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El gobierno chino pone en un dilema a los sacerdotes católicos

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Virgin Mary Statue in Chengdu Green Bridge Church

Hace apenas un año, la firma de un acuerdo provisional entre la Santa Sede y China sobre nombramiento de obispos abrió un camino esperanzado de libertad de la Iglesia católica en el país. Pero siguen existiendo muchas dificultades, como una derivada del nuevo reglamento de actividades religiosas, vigente desde el año pasado, que entre otras cosas establece la inscripción obligatoria del clero en un registro civil que comportan exigencias contrarias a las propias convicciones. Ante las frecuentes consultas a Roma, la Sede Apostólica ha publicado unas orientaciones pastorales.

Los viajeros a China se asombran de la vitalidad del catolicismo, manifestada en templos llenos de fieles a primerísimas horas del día. Y esa realidad se confirma en fenómenos populares como las peregrinaciones al santuario de Sheshan, en la diócesis de Shanghái, o el ingente número de bautismos de adultos en tiempo de Pascua (en torno a los veinte mil). Entre los catecúmenos, predominan personas con amplia formación cultural, de profesiones liberales relacionadas con la técnica, el derecho o la economía. A la vez, son continuas las noticias sobre la represión contra los creyentes, especialmente desde la promulgación del reglamento citado.

Ahora, la Santa Sede acaba de abordar uno de los problemas del clero chino en su nota pastoral. Andrea Tornielli, director editorial del dicasterio para la comunicación, resumía la cuestión en un comentario aparecido en L’Osservatore Romano: “¿Qué comportamiento adoptar ante la urgente solicitud de inscribirse de acuerdo a lo establecido por la ley por las autoridades políticas? ¿Qué hacer con el dilema de la conciencia representado por algunos textos problemáticos que a menudo se les pide que firmen?” Y resumía en la entradilla el contenido del documento vaticano: “Absoluto respeto a la libertad de conciencia de cada uno, cercanía y comprensión de la situación que aún viven las comunidades católicas, sugerencias para opciones operativas concretas que permitan al clero chino inscribirse sin dejar de lado lo que la Iglesia católica siempre ha creído sobre la comunión con el Sucesor de Pedro”.

Sin norma general

Las orientaciones pastorales no establecen una norma general, porque existen diferencias en distintas regiones al cumplir el precepto común de la inscripción del clero en los registros oficiales, necesario para ejercer el ministerio legalmente. En muchos lugares, el procedimiento incluye la firma de textos incompatibles con la doctrina católica, porque exigen aceptar un “principio de independencia, autonomía y autogestión de la Iglesia en China”.

Roma sugiere que el clero chino pida que se añada al documento oficial una frase que interprete la exigida autonomía conforme con la doctrina católica

En las conversaciones con las autoridades de Pekín se intenta llegar a fórmulas aceptables para obispos y sacerdotes, respetuosas de la conciencia y las convicciones de cada persona: así se promoverá efectivamente tanto la unidad de la Iglesia como la contribución ciudadana de los católicos al bien de la sociedad china.

Ya en su Carta a los católicos chinos, en 2007, Benedicto XVI era consciente de los problemas de conciencia derivados de algunas exigencias gubernativas, y señalaba: “La Santa Sede, después de reafirmar los principios, deja la decisión a cada obispo, que, después de escuchar a su presbiterio, está en condiciones de conocer mejor la situación local, sopesar las posibilidades concretas de opción y valorar las eventuales consecuencias dentro de la comunidad diocesana”.

En esa línea, Roma sugiere ahora que el clero chino pida que se añada al documento oficial una frase que afirme la interpretación de la exigida autonomía de acuerdo con la doctrina católica, es decir, como una responsabilidad de autogobierno semejante a la de toda Iglesia particular. Si no se consigue ese objetivo, se aconseja hacer esa puntualización oralmente, en presencia de algún testigo, así como informar inmediatamente al propio obispo. En todo caso, se respetará la libre conciencia de quien rechace personalmente inscribirse en esas condiciones.

Prudencia pastoral ante las dificultades

En definitiva, se trata de llegar hasta donde se pueda, en ejercicio de la prudencia pastoral, a pesar de las dificultades reales, y sobre la base firme de que todos los obispos chinos están hoy unidos al Romano pontífice. No significa desconocer las manifestaciones de persecución a los cristianos que siguen produciéndose en diversas regiones, como recuerda también el último informe sobre la libertad religiosa en el mundo, elaborado por los servicios de la Secretaría de Estado de EE.UU.

Al concluir su artículo, Andrea Tornielli sale al paso de quienes acusan al documento de “ingenuidad”: “La Santa Sede es consciente de las limitaciones y de las ‘presiones intimidatorias’ que sufren muchos católicos chinos, pero quiere demostrar que se puede mirar hacia adelante y caminar sin desviarse de los principios fundamentales de la comunión eclesial”.

En todo caso, se recomienda a los fieles que comprendan la complejidad de la situación, y acojan con un corazón grande la decisión tomada por sus pastores, cualquiera que sea. La comunidad católica local ha de acompañarles con espíritu de fe, oración y afecto, absteniéndose de juzgar las opciones de los demás, preservando el vínculo de unidad y practicando la misericordia con todos.

Esfuerzos de los Papas

A las dificultades se refirió también claramente el Papa Francisco en su mensaje a los católicos chinos de septiembre pasado. Pero acentuó “la esperanza de un futuro más sereno a causa de un testimonio fecundo de la fe en tierra china”, a partir de la gratitud y admiración por “el don de vuestra fidelidad, de la constancia en la prueba, de la arraigada confianza en la Providencia divina, también cuando ciertos acontecimientos se demostraron particularmente adversos y difíciles”.

Francisco ha proseguido los esfuerzos de sus predecesores. Ya Juan Pablo II intentó viajar a China, regular las relaciones del Vaticano con Pekín y resolver el problema de las tensiones derivadas de la existencia de “dos comunidades católicas”.

En muchos lugares, la inscripción de los sacerdotes incluye la firma de textos que exigen aceptar la “independencia, autonomía y autogestión de la Iglesia en China”

También Benedicto XVI manifestó un particular afecto hacia el pueblo chino, especialmente hacia los creyentes que vivían su fe en circunstancias muy difíciles. Es conocido su empeño en impulsar la reconciliación en todos los campos, dentro y fuera de la Iglesia, incluidas las relaciones con el Estado. En 2007, estableció una jornada anual de oración por China, y su extensa carta a los católicos chinos sigue siendo punto esencial de referencia para entender la solicitud actual del papa Francisco, así como el trabajo concretado en el acuerdo provisional de 2018.

Aunque no contenten a todos, se han dado importantes pasos adelante, como la readmisión a la plena comunión eclesial de los obispos “patrióticos” ordenados sin mandato pontificio, el nombramiento de los primeros prelados previo consenso entre autoridades civiles y religiosas, y la autorización gubernativa para que obispos chinos asistieran en Roma al último sínodo.

Ciertamente, no es fácil armonizar la libertad de la Iglesia con el proceso de chinización, lanzado por el presidente Xi Jinping. El objetivo de Pekín es muy distinto de la inculturación católica: pretende la completa subordinación al partido comunista de cualquier realidad social, incluidas las organizaciones religiosas.

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