Bosnia: La amenaza contra la sociedad multiétnica

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Los bosnios que no han querido hasta ahora alinearse con ninguno de los nacionalismos, ven ahora amenazado el sueño de un país multiétnico por la acción de los dirigentes musulmanes. Así ve la situación Rémy Ourdan, corresponsal de Le Monde (29-IX-94).

Desde la ruptura de Yugoslavia, los bosnios soñaban con una Bosnia-Herzegovina unida, multiétnica y moderna. Después de dos años y medio, ese sueño se ha roto bajo los asaltos de los nacionalistas croatas y serbios. A pesar de la guerra y de la partición del país, los bosnios seguían cultivando en Sarajevo una cierta idea de tolerancia. (…) Pero, desde hace algunas semanas, deben hacer frente a una nueva ola de ataques nacionalistas, obra esta vez de los musulmanes.

(…) El debate más duro en Sarajevo concierne a los matrimonios. Antes de la guerra, el 45% de las familias de la capital bosnias eran mixtas. Un serbio se casaba con una musulmana, un musulmán con una croata. (…) Hoy, estas familias no representan más que el 15% de la población, y la prohibición de los matrimonios mixtos es públicamente deseada por la comunidad islámica y por el partido del presidente Izetbegovic, el SDA (Partido de Acción Democrática).

«Los matrimonios mixtos son principalmente matrimonios fracasados -escribe el editorialista del diario Ljijan, Dzemaludin Latic-. Engendran conflictos, y los niños nacidos de esos matrimonios son seres frustrados. Por eso recomendamos acabar de una vez por todas con esas uniones. Las diferencias entre musulmanes y no musulmanes son tan flagrantes que debemos sugerir a los nuevas generaciones no casarse más que con alguien que piense como ellos».

«Si prohíben los matrimonios mixtos -dice Sandra, 21 años-, abandono el país para siempre». La joven llora de rabia. «Yo soy medio musulmana, medio croata. Después de dos años de bombardeos por parte de los nacionalistas serbios, ahora me siento agredida por mi propio campo. Es una vergüenza. No temo decir que echo en falta a los serbios que se han ido y que querría que viviéramos otra vez juntos, como antes».

Algunos días más tarde, Mustafa Spahic, un líder de la comunidad islámica, habla de las violaciones de mujeres musulmanas cometidas por las milicias serbias: «Para nosotros, esas violaciones son horribles, incomprensibles e imperdonables; pero son menos dolorosas y más fáciles de admitir que todos esos matrimonios mixtos, que todos los niños nacidos de esos matrimonios». (…) Sarajevo se divide. Un muro separaba ya a la ciudad de los nacionalistas serbios; un nuevo muro separa ahora a los «bosnios» de los «musulmanes».

El peligro musulmán, político o religioso, hacía hasta ahora reír a los habitantes de la capital bosnia. «Miradnos -decían simplemente-. ¿Podéis creer a los serbios cuando dicen que son el baluarte contra el fundamentalismo islámico en Europa?». Las calles de Sarajevo son claramente las de una ciudad europea y no las de una capital musulmana. (…) Ahora, se han dado los primeros pasos, con la bendición del poder. Con el pretexto de razones de seguridad, el alcohol ha sido prohibido en los despachos de bebidas. Cada noche, el presentador del telediario saluda a los telespectadores en árabe, antes de expresarse en serbo-croata.

«Los musulmanes que dirigen el país atacan en primer lugar por el lado de la cultura y de la educación -explica el director de la radio Studio 99, Adil Kulenovic-. Tratan de modificar nuestro lenguaje, dándole consonancias arabizantes. Los libros escolares han sido reescritos, y en la escuela, el árabe ha reemplazado al inglés como lengua prioritaria». El Ministro de educación y cultura ha promulgado una ley que prohíbe a las radios locales difundir las canciones de intérpretes serbios o croatas, así como las de musulmanes que han huido de Bosnia durante la guerra. (…) La radio Studio 99 es la punta de lanza del combate contra las nuevas orientaciones del poder.

«Los musulmanes eran más de dos millones antes de la guerra -intenta explicar Nijaz Durakovic, miembro de la presidencia bosnia-. Con la guerra, 250.000 han muerto, 150.000 están heridos o inválidos, y al menos 800.000 han perdido su casa y son refugiados. ¿Cabe esperar que una familia que ha sido diezmada se haga tolerante? La verdadera cuestión es: ¿cómo es que todavía seguimos siendo tan tolerantes? Sin duda, existe un nacionalismo musulmán: es un medio de sobrevivir». (…) «El mayor problema son los refugiados. Un hombre que ha huido de Gorazde y que llega a Sarajevo no comprende que aquí serbios, croatas y musulmanes sigan viviendo juntos».

«La presidencia reacciona contra los abusos, contra la intolerancia -asegura Kemal Muftic, consejero del presidente Alija Izetbegovic-. Lo importante es que, a diferencia de nuestros agresores, seguimos respetando los derechos humanos. En Sarajevo no ha habido jamás persecuciones organizadas contra no-musulmanes. Puede que a veces los jefes locales impongan su ley. Pero hay que comprender que en el curso de la guerra algunos han perdido la noción de la tolerancia».

«El poder miente -afirma por su parte un periodista de Oslobodenje-. No trata de controlar esos abusos, sino que los estimula. Su objetivo es que las familias mixtas, los intelectuales y todos los defensores de la Bosnia multiétnica se vayan de Sarajevo. Yo tengo veinticinco años, y no aceptaré jamás esta política. Ellos lo saben, así que preparan a las nuevas generaciones. En mi calle, todas las adolescentes llevan el velo para ir a la escuela. Mis camaradas no musulmanes que están en el ejército bosnio son puestos sistemáticamente en primera línea. Dentro de diez años, si este país no ha muerto, será islámico».

Contra los que quieren prohibir los matrimonios mixtos y la libertad de prensa y de expresión, contra aquellos musulmanes que se alegran de la división étnica, en Sarajevo hay otros que resisten. La población aplaude discretamente a las escasas revistas independientes y a Studio 99, pero en definitiva se calla. Los partidos de oposición al SDA no tienen ya voz ni militantes. La presidencia, el gobierno, el ejército, el SDA y la comunidad islámica son los pilares de una sociedad donde el poder no se comparte. Y los gritos de alarma, por nobles que sean, de algunos periodistas, intelectuales o artistas se pierden bajo el peso de las preocupaciones cotidianas para sobrevivir.

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