Congreso mundial de movimientos pro vida en Roma

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Más de mil delegados, en representación de un centenar de asociaciones de 58 países, participaron en el III Congreso mundial de movimientos por la vida que se celebró en Roma del 2 al 4 de octubre. El encuentro, convocado por el Consejo Pontificio para la Familia, tuvo como tema central el estudio de la encíclica Evangelium vitae.

Durante los tres días de trabajo quedó claro que la defensa de la vida no es una cuestión católica, aunque la Iglesia esté en primera línea en este campo. De hecho, participaron en el congreso diversas asociaciones que se inspiran en otras confesiones cristianas, o en otras religiones, como el judaísmo y el islam.

En el discurso que dirigió a los participantes, Juan Pablo II pidió un renovado empeño para hacer frente a los nuevos problemas éticos que presentan las ciencias médicas y las políticas demográficas. «La batalla por la vida sólo se puede vencer si al entusiasmo y a la valentía de cuantos están implicados en esta tarea, se añade una preparación específica en la materia». Se requiere, precisó, una particular «formación en el importante campo de la bioética, que llegue en primer lugar a los agentes sanitarios y también a todos los ciudadanos».

También destacó que es importante impulsar la formación que esas asociaciones pueden dar a los jóvenes y adolescentes, así como actuar en el ámbito parlamentario.

En las sesiones participaron parlamentarios de Italia, Austria, Polonia, Brasil y Gran Bretaña. El inglés David Alton, por ejemplo, manifestó algunos síntomas de cambio que se aprecian en su país: en la actualidad se declaran contra el aborto un centenar de los 635 miembros de la Cámara de los Comunes; en 1967 votaron contra la legalización del aborto sólo 29 parlamentarios.

El congreso celebrado en Roma ofreció, sobre todo, la oportunidad de intercambiar experiencias. La estadounidense Wanda Franz, presidenta del Comité Nacional para la Defensa de la Vida, relató que son cada vez más las mujeres de su país que, tras haber pasado la trágica experiencia del aborto, trabajan ahora en la asociación «Víctimas del aborto». La inglesa Phyllis Bowman describió el trabajo de la Sociedad para la Protección de Niños No Nacidos, que cuenta con sesenta mil socios, trescientas secciones locales y apoya a los parlamentarios pro life, independientemente del partido político en el que militen.

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