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El intelectual de la revolución conservadora

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Pocos hombres contribuyen decisivamente a los cambios ideológicos. Uno de ellos fue William Buckley (1925-2008), impulsor de la “revolución conservadora” que hizo eclosión en Estados Unidos en los años ochenta y tuvo eco al otro lado del Atlántico. Se compartan o no sus ideas, lo más interesante es cómo provocó aquel giro mediante muchos años de paciente trabajo de base en la cultura y la opinión pública, y supo suscitar una corriente de intelectuales que pensaban en sintonía.
Hacía falta valor para declararse conservador en Estados Unidos a mediados del siglo pasado. William F. Buckley Jr., fallecido en febrero pasado, fue el hombre que la derecha necesitaba para ganar prestigio y hacerse respetar en un entorno mediático escorado a la izquierda. Consiguió modernizar el movimiento conservador, dotarlo de altura intelectual y poner sus ideas en el centro del debate político haciendo de ellas una alternativa seria, sólida y fundada. Además atrajo a numerosos pensadores -profesores, publicistas, economistas…- y puso a funcionar una fábrica de ideas que renovaron una ideología algo esclerotizada y con pocas posibilidades electorales.

Hombre polifacético y reconocido polemista, William Buckley adquirió fama nada más terminar sus estudios en la Universidad de Yale, con la publicación de God and the Man at Yale: The Superstitions of Academic Freedom (1951). En este ensayo, que pronto se convirtió en uno de los textos clave del nuevo conservadurismo americano, Buckley denunció la politización del profesorado y la perniciosa influencia que ejercía en los estudiantes, hasta el punto de que muchos terminaban renegando del capitalismo y de la formación moral y religiosa recibida en sus familias. Además, criticaba que Yale hubiera abandonado la fidelidad a sus principios fundacionales.

Una derecha sin rumbo

Aquel primer libro de Buckley sirvió para abrir un discurso político de corte conservador que a mediados de los cincuenta no gozaba de mucho respaldo en la opinión pública norteamericana. En aquella época la derecha estaba formada por una serie de tendencias no del todo compatibles. Había una derecha extremista en torno al senador McCarthy, con un mensaje duro y antipático, centrado en los ataques al comunismo. Por otro lado estaba un conservadurismo indefinido de centro-derecha, moderado, encabezado por Eisenhower. Además se encontraban los defensores acérrimos del capitalismo, los libertarios, y aquellos que matizaban los principios liberales.

No era fácil aunar esta variedad de familias en un discurso común y atractivo. De esa derecha sin rumbo y enzarzada en luchas internas se dolía electoralmente el Partido Republicano. Si Buckley ha pasado a la historia es, precisamente, por lograr la renovación del movimiento conservador a través de la integración y evitando separaciones ideológicas innecesarias. Así lo reconoció George Bush Jr. en octubre de 2005, durante el homenaje que se tributó a Buckley.

Con su atractivo personal, con su humor y buenas maneras, Buckley se convirtió en ejemplo de lo que el estilo y la apariencia pueden cosechar en favor de una ideología. José María Marco señala que Buckley era la derecha con glamour. De ese modo logró deshacer la imagen típica que los medios más proclives a la izquierda habían forjado sobre el movimiento conservador, como sinónimo de rudeza, provincianismo, incultura…

Gracias a su capacidad organizativa y su liderazgo, Buckley consiguió abrir un futuro ambicioso -esto es, con posibilidades de alcanzar la presidencia- a un movimiento político desorientado, sin identidad y acomplejado. A ello se unió su sagacidad porque supo aprovechar las posibilidades que le ofrecían los nuevos medios de comunicación, como la televisión.

National Review”, el buque insignia

Todo el mundo reconoce que la principal aportación de Buckley al conservadurismo fue la fundación de National Review en 1955, que desde entonces ha sido el buque insignia del movimiento. Buckley consideró que faltaba en la derecha lo que a la izquierda le sobraba: apoyo mediático. Pero al mismo tiempo, optó por la calidad y por la altura intelectual.

Buckley no fue el primero en fundar una revista de pensamiento político conservador, pero fue el primero que no fracasó. A comienzos de los años cincuenta aparecieron algunas revistas pero cerraron por falta de financiación. También existían periódicos que defendían los puntos de vista conservadores; de hecho, Buckley comenzó a escribir periódicamente en uno de ellos, The American Mercury. Sin embargo, decidió crear una nueva revista, más moderna, a la que imprimió su peculiar estilo.

El dinero no fue problema. Disponía de una enorme fortuna familiar gracias a los negocios petrolíferos que había hecho su padre en Texas. Con él se embarcó Willi Schlamm, que había sido el editor de una revista de índole similar a comienzos de los cincuenta, The Freeman, pero que no tuvo éxito. Bien dotado para las relaciones sociales, consiguió también importantes donaciones para poner en marcha el proyecto.

