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El actual debate sobre la enseñanza

publicado
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Problemas políticos y problemas reales
Cuando parecía que, sobre la enseñanza, se había llegado en España a un consenso, en beneficio de la misma enseñanza y, en definitiva, de la sociedad y de la libertad de la persona, hay sectores interesados en suscitar un enfrentamiento entre la enseñanza pública y la privada.

La ocasión ha sido, después de un año de gobierno del Partido Popular, una no demasiado clara actuación del Ministerio de Educación y Cultura; o, quizá mejor, una escasa habilidad política para adoptar medidas que neutralicen la propaganda de quienes, en una lucha ideológica, explotan las reivindicaciones del amplio colectivo de profesores de centros públicos, (361.374, según avances del Ministerio). Un colectivo con muchas razones a su favor y más beligerante que el personal docente de las escuelas privadas (123.325).

Unos pocos datos esenciales

No hay peligro alguno de disminución de efectivos en las escuelas públicas. Aunque la tendencia es anterior, en los últimos diez años el número de centros públicos ha ido en aumento, mientras han disminuido los privados. En conjunto, actualmente, el 69% del alumnado español, en los centros previos a la Universidad, está en instituciones públicas; el restante 31%, en privadas. En cambio, el 74% de los profesores son de escuelas públicas y el 26% de privadas.

Tampoco se puede decir que los profesores de centros públicos estén peor pagados que los de los privados. Ocurre exactamente lo contrario. Un profesor de primaria con, por poner una situación media, tres trienios, gana, en la pública, 284.000 pesetas brutas; en la privada, 221.144. En BUP, el sueldo en la pública es 329.598 ptas. y en la privada, 258.290. En los dos casos, un 27% menos las cifras de la privada respecto a la pública. (Estos datos se refieren al llamado «territorio MEC», es decir, a las comunidades autónomas que no tienen transferidas todas las competencias educativas).

Los profesores de la pública tienen también una jornada laboral menos gravosa. En la enseñanza primaria, un profesor de la pública da 22 horas de clase, frente a 25 en la privada; en la secundaria, 18 horas de clase en la pública frente a 25 en la privada. Además en la pública se ha implantado la jornada continuada, de modo que tienen la tarde libre.

La influencia de la escasa natalidad

No se acaba de entender la visceralidad de algunas posiciones, sobre todo si se tiene en cuenta que el origen de muchos problemas escapan a cualquier política educativa.

En efecto, muchos fenómenos que se presentan hoy en la educación en España son consecuencia de la disminución de la natalidad. Como es sabido, el índice de fecundidad ha caído hasta 1,2 hijos por mujer, lo que ni tan siquiera asegura la sustitución de la población. Desde hace unos años, y a partir de ahora en una proporción creciente, «faltan» alumnos/alumnas para los primeros cursos de la primaria. Así, muchos colegios se van despoblando por la base y algunos no tendrán más remedio que cerrar.

Entre el curso de 1994-1995 y el de 1995-96 ha habido una disminución global del 2,3%, mayor en la privada (3,1%) que en la pública (2%). La mayor caída, de un 5%, se da en la enseñanza primaria (-4,5% en los centros públicos, y -5,9% en los privados). En números absolutos, entre 1995 y 1996 «faltan» 182.986 alumnos, por la simple razón de que no han nacido.

Esta involución demográfica es la razón de fondo de la amenaza de paro para bastantes profesores. Por el mismo motivo se deja de convocar distintos tipos de oposiciones o concursos. Muchos interinos, que vivían de suplencias, dejan también de tener estas oportunidades.

Problema político

En contra del hecho irrefutable de la disminución de la natalidad y de los datos sobre el mayor aumento del número de profesores en la enseñanza pública, se intenta plantear una polémica de crispado sabor ideológico. Existe, en efecto, una mentalidad genéricamente socialista para la que lo público significa, por principio, garantía de imparcialidad y universalidad; lo privado, sencillamente lo contrario.

