·

Dios y el último libro de Stephen Hawking

publicado
DURACIÓN LECTURA: 6min.

Un libro del astrofísico Stephen Hawking siempre es noticia. Sobre el último, The Grand Design, coescrito con el físico estadounidense Leonard Mlodinow, se ha empezado a hablar antes de que esté en las librerías, y todo el mensaje promocional se ha centrado en una idea: Hawking excluye a Dios como creador del Universo.

El Bing Bang, la gran explosión inicial que dio origen al universo, sería “una consecuencia inevitable” de las leyes de la física, con lo cual el cosmos “se creó de la nada”.

Para algunos, que acogen con una reverencia cuasi religiosa lo que diga Hawking, el caso queda cerrado. Pero, a falta de ver si el nuevo libro aporta otros argumentos, conviene recordar que Hawking ya proponía la teoría de la “autocreación del universo” en su libro de 1988 Historia del tiempo.

Autocreación del Universo

Un análisis de su postura de entonces puede verse en el artículo Teorías sobre el Bing-Bang, con Dios al fondo (cfr. Aceprensa 15-11-2000), donde Carlos A. Marmelada escribía entre otras cosas:

En la década de los 80, algunos científicos, entre los que destaca Stephen Hawking, propusieron la «teoría de la auto-creación del universo». Este habría tenido un comienzo en el tiempo (contra la teoría del estado estacionario), pero no estaría sometido a continuos ciclos de expansión y contracción (contra la teoría del Big Crunch). Sin embargo, tampoco cabría pensar en ningún Creador: el universo se habría creado a sí mismo.

¿Cómo? Según estos autores, el universo podría haberse originado a partir de fluctuaciones topológicas de la gravedad cuántica, ocurridas sin causa alguna, que habrían dado lugar a estructuras espacio-temporales creadas a partir de la nada cuántica: este proceso es denominado «transición topológica». A partir del espacio-tiempo vacío se producirían partículas materiales mediante fluctuaciones del vacío cuántico; finalmente, el universo se crearía a partir de esas partículas de acuerdo con las leyes físicas que producirían el Big Bang.

Esta concepción cosmológica se basa en teorías altamente hipotéticas: alguna de ellas ni siquiera tiene un estatuto epistemológico claramente definido (tal es el caso de la teoría de la gravedad cuántica, que intenta unificar la relatividad general y la mecánica cuántica), como admiten aun sus propios partidarios. Además, combina múltiples elementos procedentes de diversas teorías científicas, lo que constituye su aspecto más polémico.

Sobre todo, debemos recordar que el método científico no hace más que relacionar un estado físico con otro, de modo que el origen absoluto del universo, entendido como creación a partir de la nada, cae fuera del terreno de la ciencia: la nada absoluta no es un estado físico, experimentalmente analizable. Así pues, cuando algunos científicos dicen que el universo pudo haberse creado a sí mismo desde la nada no se están refiriendo al concepto de nada usado por la metafísica o la teología creacionistas.

En definitiva, la teoría de la auto-creación del universo se basa en meras hipótesis y en discutibles combinaciones de elementos teóricos. Además, opera una transmutación de significado de algunos términos, a los que se pretende dotar de un determinado sentido físico, cuando su significado original es filosófico, o son tomados de otras teorías científicas en las que tenían un significado y una función diferentes.

Expulsar al Creador

«Expulsar al Creador», por usar una expresión de Hawking, ha sido una de las prioridades de los defensores de la teoría de la auto-creación. Ahora bien, si se quiere ser racionalmente riguroso, dejando al margen los prejuicios ideológicos, veremos que, aun aceptando la hipótesis de que el universo se autocreara, no queda excluida la referencia a un Creador. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que el universo tiene el origen -sea cual sea- y la estructura que tiene gracias a que existen unas leyes físicas que le hacen ser como es. Pues bien, si el universo se crea a sí mismo, será porque unas determinadas leyes físicas le hacen originarse de este modo.

Ahora bien, ¿cuál es el origen de esas leyes físicas? No pueden originarse con el universo, puesto que han de serle, de alguna manera, anteriores para poder originarlo. Tampoco pueden originarse a sí mismas, pues ¿cómo desde la nada absoluta podrían auto-originarse las leyes de una Naturaleza que aún no existe, leyes que -en el mejor de los casos- coexistirían con la Naturaleza a medida que esta fuese llegando a la existencia? Esta cuestión es una aporía que ni los científicos ni los filósofos de la ciencia han logrado resolver. Así pues, incluso aceptando la hipótesis de que el universo se hubiera creado a sí mismo, no resultaría irracional admitir la existencia de un Creador.

Al hacer un repaso de las modernas concepciones cosmológicas, se observa que las hipótesis rivales al universo inflacionario han sido propuestas, en buena medida, con el propósito de eliminar al Creador. Pues las teorías del Big Bang y de la expansión indefinida parecen concordar mejor con la filosofía y la teología creacionistas. De todas formas, la teoría del universo inflacionario -como ninguna otra teoría física- no puede probar ni refutar la creación o la existencia de Dios: esos temas están fuera del alcance de la ciencia experimental.

Las ciencias naturales no pueden responder satisfactoriamente las preguntas últimas que se plantea el ser humano. Si tenemos en cuenta que estas son, precisamente, las preguntas que más le afectan e interesan, entenderemos por qué la razón humana no puede detenerse en el horizonte científico-experimental, sino que naturalmente se ve llevada a trascender lo sensorial para buscar el fundamento no empírico de la realidad empírica. Por eso mismo, los abusos epistemológicos de algunos físicos, que han pretendido apoyarse en su ciencia para «expulsar al Creador», resultan comprensibles, aunque no se pueda justificarlos. Con eso muestran que la filosofía es inevitable, y que ellos hacen filosofía, si bien una mala filosofía. Pues no se les puede pedir que no se planteen las preguntas últimas, aunque sea para dar una respuesta atea. También a ellos, como a todos, les interesa la cuestión sobre Dios más que todas las galaxias.

Hacia la teoría del todo

Hawking volvió a reafirmar su hipótesis de un universo “autocontenido” que no necesita Creador en Brevísima historia del tiempo (2005). Hawking trata allí temas fronterizos entre la ciencia, la filosofía y la religión, en los que es fácil pasar de un campo a otro mezclando cuestiones que están, en rigor, metodológicamente separadas (cfr. Dios y el universo de Stephen Hawking, Aceprensa 8-06-2005).

Reconocía Hawking en ese libro que para descifrar las leyes de la naturaleza y explicar el universo por sí mismo habría que lograr una Teoría del Todo, que combinara con éxito la Relatividad General y la Mecánica Cuántica, un logro que le parecía cercano. En The Grand Design vuelve a decir, según los resúmenes periodísticos, que la comunidad científica está próxima a lograr una Teoría del Todo.

Habrá que esperar a la lectura del libro para ver qué hay de nuevo en el pensamiento de Hawking. Pero, así como el gran público se impresiona sin entender, los que entienden no se impresionan tan fácilmente con el Hawking convertido en icono mediático. Así lo ponía de manifiesto Francisco J. Ynduráin, catedrático de Física Teórica en la Universidad Autónoma de Madrid, en una reseña del libro de Hawking, El Universo en una cáscara de nuez (cfr. Aceprensa, 19-11-2003).

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.