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El factor humano en el caso Galileo

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El proceso contra Galileo es uno de los episodios históricos más célebres, pero en realidad no es bien conocido por el público. Por eso Mariano Artigas y William R. Shea han escrito el libro Galileo en Roma (ver servicio 65/03), que explica los detalles del caso. Acaba de aparecer la versión inglesa de esta obra (Galileo In Rome, Oxford University Press), y con este motivo la edición en Internet del semanario U.S. News & World Report (14 noviembre 2003) publica una entrevista con el Prof. Artigas.

Artigas subraya la gran influencia que tuvo el «factor humano» en el proceso contra Galileo. El desencadenante fue la obra de Galileo Diálogo sobre los dos grandes sistemas del mundo, en la que defendía el heliocentrismo ridiculizando a la vez la postura contraria. Artigas precisa: «Yo no digo que las autoridades de la Iglesia tuvieran razón y Galileo estuviera equivocado. Creo que el conflicto fue provocado, en gran medida, por causas accidentales, incluidas la personalidad y las circunstancias de los principales actores. Seguramente Galileo no se dio cuenta de las graves consecuencias que iba a traer el poner la tesis del Papa en boca del ridículo personaje de Simplicio al final del Diálogo».

El Papa, Urbano VIII, estaba al corriente de que Galileo preparaba un libro en torno al geocentrismo y el heliocentrismo, pero no esperaba la burla. «Cuando vio la obra publicada, se indignó. Era buen amigo y admirador de Galileo, y de pronto comprendió que en cierto modo Galileo había estado jugando con su amistad durante ocho años. La reacción del Papa fue una de las claves de todo el asunto».

Galileo habría podido evitar el conflicto presentando el heliocentrismo como una simple hipótesis. «Galileo lo sabía, y de hecho lo dice más de una vez en el Diálogo. Pero expuso sus ideas de manera que un lector inteligente advirtiera que se daba la razón a Copérnico. Lo malo fue que también entre sus enemigos había personas inteligentes».

En cuanto al fondo del asunto, en realidad las tesis de Galileo no ofrecían serios inconvenientes desde el punto de vista teológico. «Algunos eclesiásticos no veían motivo para combatirlas, y todos sabían que no eran heréticas. Quizás se consideraban peligrosas en otro sentido, más profundo, porque ponían en cuestión la interpretación tradicional de la Escritura junto con la cosmovisión geocéntrica, que no formaba parte de la doctrina católica pero a los ojos de muchos venía exigida por distintas enseñanzas de la Iglesia (los cielos arriba y el infierno abajo, en el centro de la Tierra; la ascensión de Cristo a los cielos, arriba; la encarnación de Jesucristo en el centro del universo)». Así, el heliocentrismo no tenía «nada directamente herético»; pero era «potencialmente problemático, en especial porque aparentemente no existía prueba alguna del sistema copernicano».

Finalmente, ¿existen hoy nuevos conflictos entre ciencia y fe? «Ahora los problemas se centran sobre todo en bioética, pero a mi juicio este es un asunto distinto. Se puede estar de acuerdo en los datos que suministra la ciencia y discrepar sobre la calificación ética que merece el uso de los medios técnicos. Esto no es ciencia contra religión, sino problemas éticos (…). Hay otras cuestiones importantes, como las relativas a la tecnociencia. Hoy muchos científicos ven que sirven a fines económicos, políticos o militares sobre los que no tienen capacidad de influencia. Este es un verdadero problema ético. Hoy el progreso científico está estrechamente entrelazado con el progreso tecnológico y necesita una financiación que solo pueden dar los gobiernos y las grandes empresas».

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