El ordenador no aventaja a la pizarra

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Las ventajas de usar herramientas informáticas en el aula son cuestión discutida. El año pasado, la OCDE vio indicios favorables en datos del informe PISA 2003 (ver «El uso de ordenadores favorece el rendimiento académico en matemáticas»). Más tarde, un estudio del Texas Center for Educational Research examinó qué impacto estaba teniendo el reparto de computadoras portátiles entre los alumnos de secundaria del estado, y concluyó que no tenía influencia en las notas. Antes, una investigación hecha en Israel encontró consecuencias negativas en algunos casos (ver Aceprensa 154/02). Ahora, un experimento norteamericano indica que el uso de «software» pedagógico tiene efecto neutro.

El reciente ensayo, encargado por el Congreso de Estados Unidos, duró dos años. Los datos publicados son preliminares y se refieren a la primera fase, cumplida en el curso escolar 2004-2005. Participaron casi 9.500 alumnos de 132 escuelas donde no se habían usado los programas pedagógicos que se iban a probar. Los profesores, 439 en total, eran voluntarios, y fueron divididos aleatoriamente entre el grupo experimental (los que usaron herramientas informáticas en clase) y el grupo de control (los que siguieron dando clase con métodos tradicionales).

Se examinaron 16 productos, de distintos fabricantes, diseñados para la enseñanza de lectura en primer curso (6-7 años), de comprensión lectora en cuarto (9-10 años), de álgebra elemental en sexto (11-12 años) o álgebra en noveno (14-15 años). Los alumnos fueron sometidos a pruebas normalizadas a principios de curso y de nuevo al final, para evaluar el progreso.

Terminado el curso, los exámenes no muestran ninguna diferencia significativa entre los que aprendieron con ayuda de ordenadores y los demás. En el caso de la lectura, se observa que los programas dan mejores resultados en cuarto curso cuando se dedica más tiempo de clase a usarlos, y en primero cuando hay menos alumnos por aula. En cambio, los efectos de los programas para enseñar matemáticas no guardan relación con otros factores.

El aspecto en que usar herramientas informáticas supone una clara diferencia es el modo en que se desarrollan las clases. Cuando se recurre a los ordenadores, hay más práctica individual por parte de los alumnos, apoyada por el profesor, que va de uno a otro para orientarles. En la enseñanza con tiza y pizarra predominan las lecciones dirigidas a todos en común, con estímulos en forma de preguntas a los chicos. Pero uno y otro sistema parecen equivalentes en cuanto a la eficacia pedagógica.

Otra diferencia importante es que el método moderno es mucho más caro. A la vista del informe, cabe plantearse si vale la pena gastar millones de dólares para implantar ese tipo de tecnología en los colegios, como se viene haciendo en los últimos años. La propia ministra de Educación, Margaret Spellings, comentó hace poco que su Departamento apenas ve los frutos del dinero que da a los estados para subvencionar la informática escolar.

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