Pero basta dejar a un lado los prejuicios para advertir que, en este ámbito, como en casi todos, hay que atender a cada situación concreta. En el sector público, como en el privado, hay centros excelentes, buenos, pasables y malos, dependiendo, no sólo ni principalmente de los medios económicos, sino además y sobre todo de una serie de elementos inmateriales como son el saber educar, la creencia en ideales y la superación del subjetivismo.

Hace poco, The Economist (29-III-97) comentaba los sorprendentes resultados del Tercer Estudio Internacional sobre Matemáticas y Ciencias, realizado entre adolescentes de 41 países, para comparar la eficacia de los distintos sistemas escolares en este aspecto más cuantificable. En estos exámenes, la puntuación media de los alumnos de países como Singapur, Corea del Sur o Bulgaria estaba por encima de la de Francia, Estados Unidos o España. A la hora de buscar las razones del éxito, varios factores que suelen considerarse decisivos resultan no ser tan importantes. Los países mejor situados no son los que tienen más gasto educativo per cápita, ni más horas lectivas, ni menos alumnos por aula.

Más decisivos, aunque no lo expliquen todo, parecen ser los métodos de enseñanza y la dedicación del profesorado. La insistencia en lo básico y el esfuerzo por evitar que algunos alumnos se queden rezagados, dan sus frutos (cfr. servicio 61/97).

¿Qué calidad?

La prueba más evidente de la intencionalidad política del debate (y de política partidista) está en el hecho de que apenas se mencionan las necesidades de los alumnos, por no hablar del sospechoso silencio sobre algún tipo de ideal educativo que vaya más allá de la reivindicaciones corporativas.

Parece como si los alumnos y alumnas fueran sólo el elemento material indispensable para que se dé una realidad de empleo que se llama «escuela pública». Un botón de muestra. El consejero de Educación de la Junta de Andalucía, Manuel Pezzi, declaraba: «La garantía de la enseñanza la debe dar el sector público y el privado debe ser subsidiario, no al revés» (El Correo de Andalucía, 28-X-1996). Cabe preguntarse: ¿garantía por el simple hecho de ser Estado o Comunidad Autónoma? Y cabe recordar también que lo público no es una sustancia impersonal y pura, sino que tiene, siempre, nombre y apellidos.

El mismo error de perspectiva en el libro de Fernando Savater, El valor de educar (ver servicio 82/97). A lo largo de todo el breve ensayo, con temas de filosofía de la educación, argumenta desde la libertad individual. En este tema de enseñanza pública/privada llega a decir: «Claro que no es forzoso que la mejor enseñanza sea la impartida en las escuelas públicas, organizadas estatalmente. Frente a la masificación o deficiencias de éstas, son aceptables y deseables ofertas privadas sobre las que el Estado no ejerza sino un homologador control de calidad» (p. 177). Pero, a la hora de la verdad, continúa: «Es lógico y conveniente que los recursos estatales se reserven mayoritariamente para la enseñanza pública, a fin de dotarla de la mejor calidad posible y del más enriquecido pluralismo» (p. 179). Concluyendo: «Como buenos liberales, en cambio, respetamos la sabia mano del mercado para sostener o liquidar los centros privados, de acuerdo con el juego no menos privado de la oferta y la demanda».

Se trata de una pesada ironía. ¿Por qué no dejar que sea la elección individual, que no la oferta y la demanda, la que escoja el tipo de centros, todos ayudados por igual y abiertos todos a personas de cualquier nivel de renta? Por lo demás, el Estado destina ya a la enseñanza pública el 79% del presupuesto de educación. ¿Qué se precisa para que los centros den finalmente calidad? ¿Todo el presupuesto?

En realidad, aunque en educación haya que tener en cuenta múltiples factores (inversiones, métodos de enseñanza, instalaciones, etcétera), lo esencial es que funcione, desde el fondo, una concepción digna de la persona humana, un esfuerzo por mejorar, un aliciente para que los alumnos y alumnas adquieran profundidad, que es el mejor recurso para aprender habilidades.

El valor de elegir

Toda la polémica puede verse, además, desde otra perspectiva, la de la libertad de elección, sobre todo cuando está asegurado, como es el caso en España, otro gran valor, el de la igualdad.

