El Papa advierte contra el feminismo radical

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Juan Pablo II ha advertido del riesgo que suponen para la fe cristiana los postulados de un feminismo ideológicamente radical, cuya presencia se observa también dentro de la Iglesia. El Papa trató este tema durante la visita ad limina de un grupo de obispos de Estados Unidos, país en el que estas tendencias están particularmente vivas.

«El respeto a los derechos de la mujer es, sin duda, un paso esencial hacia una sociedad más justa y madura, y la Iglesia hace suyo este valioso objetivo», afirmó el Papa. Observó, sin embargo, que a pesar de que el magisterio eclesiástico se ha ocupado con frecuencia de este tema en los últimos años, todavía existe en algunos ambientes un clima de insatisfacción sobre la actitud de la Iglesia en esta materia.

Se trata de un fenómeno que se da cuando «no se comprende la distinción entre los derechos humanos y civiles de una persona, y los derechos, deberes, ministerios y funciones que tiene, o de los que goza, en el interior de la Iglesia». Es un aspecto delicado, pues «una eclesiología errónea puede conducir fácilmente a presentar falsas necesidades y suscitar infundadas esperanzas».

La cuestión, añadió, «no se puede solucionar mediante un compromiso con un feminismo que se polariza en posiciones ideológicas intransigentes. No se trata simplemente de que algunas personas reivindiquen para las mujeres el derecho de ser admitidas al sacerdocio ministerial, sino que, en su forma extrema, es la misma fe la que corre el peligro de ser minada» por esos planteamientos. «Algunas personas animan ese feminismo en el interior de la Iglesia, incluidas algunas religiosas, cuyas convicciones y comportamientos no se corresponden ya con lo que enseña el Evangelio y la Iglesia».

El Papa recordó que «la igualdad entre los bautizados, que es una de las grandes afirmaciones del cristianismo, se da en un cuerpo diferenciado, en el que hombres y mujeres tienen papeles que no son meramente funcionales, sino que están profundamente enraizados en la antropología y en la sacramentalidad cristianas». Esa distinción de funciones no supone, de ningún modo, la superioridad de unos sobre otros: «Los más grandes en el Reino de Dios no son los ministros, sino los santos».

El Papa se refirió también a la distinción entre sacerdotes y laicos en el seno de la Iglesia, y alentó a los obispos a continuar trabajando para enmarcar el papel de la mujer en una concepción antropológica y eclesiológica plenamente cristiana. Pues se trata, dijo, de una cuestión que tiene repercusiones no sólo para la Iglesia, sino para la misma humanización de la sociedad.

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