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Eclosión de sectas en la R.D. del Congo

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Kinshasa. Como otros países en desarrollo, la R.D. del Congo ofrece una auténtica inflación de sectas. Antes de 1990, para registrar una iglesia se requerían varias autorizaciones de diferentes administraciones públicas, un título académico en teología y un documento acreditativo de haber sido al menos diácono católico o ministro en una confesión tradicional protestante. Hoy, para ser reconocido como pastor responsable de una iglesia, basta una simple revelación de Dios, atestiguada por uno mismo o por su esposa, y un discurso sobre una vida pasada de libertinaje, magia, alcoholismo o criminalidad. El Estado se limita a embolsarse sus impuestos.

De hecho, en cada avenida de Kinshasa se puede encontrar un par de sectas, de dimensión modesta, dirigidas por un gurú de entre 25 y 40 años, y al menos diez sectas poseen edificios presentables. La situación es similar en el resto del país.

Su predicación, netamente anticatólica, explota temas como los siguientes:

— el Papa es la encarnación de Satán, pues lleva escrito sobre su solideo el 666, la cifra de la bestia del Apocalipsis;

— el Papa se hace llamar Santo Padre, en contra de la Biblia, que declara que nadie puede llamarse Padre fuera de Dios;

— Navidad y Pascua son fiestas paganas;

— los católicos adoran a una mujer, María, así como imágenes y estatuas;

— bautizan a los niños;

— son incapaces de obrar curaciones milagrosas, hablar en lenguas, hacer exorcismos…

Las sectas centran su predicación en los milagros, la felicidad, el éxito, la riqueza, el viaje a Occidente, el trabajo para los parados, el matrimonio, la poligamia de la iglesia primitiva y del tercer testamento. El hombre ha sido creado para ser feliz y rico. La pobreza, la enfermedad o el paro no son de Dios. Hay que redimirse de esos males, con la efusión del Espíritu Santo.

Las sectas difunden su mensaje mediante emisoras propias de radio o televisión, o espacios alquilados en otras cadenas. De las 17 televisiones que pueden captarse en Kinshasa, seis pertenecen a grupos de este tipo, y otras cinco propagan habitualmente sus enseñanzas en programas pagados.

Los congoleños corren detrás de los gurús porque el marasmo económico, social y político de la República empuja al pesimismo. Y los gurús prometen a la gente solución a sus problemas. Para algunos, así es a corto plazo, a través de una cierta solidaridad organizada: dinero para celebrar una boda entre adeptos, favoritismo para dar empleo a los hermanos, colectas en ayuda del necesitado… Pero, por el deterioro del tejido social del país, a largo plazo, pronto comienzan a establecerse relaciones de explotación de los adeptos a manos de los gurús.

Los gobernantes han tolerado la situación, porque les beneficia políticamente. El fenómeno surgió con la democratización del país en 1990. A través de las sectas, apareció un nuevo lenguaje político, según el cual todo poder viene de Dios, y nadie tiene derecho a oponerse, porque sería tanto como rebelarse contra Dios. Este tipo de discurso ha permitido desinteresar a los ciudadanos de las actividades políticas, primero a favor de Mobutu, y luego de Kabila.

Philémon Muanba Mumbunda

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