace eco de los elogios de especialistas al método escogido por las autoridades sanitarias colombianas para investigar el problema de la microcefalia, que incluye estudios genéticos y análisis de sangre para descartar otros patógenos, y que además de tomar varios meses, es bastante costoso (hasta 1.000 dólares por caso).

La afectación puede estar, cierto, y los gobiernos deben actuar para evitarla o para diagnosticarla. Pero no es cosa de alarmar a la comunidad internacional para, al final, tener que corregir las cifras a la baja.

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