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Chen Guangcheng: la fuerza de uno

publicado
DURACIÓN LECTURA: 5min.

Chen Guangcheng ha sacado a la luz pública una de las más odiosas violaciones de los derechos humanos por parte del gobierno chino

Un campesino chino ciego ha dado al mundo una lección sobre la fuerza de uno. Chen Guangcheng se convirtió en uno de los más conocidos activistas pro derechos civiles tras defender en su provincia a mujeres que fueron obligadas a abortar bajo la política del hijo único.

Su dramática huida del arresto domiciliario, y su solicitud de asilo político en la embajada de EE.UU., ha estado perfectamente pensada para coincidir con las conversaciones en Pekín entre la secretaria de Estado Hillary Clinton y el secretario de Comercio Timothy Geithner con sus homólogos chinos.

Sin duda, el “abogado de pies descalzos” se da cuenta de que ha puesto a los dos gobiernos en un brete. Ha sacado a la luz pública una de las más odiosas violaciones de los derechos humanos por parte del gobierno chino y ha desafiado a la Administración Obama a colocar verdaderamente los derechos humanos, según palabras del presidente, “en el centro de los intereses de seguridad nacional y en el centro de nuestra responsabilidad moral”.

Sacar a la luz los abusos
A pesar de ser ciego, de no tener mucha instrucción y de ser un campesino, Chen ha burlado a los dos gobiernos más poderosos del mundo. Ninguno de los dos quería que la política del hijo único se expusiera a la luz de la atención mediática mundial. Pero ahora se discute en todo el mundo.

A sus 40 años, Chen es un hombre de notable valor e inteligencia. Ciego casi de nacimiento, fue educado con los cuentos clásicos de héroes valientes que luchan contra gobernantes corruptos. Provenía de una familia pobre y solo comenzó a estudiar a partir de los 17 años.

El gobierno de EE.UU. ha preferido mirar hacia otro lado antes que cuestionar la política del hijo único de China

En 1996 empezó a luchar por los derechos de los discapacitados en su provincia de Shandong. La gente de allí acudía a él con sus quejas, y alcanzó fama nacional liderando protestas contra los impuestos ilegales, la contaminación y la discriminación contra los discapacitados.

Los burócratas del partido comenzaron a acosarle cuando lanzó una protesta contra la política del hijo único. Demostró abusos y trabajó junto con las víctimas y sus abogados para organizar en 2005 demandas contra funcionarios encargados del control de natalidad. Esto no dio resultados, pero su fama creció.

Los funcionarios locales se vengaron. Le acusaron de “dañar intencionadamente la propiedad pública y de organizar una concentración para obstruir el tráfico”. En 2006 fue sentenciado a cuatro años de cárcel.

Fue liberado en 2010, pero, junto con su mujer y sus dos hijos, permanecía bajo arresto domiciliario ilegal y a veces brutal. Se escapó del arresto en la noche del 22 de abril y sus partidarios le llevaron hasta Pekín.

Que se respete la ley
Desde el sitio donde se ocultaba, Chen difundió en YouTube un llamamiento al primer ministro Wen Jiabao, pidiendo que los funcionarios que habían atacado a su familia fueran juzgados y que el gobierno persiguiera los casos de corrupción conforme a la ley. Apelar a la ley puede parecer inútil, pero incluso si las draconianas leyes de control de la natalidad fueran aplicadas a la letra, a las mujeres se les habrían ahorrado algunos horrores de los abortos y de las esterilizaciones forzosos.

Horror no es una palabra exagerada. La activista Annie Jing Zhang, de Women’s Rights in China, dijo en un testimonio ante el Congreso norteamericano en 2009 que en algunas ciudades se exhiben carteles como estos: “Embarazo bajo permiso”; “Cuando la política exige un aborto, si no abortas, tu casa será destruida, tu búfalo confiscado”; “Abórtalo, mátalo, termina con él. No puedes hacer que nazca”.

Chen termina de esta forma su llamamiento en YouTube: “Primer ministro Wen, mucha gente no entiende estas acciones ilegales. ¿Están los jefes del partido local desobedeciendo la ley, o es que cuentan con el beneplácito del gobierno central? Creo que en un futuro próximo, usted tendrá que dar una explicación clara a los ciudadanos. Si hacemos una investigación meticulosa y contamos la verdad a la gente, los resultados serán evidentes por sí mismos. Si usted continua ignorando esto, ¿qué pensará la gente?”.

Desafío a EE.UU.
Pero el audaz enfoque de Chen también desafía a EE.UU. Si bien el presidente Obama puso en marcha hace poco el Atrocities Prevention Board, su gobierno ha preferido mirar hacia otro lado antes que cuestionar la política del hijo único de China. En 2009, la secretaria de Estado Hillary Clinton dijo a un grupo de periodistas que la defensa de los derechos humanos no debía interferir con asuntos prácticos.

“Los distintos gobiernos de EE.UU. y los de China –explicó Clinton– han sufrido tensiones en virtud de estos temas [los que afectan a los derechos humanos]. Y debemos continuar presionando. Pero nuestra presión en esos asuntos nunca puede interferir con la crisis económica global, ni con la crisis del cambio climático, ni con la crisis de seguridad”.

Y el vicepresidente Joe Biden pronunció el año pasado un discurso en la Sichuan University (Chengdu, China) en el que habló de forma tan diplomática sobre la política del hijo único que parecía que la estaba apoyando: “Entiendo perfectamente, y no la estoy criticando, vuestra política de un hijo por familia”.

Ahora es el momento de que el gobierno de Obama muestre algo de coraje a favor de Chen y su familia. Bien mirado, sus demandas son modestas. Lo único que quiere es que le proteja la ley china. Incluso su activismo contra la política del hijo único ha estado orientado a conseguir que las autoridades locales chinas respeten la práctica del consentimiento informado, tutelada por la ley.

Cada vez está quedando más patente que la política del hijo único ha sido un desastre para China, como The Economist ha mostrado recientemente. La población de edad avanzada crece rápidamente, pero disminuye la proporción de los jóvenes que tendrían que generar los recursos para sostenerla. Ya se notan escaseces de mano de obra. A pesar de su fortaleza actual, China es un país que se hará viejo antes que rico. Y Chen nos recuerda no sólo la brutalidad de su gobierno, sino también su temeridad para desafiar las leyes del crecimiento económico.

Michael Cook es
director de MercatorNet, donde se publicó la
versión original de este artículo.

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