El derecho a la vida, un valor «no negociable» de la democracia

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El debate sobre el derecho a la vida ocupó de nuevo la actualidad en Italia a raíz de unas declaraciones del presidente del Tribunal Constitucional, Antonio Baldasarre, quien subrayó que la democracia pluralista presupone un núcleo de derechos de la persona humana que no pueden ser objeto de «negociación política». Entre esos derechos inviolables figura precisamente el derecho a la vida.

Este jurista de 45 años, especialista en derechos humanos, afirmó en una amplia entrevista transmitida por Radio Vaticano que el derecho a la vida, como primer derecho fundamental de la persona, está ampliamente reconocido por los ordenamientos constitucionales, pero que esa solidez se debilita a veces cuando se pasa a la elaboración y aplicación de las leyes.

En este sentido, observó que las legislaciones y la jurisprudencia de todos los países occidentales están muy influidas por la famosa sentencia del Tribunal Supremo de Estados Unidos, de 1973, que presentó el aborto (al menos, el realizado en los tres primeros meses) como derecho de libertad de la mujer. «En la base de esa sentencia existía una convicción, fruto de la cultura típica de los años sesenta, según la cual sólo se puede hablar de vida en relación con la vida social». Como la «manifestación social» del feto tiene lugar en torno al sexto mes, se admitió el aborto hasta ese momento, aunque con modalidades diversas.

«Esta convicción -añadió Baldasarre- hoy es difícilmente sostenible. No se puede discutir, en efecto, que el derecho a la vida surge en el momento de la concepción, ya que la vida no es sólo la vida de relación. El concepto de vida coincide con el momento de la individualidad, que no significa separación de la madre, sino tener ya algo de autonomía incluso en el seno materno. Según el derecho constitucional, un bien -la vida del nasciturus- sólo se puede suprimir si hay un bien de igual valor, en este caso la vida de la madre».

Según el presidente del Tribunal Constitucional italiano, esta argumentación, «desde el punto de vista del derecho constitucional, lleva a la conclusión de que es muy difícil, es más, diría imposible, reconocer el aborto como derecho de libertad de la madre. En todo caso, el aborto es una necesidad que se puede presentar sólo si la vida de la madre está en serio peligro. Entonces existe verdaderamente la dificultad de elegir, porque está de un lado la vida del nasciturus y del otro la vida de la madre: vidas que tienen el mismo valor».

Baldasarre añadió que aunque la democracia pluralista, tal como está descrita en las constituciones, deja un amplio espacio al relativismo, esas mismas constituciones «presuponen también un núcleo de valores fundamentales, los llamados derechos inviolables, los derechos de la persona humana que no deberían ser objeto de relativización, es decir, no pueden ser parte de la negociación política».

La razón es que esos derechos inviolables «representan aquel núcleo de valores intocables» que constituyen «una especie de principios de ética fundamental que de alguna forma han sido secularizados a través de su reconocimiento en las constituciones. Desearía subrayar que esos derechos, entre los que figura el derecho a la vida, están fuera de cualquier esquema político, de derecha o de izquierda, pues son derechos sobre los que se debe construir la sociedad libre y democrática».

Aunque circunscritas al ámbito de los principios, y sin referencias políticas concretas, las declaraciones de Baldasarre levantaron, como era de esperar, una oleada de comentarios y reacciones. Quizá el aspecto más significativo fue que críticas y elogios llegaron tanto de la derecha como de la izquierda. Algunos observadores ven en este hecho el nacimiento de una especie de «partido» que atraviesa transversalmente los dos bloques políticos (centro-derecha y centro-izquierda) en los que se van decantando las fuerzas políticas italianas. Lo sintetizaba gráficamente el titular de un periódico: «Nueva guerra en torno al aborto, pero esta vez los católicos ya no estarán solos».

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