En noviembre de 1955 vio la luz el primer número de National Review. Sorprendió la agresividad de su primer editorial, en el que se recogían las intenciones de la publicación. Se situaba en la derecha del espectro político, sin medias tintas, y se proponía defender principios y valores por encima de las encuestas y la popularidad. Las primeras impresiones calificaron a Buckley de “radical”; él siguió su camino y los datos demuestran que no erró: el crecimiento del semanario fue rápido, de 34.000 ejemplares en 1964 a cerca de 90.000 cuatro años más tarde.

El rearme intelectual

¿Cuál ha sido la aportación de National Review al conservadurismo? En primer lugar, Buckley contribuyó a conformar una derecha sólida que no se limitara a la política regional, sino dispuesta a asumir con seriedad y responsabilidad la jefatura de la nación. En segundo lugar, el éxito de su publicación terminó con la marginación intelectual y mediática del conservadurismo. Por último, según José María Marco, unificó la ideología conservadora sobre tres ideas: anticomunismo, defensa de la libertad de mercado y defensa de valores morales tradicionales.

National Review optó por el rigor intelectual e incluyó estudios serios sobre políticas concretas, alternativas, análisis de noticias y artículos de opinión en los que predominaba la crítica constructiva. La lista de colaboradores puede dar una idea de la altura de la publicación: conservadores como Rusell Kirk -autor de The Conservative Mind (1951), que tanto influyó en Buckley-, capitalistas radicales como M. Rothbard, ex comunistas como James Burnham o W. Kendall.

Desde su fundación, National Review ha defendido las convicciones conservadoras, sin demostrar un apoyo servil al Partido Republicano. De hecho, en sus inicios la relación de Buckley y su publicación con el partido estuvo marcada por la polémica: durante la campaña electoral de 1956 no se puso al lado de Eisenhower por su marcado intervencionismo económico; tampoco apoyó a Nixon cuatro años más tarde. Ahora bien, la historia de National Review tiene también algunas manchas. Se ha criticado, por ejemplo, su defensa del senador McCarthy -sobre quien, años más tarde, Buckley escribió una novela- y el apoyo al discurso racista de los estados del sur, opinión que modificó posteriormente.

Otras empresas conservadoras

Pese a la tensa relación entre National Review y el Partido Republicano, con el tiempo se ha producido un alto grado de convergencia en ideas e intereses. Sin embargo, las iniciativas más importantes de la revista tienen como objetivo convencer a la opinión pública de las ventajas sociales, políticas y económicas de la opción conservadora antes que la búsqueda de un apoyo electoral concreto.

Buckley demostró, entre otras cosas, que el conservadurismo podía concitar las mismas simpatías que otras ideologías políticas; lo que se necesitaban eran cauces que permitieran expresar los puntos de vista de la derecha. Uno de ellos fue National Review. Otro, Young Americans for Freedom (YAF), una asociación de jóvenes conservadores que fundó a principio de los sesenta, y que en 1964 contaba ya 5.400 miembros, mientras que la Students for a Democratic Society, izquierdista, tenía sólo 1.500.

A través de la revista y la asociación, Buckley pudo influir también en el Partido Republicano hasta el punto de que la YAF decidió algunas candidaturas. Su apoyo a Barry Goldwater frente a Nelson Rockefeller en las primarias de 1964 fue determinante. Goldwater acabó convirtiéndose no sólo en el candidato de los republicanos sino en el de National Review y el propio Buckley.

La aventura política conservadora

Tal vez Goldwater no fuera la mejor apuesta si Buckley quería mostrar la cara amable del conservadurismo, porque sus posturas en ocasiones rozaban la excentricidad. En las elecciones de 1964, el Partido Republicano perdió en casi todos los estados, sufriendo una de las mayores derrotas de su historia, frente a Johnson, que representaba la herencia de Kennedy.

Tras las elecciones, Buckley se empeñó en una nueva empresa. Junto con otros conservadores, decidió fundar en 1964 la American Conservative Union, una agrupación que en la actualidad sigue influyendo en el movimiento conservador americano. Con ella y con la YAF, en cuyo consejo asesor se integró Ronald Reagan, el Partido Republicano consiguió transmitir un mensaje coherente y unitario.

No es extraño que a Buckley le tentara alguna vez la política profesional, aunque no lo hiciera a través de los cauces del Partido Republicano. En 1965 se presentó como candidato por el Partido Conservador a la alcaldía de Nueva York; la razón, según algunos, fue demostrar su disconformidad con el candidato republicano. No obtuvo éxito, pero consiguió un respetable 13% de los votos.

El hombre público

Buckley, sin embargo, siguió su rumbo en los medios de comunicación. Prueba de ello son sus columnas diarias, que titulaba “On the Right” y que se recogían en más de 300 periódicos del país, con lo que aumentó su influencia.

