El feminismo de una minoría

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Elizabeth Fox-Genovese, profesora de historia de la Universidad Amory, de Georgia (EE.UU.), opina en Le Monde (París, 8-III-95) que las reivindicaciones del feminismo norteamericano oficial no son hoy representativas de las preocupaciones de la mujer americana media.

En los treinta últimos años (…) el feminismo ha convencido a la gran mayoría del pueblo americano de que las mujeres tienen derecho a la justicia: igual salario por igual trabajo, promoción en función de las competencias, castigo severo y rápido de la violación, rechazo del acoso sexual, etc. Estos logros no son desdeñables. (…) Después, el feminismo ha extendido sus reivindicaciones bastante más lejos de lo que los americanos, en general, consideran justo o razonable.

Así, muchos y muchas que reprueban las violaciones y sostienen que deben castigarse severamente, no aceptan tampoco que un malentendido entre un chico y una chica desemboque en una acusación de violación («por abuso de confianza»). Otros, opuestos a la discriminación sexual en el empleo, temen que la llamada affirmative action se transforme en un sistema de cuotas que, favoreciendo a las mujeres en detrimento de los hombres, constituiría una parodia de la justicia.

Incluso otros, aun contentos por el acceso de la mujer a la formación profesional y a la universitaria, se espantan de las campañas feministas contra exámenes y oposiciones que, supuestamente, discriminan a las chicas.

(…) El discurso feminista sobre la cultura de la violación en la que estaríamos instalados, o sobre la lucha eterna contra la opresión masculina, presenta un cuadro en el que la mayoría de las mujeres no se reconocen.

(…) Hoy, las mujeres americanas son efectivamente iguales a los hombres, si se entiende por igualdad disfrutar de los mismos derechos por ley. Sin embargo, para el movimiento feminista, la libertad y la igualdad jurídica son decepcionantes: no aseguran la igualdad ni económica, ni social, ni sexual. En cuanto se alcanza un objetivo feminista, uno nuevo lo reemplaza. Esta tendencia a llevar cada vez más lejos las reivindicaciones ha provocado una fragmentación del feminismo en múltiples feminismos. (…)

La mayoría de las mujeres negras subrayan con razón que el feminismo blanco no habla en nombre de ellas, y muchas mujeres de origen hispano y asiático comparten esta opinión. (…)

A pesar de estas divisiones, un movimiento feminista que se podría calificar de oficial continúa expresándose en nombre de las mujeres en general. Y es este movimiento, institucionalizado por organizaciones como NOW (National Organization of Women), el que elabora el programa feminista que conocen la mayoría de los americanos.

(…) El movimiento feminista privilegia un tipo de mujer joven blanca, que tiene una profesión, formación superior e ingresos confortables. Por lo tanto, son sus intereses los que van a dictar los programas prioritarios del movimiento oficial: aborto, libertad sexual, divorcio fácil, deducciones fiscales por tener empleadas del hogar y niñeras, vacaciones pagadas por familia más que por maternidad.

Por supuesto, la heroína feminista se gana mejor la vida que la media de los hombres y de las mujeres. Pero no es representativa de la condición femenina. La empleada americana media es una madre, y la madre americana media trabaja. (…) Para ella, el empleo es más una necesidad económica que la realización de su identidad. Al no lograr poner a esta mujer en el centro del drama de la mujer americana, el movimiento feminista ha perdido sus tropas, su lealtad y su alma.

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