Censuras bien vistas

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Contrapunto

Internet se ha inundado últimamente de lazos azules. Los han puesto numerosos servidores de Estados Unidos en señal de protesta contra la nueva ley de telecomunicaciones de ese país, que castiga la difusión de contenidos indecentes por medio de la red. Y desde España, otros expertos informáticos han lanzado lazos azules contra unas páginas de Internet donde se hacía propaganda de la banda terrorista ETA.

Como muestra el primer caso, la libertad de expresión suscita apasionadas defensas cuando se pretende poner restricciones a ciertos mensajes considerados intolerables o surge una oposición organizada contra ellos. Incluso cuando son materiales con tan poco «mensaje» como la pornografía, no faltan llamadas a luchar contra la «censura». Así se ha visto, entre otras ocasiones, cuando en España las asociaciones de telespectadores protestaron ante las empresas que se anunciaban en programas característicos de la «telebasura» (ver servicio 34/95), o cuando en Estados Unidos se puso en marcha una campaña similar contra los espectáculos degradantes (ver servicio 86/95).

Sin embargo, el segundo caso ha servido para comprobar que ni siquiera los habituales cruzados de la libertad de expresión la consideran un principio absoluto, sino que la miden según quién exprese qué. Algunos medios españoles que siempre truenan cuando aparece una iniciativa anti-pornográfica han celebrado la campaña contra la propaganda de ETA en Internet. En su día criticaron a las salas de exposiciones que, ante las quejas de muchos, dudaron si suspender la muestra de fotos obscenas e irreverentes de Robert Mattlethorpe; ahora felicitan al servidor de Internet donde estaban las páginas pro-ETA, por haberlas retirado ante el alud de protestas que se le vino encima en forma de lazos azules y a través del correo electrónico. También en Estados Unidos han surgido campañas contra la propaganda racista en Internet; el Centro Simon Wiesenthal ha pedido a los sistemas informáticos del país que adopten un código de conducta para excluir tales mensajes.

Son lógicas esas reacciones; ¿no lo eran también las otras? La diferencia no parece que tenga que ver con la libertad de expresión, sino con los contenidos que en unos casos y en otros se rechazan. En los últimos, unas ideas que no habrían publicado los medios que sostienen el derecho a difundir pornografía o mensajes antirreligiosos se han colado en la semicaótica Internet. Si la postura de estos medios en tales ocasiones no es una defensa de la censura, entonces las otras campañas tampoco son un ataque a la libertad de expresión.

Rafael Serrano

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