El presidente alemán se manifiesta contra la manipulación de embriones

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Aquisgrán. El presidente de la República Federal de Alemania se pronuncia cada año sobre una cuestión de particular relieve y actualidad. Como tema de su segundo «Discurso de Berlín» (18-V-2001), Johannes Rau ha elegido la bioética. La diáfana claridad con que ha postulado el primado de la ética sobre los argumentos utilitaristas ha sorprendido a propios y extraños, también porque contradice sin tapujos la política de su compañero de partido el canciller Gerhard Schröder (ver servicio 32/01), quien se ha apresurado a conceder una entrevista al semanario Der Spiegel para reafirmarse en su postura.

Schröder quiere reformar la vigente ley de protección de embriones, que prohíbe manipularlos. Sostiene que la postura contraria a la suya se basa en gran medida en principios religiosos particulares. El presidente fue dirigente de la Iglesia evangélica alemana, pero no piensa que el respeto al embrión sea una mera creencia religiosa.

«Por primera vez -ha dicho Rau-, la humanidad parece estar en condiciones de modificar al hombre, de redefinirlo genéticamente. Teniendo en cuenta la dimensión moral de estas cuestiones, no sorprenderá que las Iglesias las traten con particular interés; pero sería un error creer que se trata de una moral específica de la Iglesia. No hay que ser cristiano creyente para saber y sentir que determinadas posibilidades y proyectos de la ingeniería genética se contraponen a valores fundamentales de la vida humana, que se han desarrollado -y no solo en Europa- durante miles de años de historia y que se fundan en un postulado sencillo: la dignidad del hombre es inalienable».

Este principio es universal, recalca el presidente: «Si tenemos algo por no ético o inmoral es porque siempre y en todas partes lo es. En cuestiones éticas fundamentales no existe una geografía de lo permitido y lo no permitido».

Según Schröder, la reforma que propone es necesaria para impulsar la industria biotecnológica alemana. El pensamiento de Rau va más lejos: «Por supuesto que en el debate sobre el progreso médico hay espacio para argumentos económicos. Preocuparse de crear puestos de trabajo, de asegurar condiciones de vida, es naturalmente una obligación ética. (…) Pero cuando es la dignidad humana lo que está en juego, no cuentan los argumentos económicos».

El discurso presidencial abunda más adelante en los principios morales de la ley actual. «En Alemania no está permitido investigar con embriones; así lo decidieron los diputados del Bundestag en 1990, siguiendo muy diversas convicciones. Como comienzo de la vida humana, digna de protección, definieron el óvulo fecundado. Quien no comparte la convicción de que la vida humana comienza en ese momento, se ha de preguntar: ¿a partir de qué momento se ha proteger de modo absoluto la vida humana?; ¿por qué exactamente en ese momento? Cualquier otro límite, ¿no sería arbitrario y estaría expuesto a ser modificado de nuevo?».

Aunque otros lo hagan

Schröder también sostiene que, si contra la manipulación de embriones se aduce el respeto absoluto a la vida humana desde la concepción, habría que prohibir también el aborto. Pero Rau replica que quienes así dicen «olvidan que la no penalización del aborto en determinados casos no justifica el abrir las puertas a la selección biológica, a la procreación a prueba». El presidente señala, además, que técnicas como el diagnóstico pre-implantatorio no se justifican por el beneficio a las parejas que corren riesgo de concebir hijos con enfermedades hereditarias. «Cuando existe la posibilidad de procrear artificialmente, parece que hay un derecho al hijo, e incluso al hijo sano. Sin embargo, este derecho no existe; por muy comprensibles que sean los deseos y las añoranzas, no fundamentan un derecho».

El canciller afirma también que se debe cambiar la ley para que Alemania no se quede atrás en biotecnología por cerrar el paso a algo que de todas formas se hará en otros países. Rau responde en su discurso a este argumento: «En las cuestiones existenciales, lo técnicamente posible ha de estar prohibido hasta que se hayan disipado todas las dudas fundadas. El argumento de ‘Los otros también lo hacen’ (…) no lo aceptamos en el caso del trabajo infantil, de la esclavitud o de la pena de muerte. Y lo mismo puede decirse del argumento: ‘Si no lo hacemos nosotros, lo harán otros’. Esta frase es expresión de la capitulación ética».

Rau también se refirió en su discurso a la eutanasia. «Muchas personas están a favor de la eutanasia porque tienen miedo de no ser capaces de aguantar, al final de su vida, el sufrimiento y el dolor, porque temen estar solos o ser una carga para los demás». Ante tales motivos, el presidente señaló cuál es la solución más humana: «Necesitamos un nuevo modo de tratar la muerte y de ayudar a los moribundos; en muchas ocasiones, lo importante es no dejarlos solos. (…) Podemos y debemos hacer mucho más en el campo de la terapia del dolor».

José M. García Pelegrín

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