En efecto, en la enseñanza primaria la escolaridad es desde hace tiempo del 100%. En la secundaria, del 70%, y realmente es muy difícil superar este último porcentaje por la razón, elemental, de que de 100 personas entre 14 y 18 años es ya mucho que 70 deseen seguir estudiando. Aunque persisten desigualdades, resulta hoy difícil que el adolescente con mediana inteligencia y cierta voluntad de estudio no pueda conseguir los medios económicos para hacerlo.

Si se parte de una igualdad suficiente, hay que dejar que la libertad dé de sí todo lo que pueda. Los fundamentalistas de la educación pública parecen entender que la gente elige mal cuando no opta por lo que ellos consideran lo mejor. Así, el citado consejero de educación de la Junta de Andalucía, Pezzi, afirma: «Una pequeña parte de los padres y madres que optan por los colegios privados lo hace porque quiere una educación católica; otro porcentaje, la mayoría, lo hace por seguridad, piensan que arriesgan menos en la enseñanza privada concertada por lo que significa de jornada partida, con comedor, con transporte, con actividades extracurriculares y complementarias» (El Correo de Andalucía, 28-X-1996). Son motivos de elección más que legítimos.

En el caso, tan frecuente, de que los padres trabajen, es lógico que se prefiera un colegio en el que los alumnos y alumnas estén desde por la mañana hasta por la tarde.

En cualquier caso: el respeto por la libertad no está sólo en proclamarlo sino en aceptar que alguien elija también lo que nos parece menos correcto.

Fundamentalismo público

Los fundamentalistas de la enseñanza pública saben que un fácil eslogan se difunde muy bien entre masas de población que no entran en sutilezas políticas. Un eslogan del estilo de «la escuela privada es la de los ricos» encuentra aceptación, a pesar del elevado número de centros concertados, prácticamente gratuitos. Y a pesar de que, por ejemplo, en formación profesional, la delantera la han tenido, desde el principio, los centros privados, tanto en gratuidad como en calidad.

Las mismas personas que aceptan con facilidad los eslóganes puestos en circulación por los fundamentalistas de la enseñanza pública, pueden considerar perfectamente normales otros gastos de la familia en electrodomésticos, quizá en un canal de televisión de pago, en un automóvil mejor que el anterior, pero les resulta incomprensible que algunos centros privados pidan a los padres que abonen las actividades complementarias, incluido el comedor (cuando también hay que pagar el comedor en los centros públicos). O no entienden que haya, desde este curso, algunas becas de comedor en centros privados, cuando las ha habido hasta ahora en los públicos.

Si hay un tema que sea el ideal para buscar antes que nada la concordia, es el de la enseñanza. Por muchas razones, pero una es muy poderosa: se trata de no corromper, con las armas de la lucha política partidista, los derechos y las expectativas de una población menor de edad. En una etapa en la que habría que añadir constantemente factores positivos al enriquecimiento cultural de los alumnos y alumnas, no es ético contaminar el esfuerzo de los educadores mezclándolos en luchas ideológicas.

Rafael Gómez PérezLos desequilibrios entre la enseñanza pública y la privada

— ¿Qué cambios ha supuesto la baja de natalidad en el sistema escolar?

En la enseñanza primaria, la falta de natalidad ha hecho que en los últimos diez años (desde el curso 1986-87 al 1995-96) los alumnos hayan descendido un 22% en los centros públicos y un 28% en los privados. En cambio, a pesar del declive demográfico, la prolongación general de los estudios ha hecho que aumente el número de alumnos en los niveles postobligatorios (BUP, FP). En esos diez cursos, los alumnos de enseñanza secundaria general han aumentado un 51% en los centros públicos y un 1,2% en los privados; en Formación Profesional, en la enseñanza pública han crecido un 18,8% y en la privada han bajado un 14,2%. En suma, en los niveles donde la matrículación de alumnos aumenta, crece más en la pública; y en los que baja, baja más en la privada.

Como consecuencia de la drástica baja de natalidad, desde hace años se vienen cerrando aulas en la pública y en la privada. El gobierno socialista cerró 804 aulas en la enseñanza pública en el curso 1996-97; el gobierno actual cerrará 611 el próximo curso. En cambio, se siguen construyendo institutos en zonas donde, por los movimientos de población, hay un déficit de puestos escolares.

