Algo más que salud reproductiva

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La obsesión de centrar, en la Conferencia de Pekín, los problemas de salud de la mujer en las cuestiones reproductivas no sólo ha merecido críticas del Vaticano. La prestigiosa revista médica The Lancet (22-VII-95) lamentaba esta tendencia en un editorial, del que tomamos algunos párrafos.

La fórmula de la Conferencia de El Cairo para lograr la estabilización de la población era colocar a la mujer y sus necesidades reproductivas en el primer lugar de la agenda internacional de la salud. Esta línea persiste en el último informe de Fondo de Población de las Naciones Unidas.

Sin embargo, sorprende comprobar que todavía la salud se define de un modo unilateral; parece existir sólo en el contexto de la reproducción. Cuando se mira la noción de «salud» con la lente del control de la fertilidad, su imagen se deforma hasta hacerla irreconocible. Esta miopía intelectual lleva a la ONU -y a influyentes organizaciones no gubernamentales, como la Federación Internacional de Planificación Familiar- a recetar la igualdad y la ampliación de poderes de la mujer como la panacea a todos los problemas de población. Pero nosotros preguntamos: igualdad, ¿en qué?

(…) En cuestión de género la igualdad tiene diversas manifestaciones. Gozar de las mismas condiciones de acceso a los servicios primarios de salud, al bienestar, a una vivienda digna, a la seguridad, a la alimentación, al agua no contaminada, a la educación, al empleo, a la participación política y a un salario justo son objetivos muy respetables. La determinación de la ONU de obligar a las mujeres a adoptar el control de la natalidad debe dejar paso a una campaña con objetivos más amplios para proporcionar múltiples libertades. En el campo de la sanidad, muchos servicios primarios de salud en áreas rurales están muy desabastecidos y a cargo de personal mal pagado y mal formado. Otro esfuerzo clave para conseguir un desarrollo sostenible debe centrarse en la educación, para formar mujeres (y hombres) con capacidades sociales, económicas y políticas.

Halfdan Mahler, secretario general de la IPPF, califica como «oposición oscurantista» a los que critican el programa de su organización -programa que es prácticamente idéntico al de la ONU-. Pero no es preciso que uno sea «conservador» o «extremista» -por usar las palabras de Mahler- para poner en duda los presupuestos en que se basa la salud reproductiva y el movimiento en favor del control de la natalidad.

Los eslóganes políticamente correctos encuentran un fácil apoyo y la necesaria financiación. Sacuden la apatía y la indiferencia públicas. Pero se debería examinarlos cuidadosa y críticamente antes de que se conviertan en la base de una política. El nuevo colonialismo del programa internacional de salud de la mujer es una estrategia peligrosa. Coloca el utopismo occidental por encima del pragmatismo local. Da lecciones sobre lo que debe hacerse antes de tener una comprensión cultural de las necesidades específicas. La igualdad significa bastante más que lograr el derecho a la salud reproductiva.

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