Curar la vista y el corazón con células “éticas”

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Un equipo de investigadores de la universidad de San Diego (California) y varias universidades chinas han conseguido regenerar el cristalino (las “lentes” del ojo humano que permiten enfocar objetos a diferentes distancias) de 12 niños menores de dos años, que se habían quedado ciegos por un tipo de cataratas congénitas.

Actualmente, las cataratas son la causa más común de ceguera en el mundo. El tratamiento contra ellas consiste en extraer el cristalino y sustituirlo por otro artificial, técnica que hoy tiene poco riesgo de complicaciones. Pero no suele emplearse en niños, porque el desarrollo posterior del ojo puede reproducir los problemas.

La utilización de células adultas del propio paciente elimina todas las contraindicaciones. El procedimiento empleado por los investigadores consiste en retirar el cristalino dañado dejando la cápsula en la que este se inserta. Al introducir en ella células madre cercanas, estas son capaces de crear un nuevo cristalino sano.

El experimento utilizó como grupo de control a 25 jóvenes, con los que se empleó la técnica tradicional, y los resultados fueron claramente mejores en los niños. Como han señalado algunos científicos, este estudio, publicado en Nature a mediados de marzo, supone uno de los avances más importantes de la medicina regenerativa hasta ahora.

Corazones que vuelven a latir

En otro experimento publicado a principios de año, un equipo de investigadores de Massachusetts General Hospital (Estados Unidos) consiguió que decenas de corazones donados y “rellenados” con células adultas de otras personas (los potenciales receptores del trasplante) volvieran a latir después de haber sido previamente “vaciados” de todas las células que podían causar rechazo en los receptores.

El procedimiento, que ya se había probado en ratas, ha funcionado por primera vez en humanos. Una vez extraídas las células que suelen provocar la reacción negativa en el sistema inmune del receptor, los investigadores disponían de “contenedores vacíos” que rellenaron con células madre adultas de la piel de los potenciales receptores, previamente reprogramadas para convertirlas en células madre pluripotentes (conocidas como iPS, por sus siglas en inglés).

Después, las volvieron a programar para que se desarrollaran como dos tipos distintos de tejidos cardiacos, y las insertaron en el ventrículo izquierdo de los corazones “vaciados”. Tras estimularlos eléctricamente y mantenerlos en condiciones que simulaban las de un cuerpo vivo, las células introducidas, aunque todavía inmaduras, demostraron un comportamiento funcional.

El experimento consiguió generar 500 millones de células cardiacas útiles. Aunque el autor principal reconoce que para regenerar un corazón entero harían falta decenas de miles de millones, señala que se trata de un paso muy importante –y libre de problemas éticos– para el campo de la cardiología.

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