El nuevo espacio social de la mujer

publicado
DURACIÓN LECTURA: 12min.

Del paraíso feminista a la familia del siglo XXI
El nuevo espacio social de la mujer Los trabajos preparatorios de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer que la ONU ha convocado en Pekín han puesto en evidencia las discriminaciones que ésta sufre en muchos ámbitos vitales. Pero al amparo de una urgente reclamación de igualdad crecen nuevos estereotipos e imágenes distorsionadas sobre la mujer. Más de sesenta expertos de distintos campos del saber se han dado cita en la Universidad de Navarra durante tres días para poner de manifiesto la necesidad de un cambio de mentalidad, que permita el acceso de la mujer a las esferas de actuación pública y dé paso a una integración plena de sus tareas profesionales y familiares.

El simposio «El Espacio Social Femenino», celebrado en Pamplona entre el 15 y el 17 de mayo, mostró que este cambio de mentalidad tiene que superar no sólo las resistencias tradicionales, sino también los nuevos riesgos de falsificación. Según los expertos reunidos en Pamplona, algunos grupos, movidos por sus propios intereses, han enarbolado la bandera de la defensa de los derechos de la mujer y la han agitado hasta casi conseguir falsear su propia naturaleza.

Así lo advirtió Josef Seifert, catedrático de la Academia Internacional de Filosofía de Liechtenstein: «Nos encontramos en un momento de clímax histórico, en el que la mujer ha conseguido una importancia que nunca antes había disfrutado; pero, a la vez, se deja ver el culmen de una crisis, porque está sufriendo una falsificación de su naturaleza como nunca antes se había dado».

Desligarse de lo biológico

Para Seifert, a pesar de que nadie niega que la mujer tiene la misma dignidad que el hombre, se siguen dando situaciones en las que resulta explotada. «Basta pensar en la industria del aborto y de la pornografía; en los regímenes de semiesclavitud que aún perviven; en la violación masiva de mujeres durante los conflictos armados y en las imágenes distorsionadas que ofrecen los seguidores del New Age y de nuevas corrientes teológicas, enfrentando a la mujer con un dios masculinizado y proponiéndole, a cambio, un modelo de diosas, sacerdotisas o brujas», señaló.

En opinión de este catedrático de antropología, un error especialmente difundido por algunos movimientos feministas surge cuando «la maternidad se considera como una humillación» y para superarla se propone desligar a la mujer de sus funciones biológicas.

Desde la perspectiva del estudio de la igualdad y la diferencia entre el hombre y la mujer, la filósofa Carmen Segura destacó que la entrada de la mujer en un mundo en el que priman unas reglas del juego a la medida de los hombres «está forzando una asimilación de lo femenino a lo masculino». Segura denunció la escasez de soluciones válidas para un equilibrio entre lo masculino y lo femenino, y aseguró que la sociedad sólo ofrece a la mujer me-dios para que no se sienta ligada «por necesidad» a la maternidad.

En su opinión, esta tendencia a la uniformidad vuelve a reproducir el esquema discriminatorio contra la mujer, es decir, vuelve a colocar al hombre «como criterio y medida de la realidad» y a anular la finalidad con la que se iniciaron los movimientos de emancipación: «Recuperar el carácter personal de la mujer, mediante una redistribución de las funciones que desempeñan hombre y mujer en la sociedad».

Paraíso feminista

Para Jesús Longares, director del Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de Navarra, no hay que olvidar la radicalidad de algunas visiones feministas que proponen un auténtico paraíso para la mujer. Frente a un feminismo ético, que surge de los planteamientos democráticos de equilibrio en la representación en las instituciones públicas, y a un feminismo estético, al que sólo le preocupa la satisfacción en lo cotidiano, el paraíso feminista se promueve desde una visión teórica y con una militancia marxista. «Algunas mujeres comparten con el varón el poder de colectivizar las relaciones personales; se trata de una sociedad sexuada, pero sin lazos estables entre ninguna pareja», señala Longares.

Para la geógrafa y demógrafa Jacqueline Kasun, de la Universidad Humboldt (California), «una parte del feminismo moderno es marxista, aunque muchos no lo reconozcan, y su planteamiento es que la mujer está más esclavizada que el proletariado». En opinión de la demógrafa estadounidense, el borrador que las delegaciones gubernamentales discutirán en la Conferencia de Pekín «describe una sociedad planificada, dirigida a la igualdad de sexos, en la que gobiernos y escuelas tendrían irremediablemente que apoyar las líneas de actuación». El planteamiento, afirma, «es una simplificación enorme: quieren eliminar a todo el que se oponga, al que se le tachará de violento».

