·

El cariño en una familia numerosa

publicado
DURACIÓN LECTURA: 3min.

Steven Lewis, padre de siete hijos, profesor de literatura en un college de Nueva York, responde a algunos prejuicios corrientes sobre las familias numerosas (New York Times Magazine, 12-III-95).

Muchos mueven la cabeza y me preguntan con voz entre preocupada y acusatoria: «¿Cómo puedes tener controlados a tantos chicos?». Con sonrisa burlona, preguntan si me acuerdo de sus nombres, de sus cumpleaños, de sus comidas favoritas, de sus encargos domésticos. (Sí). Algunos sonríen irónicamente y preguntan si nunca nos hemos dejado olvidado a alguno como en Solo en casa. (Bueno, alguna vez nos ha ocurrido). Otros incluso tienen la temeridad de preguntar en voz baja si todos nuestros hijos estaban planeados. (No).

Sin embargo, lo que realmente quieren saber es si se puede querer y cuidar a siete hijos, o, más precisamente, si disponemos de suficiente cariño para todos. «¿No se agotan las existencias una vez que tienes dos o tres hijos (o, como mucho, cuatro)?». Esto no es una pregunta: es una provocación.

En tales casos, suelo sonreír y hacer una broma. Digo que a veces llamo a alguno de los chicos por tres o cuatro nombres hasta que doy con el bueno: «Eh, Cael-Nancy-Addie-Clover (¿cómo te llamas?)… ¡Danny!, acerca el pan, por favor». O recuerdo -por enésima vez en lo que va de año- aquella noche en que nos dejamos a Clover en casa de unos amigos y no nos percatamos hasta que hice un recuento de cabezas en la furgoneta, cuando llevábamos ya cinco o diez millas de camino. O aquella tarde en que mi mujer, Patti, se olvidó de que Cael la esperaba para que le recogiera en el colegio, y ella, Clover y Nancy se fueron de compras.

Eso es lo que muchos quieren oír. Desde luego, no quieren oír un largo monólogo sobre cuestiones de logística familiar cuando los hijos exceden en número a los padres en proporción de tres o más a uno. Quieren una confirmación de que ellos hicieron bien no teniendo más que uno o dos o tres hijos.

También quieren confirmar sus sospechas hacia las familias numerosas. (…) Todo el mundo sabe que las familias numerosas son un caos: no controlamos el sexo, los hijos nos han impedido disfrutar de la vida, somos unos irresponsables, unos consumidores arrogantes de los recursos del planeta, y finalmente -que es lo único que realmente importa-, no somos capaces de dar a tantos chicos el cariño que necesitan.

Pero la verdad es que querer a tu numerosa familia es lo más fácil de tener siete hijos. En realidad, en esto no hay, ni por asomo, nada mágico ni metafísico. No es como si cada individuo, al nacer, recibiera una dosis finita de amor paterno que luego tuviera que repartir entre sus hijos; ni como si uno tuviera que crear amor con la piedra filosofal, a fin que pueda haber bastante para todos. En absoluto. Simplemente, quieres a cada uno de tus hijos con todo tu corazón. Eso es todo. Cada uno recibe la misma cantidad de cariño: tu corazón entero. (Lo que no significa que te guste todo de ellos a toda hora, ni siquiera algunas veces: simplemente les quieres sin condiciones).

(…) En un mundo cada vez más egoísta, donde uno tiene que aprender a arreglárselas solo, donde la supervivencia depende de la habilidad para preocuparse sólo de ser el número uno, nuestros hijos se preocupan unos de otros. Vuelven a casa porque en una familia numerosa siempre hay alguien esperándote.

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.