En 1966 probó con un medio más moderno, la televisión, y en ella estuvo 33 años. Fue un pionero de los programas de debate; el suyo, Firing Line, combinaba la seriedad intelectual y la diversión con la actualidad: allí se debatió desde el movimiento feminista y estudiantil hasta el Watergate. Buckley hizo de anfitrión, siempre polémico, no solo para aquellos que compartían sus puntos de vista: por su programa desfilaron también pensadores de la nueva izquierda y liberales como Galbraith, cuyas propuestas le parecían disparatadas, pero a quien respetaba.

Como figura mediática, la consagración de Buckley llegó en noviembre de 1967, cuando Time le dedicó la portada y un extenso reportaje. El famoso semanario calificaba a Buckley como “un francotirador” del movimiento conservador y reconocía su relevancia pública y su influencia en el reagrupamiento de la derecha.

Un conservadurismo integrador

Buckley sacó al conservadurismo del pozo y logró dar a la derecha una cara amable, culta, inteligente y con estilo, adjetivos todos ellos que en los años cincuenta parecían exclusivos del izquierdismo. El despertar del conservadurismo se produjo a finales de los sesenta y principios de los setenta, cuando fueron incorporándose a las filas de National Review una serie de intelectuales desencantados provenientes de la izquierda.

A diferencia de Buckley, un conservador tradicional, los neoconservadores de la primera generación procedían de la política radical, eran demócratas convencidos y habían sido unos enemigos declarados del capitalismo liberal. Sin embargo, se percataron de las insuficiencias de un Estado del bienestar que amenazaba con quebrar y optaron por sumarse a las filas conservadoras, asumiendo su discurso. Irving Kristol y Norman Podhoretz fueron algunos de los que siguieron la estela de Buckley creando otras publicaciones e instituciones.

La National Review, junto con la YAF y los recién creados think tanks conservadores, fueron determinantes para que Ronald Reagan fuera elegido, primero, candidato republicano y, finalmente, presidente de Estados Unidos. En cierto sentido, Reagan fue un cachorro de Buckley porque alcanzó la madurez política en un entorno creado por el fundador de National Review.

Gran parte de los amigos de Buckley se incorporaron como fontaneros en la Casa Blanca durante los mandatos de Reagan. También se ha dicho que la política de Reagan, sobre todo su lucha contra el comunismo a nivel internacional, se fraguó en los editoriales de National Review, al igual que la defensa decidida de la familia y los valores tradicionales.

El reconocimiento

Aunque vivió inmerso en la batalla política diaria, con una actividad frenética, Buckley tuvo tiempo de hacer más cosas. Fue un valorado escritor de novelas de intriga política, que escribía durante sus vacaciones anuales en Suiza y le valieron algunos premios. Tres de ellas son las únicas obras de Buckley publicadas en España. Tanto sus simpatizantes como sus detractores valoran, por encima de todo, su increíble capacidad de trabajo; no en vano, la muerte le sorprendió en su domicilio escribiendo su columna diaria.

En mayor o menor medida, los dos presidentes Bush han reconocido la influencia de Buckley en ellos. También lo han hecho los neoconservadores que llegaron al poder con Bush hijo y que decidieron su controvertida política exterior. Esto no les ahorró, por otra parte, las críticas de Buckley, quien, aunque abandonó en 2004 la dirección de National Review, señaló en sus artículos la falta de previsión en la última guerra de Irak.

Han dicho de él


Thomas Sowell, de la Hoover Institution:

Bill Buckley revitalizó el conservadurismo; su ingenio, su inteligencia y su inimitable estilo hicieron de él un icono de la televisión como invitado en muchos programas, incluso antes de que creara el suyo propio.

Algunas personas prefieren creer que las fuerzas objetivas conforman la historia, pero la persona adecuada en el lugar preciso y en el momento justo puede cambiar todo. William F. Buckley fue esa persona cuando irrumpió en escena en el momento más crítico del pensamiento conservador, en la década de los cincuenta”.

George H. Nash, autor de The Conservative Intellectual Movement in America:

Durante sus casi 60 años en el candelero, William F. Buckley Jr publicó 55 libros (de ficción y no ficción); decenas de reseñas de libros, por lo menos 56 introducciones, prefacios, prólogos en libros de otros; más de 225 notas necrológicas; más de 800 editoriales, artículos y comentarios en National Review, varios cientos de artículos en publicaciones distintas de National Review, y alrededor de 5.600 columnas de opinión. Dio cientos de conferencias en todo el mundo (…) Fue sin duda el intelectual público más importante de Estados Unidos en el último medio siglo. Para toda una generación ha sido la voz preeminente de América (…) y ayudó a cambiar el rumbo de la política americana.

Henry Kissinger

Bill Buckley inspiró un movimiento político que ha cambiado la política americana; fundó la National Review, que durante más de una generación ha dado forma al debate político en América (…) Las utopías, económicas o políticas, no revestían ningún atractivo para él. ‘Soy un burkeano -decía-. No creo ni en victorias permanentes ni en permanentes derrotas’. Pero sí creyó profundamente en valores permanentes”.

(Más testimonios en www.nationalreview.com)

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