Edificios con entradas separadas, según lo que pagues

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En la ciudad de Nueva York, donde la desigualdad es un asunto candente, está generando polémica una política urbanística que favorece con incentivos fiscales a las promotoras de viviendas de lujo que reservan una cuota de pisos de protección oficial a los de menos ingresos, pero con entradas e instalaciones distintas.

En el estiloso barrio del Upper West Side, en el distrito de Manhattan, está a punto de estrenarse un rascacielos de viviendas con dos entradas separadas: la principal está reservada a los dueños de lujosos pisos adquiridos a precio de mercado; la otra, situada en una calle distinta y bautizada por la gente como “la puerta para pobres”, es por donde acceden los inquilinos de los pisos de protección oficial.

Y una vez dentro del edificio, las diferencias se agrandan. Los que más pagan tienen acceso libre (a cambio de un canon) a instalaciones espectaculares: gimnasio, piscina, teatro, bolera… mientras que los otros no pueden entrar a esas zonas ni aunque estén dispuestos a pagar por ello. Como en la serie Downton Abbey, los pisos de abajo son ocupados por los menos pudientes.

La escasez de viviendas asequibles difícilmente se va a resolver dando terreno y subvenciones a los promotores de viviendas de lujo

Cuando la desigualdad compensa

Lo mismo ocurre en otro edificio situado en Williamsburg, un barrio de Brooklyn que se ha convertido en el hervidero de la cultura hipster. Los propietarios pagan hasta mil dólares al mes (unos 900 euros) para contribuir al mantenimiento de las instalaciones, a las que el resto de vecinos no pueden acceder.

“Nadie me trata en mi casa como a una ciudadana de segunda clase”, declara a NBC New York Jean Green, una de las inquilinas beneficiadas por el sorteo del ayuntamiento, que ha presentado una queja a la Comisión de Derechos Humanos de la ciudad.

Pero no todos los que están en la situación de Green comparten su punto de vista. Boleslaw Wisniewski cree que se trata de “un acuerdo muy bueno”: por su estudio paga 700 dólares al mes (unos 636 euros), la cuarta parte del precio de mercado en Williamsburg. Otro inquilino declara que está feliz de poder vivir en un buen barrio por ese precio.

A los que entran por la puerta grande también les parece razonable la distinción. “Si no pagas el salario del conserje ¿es justo que te beneficies de sus servicios?”, objeta una de las propietarias, aunque es partidaria de que a los otros se les dé la oportunidad de pagar por las instalaciones que quieran usar.

Otra cosa es que puedan permitírselo. El tope máximo de ingresos para entrar en el sorteo de una vivienda subsidiada en esa zona está en 50.340 dólares anuales (unos 45.753 euros). El alquiler de un piso de dos habitaciones en ese régimen ronda los mil dólares, frente a los más de 25 millones de dólares que han costado algunos de los pisos de lujo.

Para las 55 viviendas de protección oficial que ofrece un edificio de lujo en Manhattan se han presentado más de 88.000 solicitudes

Alta demanda popular

Las críticas hacia los edificios con “puertas para pobres” arreciaron hace un año, cuando se hizo pública la concesión a una de las promotoras, Extell Development Company. Pero ahora los detractores se están quedando perplejos al ver el éxito que están teniendo entre los de bajos ingresos.

Según The New York Times, para las 55 viviendas de protección oficial que ofrece el edificio de Extell en el Upper West Side, se han presentado 88.200 solicitudes, y la promotora estima que llegarán a 90.000 antes de cerrar el plazo. De las 219 viviendas de lujo se han vendido ya la mayoría.

La alta respuesta popular indica que, aunque sea entrando por otra puerta, la gente de menos ingresos prefiere vivir ahí. Después de todo, si no se les ofreciera esa posibilidad, tendrían que vivir en un barrio mucho menos agradable. Y la diferencia con los de la puerta de los ricos sería todavía mayor.

“Supongo que a la gente le gusta [el proyecto]”, dice Gary Barnett, fundador y presidente de Extell. “Esto indica que hay una demanda enorme de viviendas asequibles y de calidad en vecindarios bonitos”.

No lo ven así los concejales Mark Levine y Corey Johnson, que quieren incluir una enmienda en la ley antidiscriminación de Nueva York para prohibir de forma expresa las distinciones por razón de “clase de arrendatario”.

Pero el problema lo creó el propio ayuntamiento al aprobar, en 2009, una política urbanística que concede exenciones fiscales (por un período de tiempo que oscila entre 10 y 25 años) a las promotoras de viviendas de lujo que también ofrecen pisos de protección oficial. Uno de los que votó el plan fue el actual alcalde demócrata Bill de Blasio, entonces concejal, que hoy se presenta como un luchador por la igualdad de los neoyorquinos.

Algunos de los vecinos menos pudientes están encantados de poder vivir en buenos barrios por ese precio

Corregir el mercado, no empeorarlo

De Blasio dice que cuando votó esa política no se sabía nada acerca de las llamadas “puertas para pobres”. Su administración acaba de anunciar que va a revisar el plan para evitar que “cuando en un mismo edificio se ofrezcan viviendas asequibles, no estemos autorizando entradas separadas en función del nivel de ingresos”, dice uno de los portavoces de la oficina del alcalde.

Pero el problema no solo está en la entrada: de hecho, la “puerta de los pobres” facilita el acceso a las viviendas de protección oficial, que se encuentran en una zona distinta del edificio. De ahí que los promotores se defiendan diciendo que han cumplido tanto la letra como el espíritu de la ley: “Nadie dijo que el objetivo era la plena integración de ambas poblaciones”, dice David Von Spreckelsen, vicepresidente de Toll Brothers, otra promotora que ha construido una vivienda de este tipo en Nueva York.

Lo que ahora se preguntan algunos es por qué si se quería atajar el problema de la escasez de viviendas asequibles no se recurrió a otra fórmula, en vez de dar terreno y subvenciones a las promotoras de viviendas de lujo.

Una iniciativa del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de EE.UU. (HUD, por sus siglas en inglés) que sí está sirviendo para corregir el mercado de la vivienda son los cheques para el alquiler de viviendas, destinados a familias de bajos ingresos. La familia elige un piso de los seleccionados por el HUD y solo paga la diferencia entre el precio del alquiler y la subvención, cantidad que se encarga de pagar el HUD a través de las agencias de vivienda pública.

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