Un cambio de mentalidad

Parte de los expertos reunidos en Pamplona consideran que los esquemas racionalistas, en los que prima una razón uniformadora, no explican bien la diferencia entre el hombre y la mujer. Pero tampoco hay un consenso claro sobre cómo orientar la cuestión desde el pensamiento postmoderno.

Contra el «pensar excluyente de la razón», el catedrático de Metafísica y rector de la Universidad de Navarra, Alejandro Llano, aseguró que «cabe abrirse a un pensar inclusivo». Este nuevo modo de discurrir significa «no teorizar sobre la mujer sino dejarle ser lo que es». A su juicio, el feminismo no es más que una de las cuatro formas de rebelión vital, junto con el ecologismo, el pacifismo y el nacionalismo. Aunque «son cuatro movimientos divergentes, con riesgos propios, reúnen también una tendencia común que facilita el volver a acercarse a las personas», explicó. Así, en su propuesta, «el cuidar se convierte en una categoría básica». Frente a las articulaciones solidarias del Estado del Bienestar, Llano defendió una recreación de las comunidades primitivas, en las que adultos y jóvenes, padres y madres se involucran en la educación de los hijos o en la asistencia a los ancianos.

El horario masculino

Desde una óptica más práctica, la italiana Tina Anselmi, que durante casi diez años ha representado a su país ante la ONU y ha presidido la Comisión para la Igualdad de Oportunidades de la Mujer en Italia, planteó que ese giro del pensamiento, impregnado de solidaridad hacia la mujer, se ponga en marcha desde el mismo comienzo de la educación.

En su opinión, a pesar de que no hay prácticamente sectores donde el trabajo de hombres y mujeres no se relacione, el mundo laboral está organizado según el horario masculino y no puede decirse que se haya conseguido «una integración del trabajo de la casa similar a la que ya se da en el ámbito profesional». Según Anselmi, el desafío sigue siendo para el hombre, ya que es él quien lleva un retraso de un siglo en el modo de organizar su tiempo. Además, alertó sobre la urgencia de superar «la rigidez y la contracción del horario del hombre, que le condiciona toda la vida, imponiéndole esquemas de distribución del tiempo, del ocio y del trabajo, aun después de jubilado». De ahí la necesidad de que los hombres colaboren para que el desfase en la integración del tiempo familiar y laboral no cristalice en un problema social.

Varios ponentes más coincidieron en calificar el desfase de integración trabajo-hogar como un problema no sólo femenino sino también masculino. Como dijo Jesús Ballesteros, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Valencia, «ha llegado el momento de que los hombres dejen el mando a distancia y se impliquen en paridad en el cuidado de los hijos».

Esta misma postura fue defendida por María Molina, filósofa experta en investigaciones feministas, para quien «muchas de las situaciones límite de marginación que sufre la mujer se relacionan con la carencia de apertura intelectual del varón» y con su negativa a «asumir la solidaridad básica, es decir, la que debe existir entre el varón y la mujer, creando esquemas de cooperación y coparticipación entre lo diverso».

Revalorizar la maternidad

En esta visión solidaria, el Estado también podría contribuir a aliviar las discriminaciones, a partir de una adecuada revalorización de las tareas relacionadas con la maternidad y con la educación de los hijos, según expuso el magistrado alemán Jürgen Borchert. A su juicio, los esquemas patriarcales que dominan algunas prestaciones del Estado del Bienestar, por ejemplo, no tienen en cuenta que la procreación y el cuidado de los hijos son contribuciones de la mujer que no quedan compensadas con las adecuadas contraprestaciones al llegar la tercera edad. «El Estado se interpone entre la madre y los hijos, e impone a éstos últimos una contribución fiscal que no beneficia más que escasamente a aquélla».

Esta diferencia, que ha sido reconocida ya por los tribunales alemanes, se agudiza, según Borchert, en los casos de familias con varios hijos, donde la inversión en educación y la más que probable renuncia al consumo por parte de los padres durante largos años, supera con creces la contribución fiscal de sus hijos al Estado y la parte que beneficia, en último término, a los padres ya ancianos.

En opinión del abogado alemán, es preciso modificar las prioridades que definen el destino de la recaudación fiscal, para introducir la contribución de la maternidad. Desde otros puntos de vista, aunque también con la voluntad de revalorizar el papel de la mujer y facilitarle un mejor acceso a lo público, varios participantes coincidieron en reclamar un abanico amplio de medidas económicas, laborales y educativas, que discriminen positivamente a la mujer, sin caer en «los riesgos de un excesivo proteccionismo» que, según la jurista y diputada española Isabel Tocino, «se volvería contra la propia mujer».

