Algunos hechos sobre parejas de hecho

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Contrapunto

La idea de que una pareja de hecho y un matrimonio sólo están separados por un papel sin valor, y de que los niños pueden encontrar el mismo ambiente saludable en cualquier modelo de familia, tiene un arraigo sólido en el pensamiento políticamente correcto. Sólo las estadísticas se obstinan en ser incorrectas y en arruinar las teorías mejor construidas.

Por ejemplo, las rupturas familiares que afectan a los niños en Gran Bretaña ya no son fruto mayoritariamente del divorcio, sino del colapso de parejas de hecho. En 2003, 88.000 niños menores de cinco años se vieron afectados por la separación de sus padres no casados, frente a 31.000 niños de la misma edad que vieron romperse el matrimonio de sus padres. Sin embargo, según el censo de 2001, el 59% de los hogares con hijos estaban a cargo de una pareja casada, el 11% correspondían a una pareja que cohabitaba y un 22% a una familia monoparental.

Harry Benson, autor de un informe que ha estudiado este tema a partir de los datos oficiales, concluye: «Las pruebas son innegables. Las parejas de hecho tienen una probabilidad cinco veces mayor de romperse que las parejas casadas». Benson, director del Bristol Family Trust, y otros expertos en temas familiares, piensan que el gobierno debería favorecer el matrimonio como el marco más apropiado para el bienestar y la seguridad de los niños.

En España estamos también en plena fiebre de equiparación de las parejas de hecho a los matrimonios, equiparación en derechos que no en deberes. Aún no hay muchos estudios sobre la realidad sociológica de las parejas que cohabitan sin casarse, pero de vez en cuando emergen datos que dan qué pensar.

Margarita Delgado y Laura Barrios, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, acaban de publicar lo que califican como «el primer estudio que identifica los factores determinantes para recurrir al aborto en España». El número de abortos no ha dejado de crecer desde su legalización en 1985. En 2003 se practicaron cerca de 80.000, lo que supone que algo más del 15% de los embarazos terminaron en aborto provocado.

El aborto viene creciendo en casi todos los grupos de edad. Pero el estudio citado revela que, entre 1991 y 2001, el mayor incremento de abortos se da entre mujeres no casadas, conviviendo en pareja, que están empleadas, sin hijos o con solo uno.

Se ve que el estado civil no es indiferente. En 2001 el 63% de las mujeres que abortaron estaban solteras y donde más ha crecido el aborto es entre las que conviven en pareja sin casarse. ¿Será que estas mujeres, al quedarse embarazadas, se sienten menos apoyadas por su pareja que una mujer casada? ¿La falta de estabilidad de su relación les impide asumir la responsabilidad de un hijo?

Clichés sobre el aborto

Los datos del estudio obligan a revisar algunos clichés sobre los factores que llevan a abortar. Durante mucho tiempo se ha atribuido el elevado número de abortos a la deficiente formación sexual de las jóvenes y a las carencias de los servicios de planificación familiar. Pero, después de masivas campañas de promoción de los anticonceptivos, esto ya no sirve ni para explicar que el número de abortos de las de 15 a 19 años se haya duplicado entre 1991 y 2001. Mucho menos para las de edades superiores. Por eso ahora el citado estudio asegura que tener un empleo, sobre todo por cuenta ajena, es «el factor más determinante de la decisión de abortar».

El cambio de diagnóstico es llamativo. Antes se decía que el aborto era necesario para resolver el dramático embarazo de mujeres sin empleo, de bajo nivel educativo, o casadas cargadas de hijos, ignorantes de la anticoncepción. En fin, esas historias de otro tiempo recicladas en películas como «El secreto de Vera Drake», de Mike Leigh. Pero ahora resulta que el perfil más habitual de la mujer que abortó en España en 2001 es una mujer con empleo (57,2%), que convive en pareja, en su mayoría sin hijos (54%), y sin que el nivel de estudios sea un factor influyente.

La idea de que la anticoncepción llevaría a erradicar el aborto resulta a su vez malparada. Ambos fenómenos han crecido de la mano y, más bien, lo que revela este estudio es que el aborto se utiliza también como control de la natalidad. Pues es notable que una de cada cuatro españolas que abortan lo hace por segunda vez o más. Y un 10% de las adolescentes estudiadas también eran reincidentes. «Parece que se está controlando el número final de hijos con la colaboración del aborto», comenta Delgado.

Del hecho de que interrumpen más el embarazo las mujeres con trabajo (excepto las autónomas) que las que carecen de él, las autoras concluyen que el empleo es el factor que más influye en la decisión de abortar. Y a partir de ahí se interpreta que muchos abortos se deben a la dificultad de conciliar trabajo y maternidad. En tal caso, no parece que una ampliación del aborto, como algunos propugnan, vaya a arreglar una situación que dependería de las condiciones laborales. Pues el problema no es la mayor facilidad para abortar sino la dificultad que tiene la mujer para dar a luz.

En cualquier caso, parece claro que, si al Estado le interesa asegurar el reemplazo generacional, las parejas de hecho no son hoy por hoy en España una garantía de fecundidad ni de acogida a los hijos.

Ignacio Aréchaga

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