Igualmente, en la enseñanza privada, a la vez que se cierran aulas, se establecen nuevos conciertos con centros que sí tienen alumnos. El gobierno socialista concertó 221 nuevas aulas en el curso 1994-95; 138 en el curso 1995-96; 43 más en el 1996-97. Los nuevos conciertos anunciados por el actual gobierno con 34 colegios suponen 178 aulas más.

— ¿Se detraen alumnos de la enseñanza pública en beneficio de la privada?

Desde principios de los años 80 ha aumentado el peso del sector público en la oferta educativa. Esta mayor presencia pública crece conforme se elevan los niveles educativos. Desde que empezó a aplicarse la LODE, los alumnos escolarizados en centros públicos han pasado del 62,4% del total en el curso 1982-83 al 69,1% en el curso 1995-96. En la enseñanza primaria, la proporción de alumnos de la enseñanza pública ha subido al 65% y en las enseñanzas medias al 73%.

— ¿Están peor atendidos los alumnos en la enseñanza pública?

Aunque desde hace años el número total de alumnos primero se estanca y luego desciende, el número de profesores ha crecido ininterrumpidamente en la enseñanza pública. En consecuencia, el número medio de alumnos por profesor ha descendido en todos los niveles. En los últimos cuatro cursos la ratio ha ido bajando en ambos sectores, pero la proporción es favorable para la enseñanza pública.

En el curso 1995/96, la proporción en enseñanza primaria era de 16,6 alumnos por profesor en la pública y de 21 en la privada; en secundaria, 13,5 en la pública y 15,8 en la privada.

Mayor coste del puesto escolar público

— ¿La enseñanza privada tiene más recursos que la pública para dar una enseñanza de calidad?

El dato más significativo a este respecto es el coste del puesto escolar. Según el informe que acaba de publicar la Fundación Argentaria, Las cuentas de la educación en España y sus comunidades autónomas: 1980-1992, en conjunto, este coste es del orden de un 30% mayor en la enseñanza pública que en la privada. La diferencia más acusada se da en las enseñanzas medias, donde el coste de la enseñanza pública supera en más de un 50% al coste de la enseñanza privada.

La principal explicación de la diferencia está en los costes de personal de la pública, cuyos profesores están mejor pagados. También los gastos de inversión son más elevados en el sector público. En cambio, los otros gastos de funcionamiento son mayores en los centros privados, algo que a veces se percibe en las condiciones en que funcionan los centros (ver cuadro).

— ¿Se desvían fondos de la enseñanza pública a la enseñanza privada?

La Orden de conciertos educativos adoptada por el actual gobierno no supone un trasvase de recursos de los centros públicos a los concertados. Se trata de una financiación independiente con cargo al capítulo de subvenciones de los Presupuestos aprobados en las Cortes. Los Presupuestos actuales prevén la atención a los compromisos que ya contrajo el gobierno socialista para atender la enseñanza concertada, que es un modo de hacer efectivo el derecho a la educación y a la libertad de enseñanza, garantizado por la Constitución.

Del total del gasto educativo (unos 900.000 millones de ptas.), a los colegios concertados se destinaron 117.000 millones, es decir, un 12%. El aumento de un 4% en la partida dedicada a conciertos se debe a la implantación del primer curso de la ESO, más cara que la antigua EGB. En cambio, el módulo (el importe de la subvención pública por aula) está congelado, a pesar de que la privada se queja de que no cubre el coste real de la enseñanza. El déficit, según declaran las distintas patronales de la enseñanza, oscila entre 500.000 y 700.000 pesetas por aula al año.

No hay que olvidar tampoco que, en los conciertos con centros privados, lo normal es que se subvencione con fondos públicos exclusivamente la enseñanza obligatoria. Sólo en algunas comunidades autónomas, como Galicia y Navarra, se ha empezado a subvencionar también tramos no obligatorios. En cambio, en la enseñanza estatal son gratuitos todos los niveles, también la enseñanza preescolar y la secundaria no obligatoria.

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