El tráfico de mujeres prospera en China

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La prohibición de tener más de un hijo, vigente en China, combinada con la tradicional preferencia por los hijos varones, ha llevado a un déficit de población femenina, especialmente acusado en las zonas rurales. Una consecuencia es que ha florecido el tráfico de mujeres que son secuestradas para darlas como esposas a hombres que no encuentran con quien casarse.

En China, como en otros países de Asia, la hija que se casa pasa a pertenecer a la familia del marido. En el campo, esto significa que los padres, si no tienen descendencia masculina, no contarán con un hijo que les ayude en las faenas agrícolas y les atienda cuando sean viejos. La política del hijo único ha fomentado, pues, el aborto o el abandono de niñas por parte de parejas que no logran tener un hijo varón dentro del cupo permitido. De modo que, según los últimos datos oficiales, en China nacen 117 niños por cada 100 niñas, una proporción artificialmente alta (ver servicio 59/01). En las zonas rurales se llega a 120 por 100. En la población total, ya hay más hombres (51,6%) que mujeres, otra anomalía.

Un estudio publicado en Science en 1995 predecía que a partir de 2010 un millón de chinos por año no podrían encontrar esposa (ver servicio 42/95). Pero el déficit de población femenina ya es agudo en el campo. En algunas zonas donde la política del hijo único se ha hecho cumplir de manera más estricta solo hay unas 70 mujeres por 100 hombres. Esto se está traduciendo en que ahora es el novio quien debe pagar dote a la familia de la novia. La «dote al revés» puede alcanzar el equivalente de 4.000 dólares (cfr. International Herald Tribune, 26-VI-2001).

Pero por menos dinero se puede comprar una esposa en el mercado negro. Gran número de jóvenes son secuestradas por traficantes que las llevan a regiones muy alejadas para venderlas. Algunas son esclavizadas para servir de prostitutas, pero muchas son vendidas a hombres que no encuentran mujer. El precio de una esposa de contrabando oscila en torno al equivalente de 1.500 dólares. No se sabe hasta qué punto está generalizado este comercio. Pero si, como ha publicado la prensa china, en 1999 la policía aseguraba que rescataba unas 10.000 mujeres al año, se puede suponer que el número anual de secuestros alcanza al menos varias decenas de millares.

El gobierno chino trata de atajar el comercio de mujeres con enérgicas campañas que incluyen condenas a muerte para los traficantes capturados. Sin embargo, resulta difícil acabar con esos crímenes porque la indefensión de las mujeres en las zonas rurales tiene raíces profundas. Las hijas son menos estimadas, suponen una carga económica para las familias y reciben educación y atención médica inferior a la que se presta a los chicos. En consecuencia, muchas emigran para buscar trabajo en las ciudades. Allí son presa fácil de los traficantes, que las engañan prometiéndoles un empleo. Secuestradas y llevadas a lugares remotos, no ven medio de escapar o temen las represalias si intentan hacerlo. No pocas acaban resignándose al matrimonio forzado, sobre todo cuando tienen algún hijo. Al fin y al cabo, están acostumbradas a que en sus lugares de origen las jóvenes sean casadas por los padres, sin contar con ellas.

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