Conflicto por el intento de construir una gran mezquita en Nazaret

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En esta ocasión, las tensiones no son entre palestinos e israelíes sino entre árabes, unos musulmanes y otros cristianos. Para algunos, se trata del más grave conflicto interreligioso que se ha visto en Israel. La pretensión de construir una mezquita en la plaza adyacente a la Basílica de la Anunciación, en Nazaret, ha sido vista por muchos observadores como una provocación, según declaró el portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro-Valls, en sintonía con la denuncia formulada por la jerarquía cristiana de Tierra Santa.

La intervención vaticana se produce después de la batalla campal provocada el pasado domingo de Resurrección por algunos musulmanes radicales en la que treinta personas resultaron heridas. Ese grupo radical ocupa desde hace año y medio los dos mil metros cuadrados de espacio público donde el municipio ha proyectado la construcción de una plaza para la mejor acogida de los peregrinos del Jubileo.

La oposición al proyecto municipal fue encabezada por personas no residentes en Nazaret, quienes exigen que en ese espacio se construya una gran mezquita junto a la tumba del jeque Shiab Din. Pero esto trastocaría los delicados y antiguos equilibrios arquitectónicos de la ciudad en la que se crió y creció Jesucristo. Según el Washington Post, Arabia Saudí y otros Estados árabes del Golfo Pérsico estarían interesados en la financiación del templo, que tendría un alminar que sobrepasaría el campanario de la basílica.

El nuncio vaticano en Tierra Santa, monseñor Pietro Sambi, declaró que los cristianos respetan a los musulmanes y no son contrarios a la construcción de una mezquita en otro lugar de Nazaret. Añadió que la oposición a ese gesto de un grupo de radicales es compartida por muchos musulmanes de la ciudad, quienes desde siempre mantienen buenas relaciones de convivencia con los cristianos. Nazaret cuenta con una población árabe integrada por cuarenta mil musulmanes y veinte mil cristianos. El alcalde es cristiano, pero su coalición cuenta con nueve votos y la del movimiento musulmán, con diez. De ahí que el municipio sea difícilmente gobernable.

Con motivo de las violencias, los patriarcas y jefes de las diversas comunidades cristianas de Jerusalén decidieron cerrar por dos días todos los templos de la ciudad. Y anunciaron que extenderían esa medida a toda la Tierra Santa si no se ponía fin a la violencia. Según algunos líderes cristianos, el problema está entre el gobierno, a quien pertenece la tierra, y los musulmanes. Por esta razón han criticado la pasividad de los políticos en un conflicto que dura ya dieciocho meses.

Para algunos observadores, sin embargo, el gobierno no intervendrá en esta polémica hasta que no tengan lugar las próximas elecciones del 17 de mayo y 1 de junio. La razón sería el cálculo electoral: los cristianos en Tierra Santa son unos doscientos mil y los musulmanes, unos ochocientos mil. De todas formas, la polémica ha causado también malestar en el gobierno israelí, donde se han enfrentado el director general de asuntos religiosos, Avi Blustein, con el ministro en la materia, Eli Suissa. Blustein ha declarado que «si el gobierno autoriza esa edificación, pondrá en peligro las celebraciones del bimilenario de Jesús, que pasó su infancia en Nazaret, uno de los principales centros de peregrinaje cristiano».

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