El Papa clausura el Año de la Eucaristía

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Roma. Benedicto XVI escribirá una Exhortación apostólica para transmitir a la Iglesia universal las propuestas elaboradas por el sínodo de los obispos sobre «La Eucaristía, fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia», que concluyó en Roma el pasado 23 de octubre. Con la clausura del sínodo terminó también el «Año de la Eucaristía», la última gran iniciativa pastoral de Juan Pablo II.

Durante tres semanas, 252 obispos de todo el mundo reflexionaron sobre la centralidad de la Eucaristía, un tema que se ha mostrado rico de sugerencias, a pesar de su aparente dimensión «interna». Fruto del trabajo son las cincuenta «propositiones» que los padres sinodales entregaron a Benedicto XVI. Con una decisión que tiene sólo un precedente en la historia del sínodo, que es un órgano consultivo, el Papa dispuso que esas propuestas se hiceran públicas. Se esfumaron así las polémicas periodísticas que solían acompañar en el pasado la clausura de los sínodos.

Las conclusiones abordan aspectos enimentemente pastorales. Como comenta el profesor Antonio Miralles, ordinario de Teología Dogmática en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, que trabajó en el sínodo en calidad de experto, esa era la finalidad de la asamblea. «La doctrina sobre la Eucaristía es muy sólida y cuenta con una riqueza de siglos. Incluso recientemente, con la encíclica «Ecclesia de Eucharistia», el Magisterio de la Iglesia ha abordado los puntos doctrinales más candentes. Los temas de algunos de los sínodos anteriores, por el contrario, no disponían de una exposición tan completa, de forma que el mismo sínodo contribuía al enriquecimiento doctrinal. El objetivo del sínodo sobre la Eucaristía no era aclarar la doctrina, sino más bien abordar una serie de cuestiones pastorales, sin olvidar que toda reflexión pastoral siempre parte de los principios doctrinales».

Buena parte de las propuestas se refieren a la dignidad de la celebración litúrgica, y en este sentido se constata que han disminuido los abusos en la aplicación de la reforma promovida por el Vaticano II. Se subraya la necesidad de que la Eucaristía sea cada vez más el centro de la vida cristiana, y concretamente se resalta su conexión con el trabajo humano y con la vida cotidiana. Además de fijar la atención en la celebración de la misa, se propone la renovación de la práctica de la adoración eucarística. El sínodo reitera la importancia de redescubrir el domingo como día del Señor.

El celibato sacerdotal fue uno de los temas que suscitó mayor atención de la prensa durante la celebración del sínodo. «Si se habla de facilitar a los fieles la misa dominical, sale a flote el problema de la escasez de sacerdotes en algunas zonas, y en ese contexto la pregunta de si el celibato no sería un impedimento para incrementar las vocaciones», refiere el profesor Miralles. «Como ya se ha visto otras veces, se concluyó que no era esa la línea para promover las vocaciones sacerdotales, y así queda reflejado en las proposiciones, que presentan la vía de reforzar la pastoral de las vocaciones y de dar a toda la pastoral una dimensión vocacional».

Del mismo modo, al tratar del acceso de los fieles a la comunión eucarística se abordó el problema de las personas que se encuentran en condiciones particulares, como los divorciados que se han vuelto a casar. El sínodo reafirmó la tradición de la Iglesia católica: cuando la situación es objetivamente irreversible, solo pueden acercarse a la Eucaristía si transforman su relación conyugal en una relación de «amistad leal y solidaria». Los divorciados vueltos a casar pertenecen a la Iglesia y aunque no puedan recibir la comunión, se les estimula a que participen en la misa, en la vida de oración y que acudan a un maestro de vida espiritual.

Al margen de las propuestas y del documento pontificio que seguirá, se suele insistir en que uno de los frutos del sínodo es que facilita el encuentro colegial de los obispos con el Papa. Benedicto XVI, como ya hacía Juan Pablo II, ha estado presente y ha escuchado directamente las intervenciones. En esta ocasión, además, la introducción de una hora de libre discusión, es decir, sin textos previamente escritos, ha facilitado intervenciones más espontánas surgidas al hilo del mismo debate. «Personalmente, afirma el profesor Miralles, lo que más me ha impresionado ha sido la franqueza de los padres sinodales al hablar y, al mismo tiempo, la gran unidad de doctrina. Se ha creado un clima muy grato. Han salido todos los temas candentes con gran naturalidad. En el conjunto del sínodo, creo que tuvo mucha importancia la hora de adoración eucarística del lunes 17 en la basílica de San Pedro, en la que participaron todos los padres sinodales. Fue un momento «fuerte» que llegó en la fase más propositiva, cuando se empezaban a perfilar las conclusiones».

Diego Contreras

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