La revolución del mercado laboral

Si en el plano teórico, los debates sobre la integración familiar y laboral de la mujer no parecen resueltos, en el ámbito de lo práctico, los trabajos preparatorios de la Conferencia Mundial de Pekín sí proponen, al menos, medidas para intentar poner en marcha lo que la italiana Maria Antonietta Macciocchi, que cuenta con una amplia trayectoria intelectual y política en la defensa de la igualdad, califica de «verdadera revolución cultural de las mujeres».

Junto a la necesidad de mejorar el acceso a la formación profesional, también en períodos de excedencia, la economista Isabel Estapé defendió durante el Simposio un ambicioso abanico de medidas laborales, dirigidas a permitir el acceso de la mujer a nuevas esferas profesionales. En opinión de Estapé, la incidencia de la familia en la sociedad es de tal calibre, que resulta imprescindible que encuentre un apoyo en el Estado. «Muchos servicios y sectores han sido cubiertos gracias a la generosidad de las unidades familiares sin obtener ninguna contrapartida», afirmó, «y si las sociedades siguen considerando como un bien el tener hijos, al menos en Occidente, habrá que establecer políticas que lo permitan».

Esta medidas económicas deberían aplicarse «con independencia del nivel de renta» y asegurando que «benefician exclusivamente a quienes produzcan efectos externos positivos en la sociedad», aseguró la economista, que propuso el establecimiento de deducciones fiscales aplicables exclusivamente a las madres. Otra posibilidad sería la utilización de bonos, condicionados al consumo de determinados bienes, como los sanitarios o educativos que ya se utilizan en otros países. Según el informe presentado por Estapé en el Simposio, en el que también han colaborado otras expertas en economía familiar, «además de permitir la elección de las empresas sanitarias o educativas, el sistema de bonos permite una asignación más eficiente de los recursos familiares: la madre puede decidir entre permanecer en el mercado laboral o contratar servicios sustitutorios para el cuidado de los hijos o dedicarse ella misma al cuidado directo, paliando la disminución de sus ingresos con los bonos».

La flexibilidad de horarios laborales también se incluye en la selección de medidas que el sector sector público debería garantizar, de acuerdo con Estapé. A este marco variable de condiciones de contratación se unen la regulación de contratos a tiempo parcial y otras fórmulas innovadoras, como la contratación por objetivos, con los que, según la filosofía de la propuesta, «se evitaría que la vida profesional de la mujer se vea afectada por la maternidad».

La revolución telemática también facilitará el cambio de las condiciones laborales, según defendió la holandesa Charlotte de Cloet. Para esta experta en telecomunicaciones la alfabetización informática de la mujer permitiría en un plazo de cinco a diez años una nueva relación entre familia y profesión. Sin necesidad de dejar el hogar, el teléfono, el fax, el ordenador y el correo electrónico harán posible la reorganización de muchas oficinas y proporcionarán una flexibilidad de horarios a la mujer, y también al hombre, hasta ahora nunca conocida.

Otras fórmulas ya desarrollas en Estados Unidos fueron presentadas por Aurora Pimentel y Macarena Cotelo, de la Fundación para la Promoción Social de la Cultura. En opinión de estas dos expertas, las empresas de servicios al hogar que cubran la demanda de pequeños barrios y conozcan bien las necesidades de su clientela pueden ofrecer en breve una visión profesionalizada del trabajo familiar. Además de cambiar la mentalidad peyorativa con que a veces se interpretan las tareas domésticas, los establecimientos contribuirán a dar solución a muchas situaciones de incompatibilidad entre la casa y la profesión.

En el mismo marco encajan las ofertas de las empresas family friendly que desarrollan innovadoras modalidades de contratación para los empleados con familiares a su cargo. Cotelo explicó como, desde 1960 en Estados Unidos y diez años más tarde en Europa, algunas firmas permiten a los empleados fijar la hora de comienzo y de fin de jornada, en función de las obligaciones familiares. Se admite, además, la existencia de un trabajo compartido, es decir, el que dos o tres personas se dividan un trabajo de jornada completa, responsabilizándose conjuntamente del mismo. Experiencias de este tipo ya se llevan a cabo en Marks & Spencer y en British Telecom. Las compañías family friendly extienden estas mismas ventajas a los trabajadores que tienen a su cargo el cuidado de adultos o ancianos.

Tras un estudio pormenorizado, Cotelo concluyó asegurando que «la mayoría de las empresas se plantean este tipo de medidas, con el fin de atraer o retener a trabajadores -especialmente mujeres- que consideran valiosos, pero cuya situación familiar puede repercutir en su rendimiento o incluso forzarles a buscar otro empleo más compatible con sus necesidades.

M. Ángeles Burguera

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.