El «hombre de Flores»: ¿»sapiens» enano o una especie distinta?

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Desde que en octubre de 2004 se diera a conocer al mundo la noticia del descubrimiento de los «Homo floresiensis» la polémica no ha dejado de envolver a estos humanos misteriosos y fascinantes (ver Aceprensa 144/04 y 27/05).

Según sus descubridores, se trata de humanos diminutos, que vivieron en la isla de Flores (Indonesia) y que pertenecían a una especie distinta a la nuestra, «Homo sapiens». Se caracterizan por tenar una estatura muy baja, menos de 110 cm. para los adultos; muy similar, por tanto, a la de los australopitecos y la de los primeros humanos. Su cerebro era de un tamaño muy reducido: poco más de 400 centímetros cúbicos, lo que representa un tercio del nuestro, siendo sólo un poco mayor que el de los chimpancés actuales y similar al de los australopitecinos de hace tres millones y medio de años. Lo sorprendente es que pese a ello, su estilo de vida era socialmente muy complejo: fabricaban herramientas de piedra tecnológicamente sofisticadas, dominaban el fuego y cazaban elefantes enanos, lagartos gigantes y otros animales.

Quienes opinan que los hombres de Flores son, en realidad, humanos de nuestra especie pero con patologías argumentan que su cerebro pequeño se debe a una enfermedad llamada microcefalia, tal como explican Robert D. Martin y sus colaboradores en un artículos publicado en mayo en la revista «Science». Por su parte, Colin Groves insiste, en un artículo aparecido en junio en el «Journal of Human Evolution», en la idea de que la industria lítica de Liang Bua es demasiado compleja para que la hayan producido humanos que no sean «sapiens». Finalmente, Teuko Jacob y sus colaboradores sugieren, en otro artículo del «Journal» aparecido en septiembre, que en realidad estamos ante pigmeos «sapiens» que serían los antepasados prehistóricos de los actuales pigmeos que habitan en la zona: los Rampasasa.

El equipo de Dean Falk responde a Martin, en la misma revista, que el análisis del cráneo de la hembra de Liang Bua no presenta ningún tipo de enfermedad, tampoco la microcefalia. Por su parte, Mike Morwood y su equipo, en un artículo aparecido en junio en «Nature», documentan el descubrimiento de centenares de herramientas de piedra encontradas en Mata Menge, 50 km al oeste de Liang Bua y de una tipología muy similar pero con más de 700.000 años de antigüedad: ¡cuando aún faltaba medio millón de años para que apareciera el «H. sapiens»!

Finalmente, el equipo que trabaja en Liang Bua ya ha encontrado restos de trece individuos y todos ellos muestran los mismos signos, propios de humanos diminutos pero no enanos, ni enfermos. Además, los restos más antiguos tienen 95.000 años: si fueran antecesores de los «sapiens» significaría que nuestra especie salió de África muchísimo más pronto de lo supuesto hasta ahora y haría de los restos de Flores los más antiguos hallados fuera del continente africano, un descubrimiento ya de por sí excepcional.

No obstante hay que preguntarse: ¿cuál es la probabilidad de encontrar trece individuos de una antigüedad comprendida entre los 95.000 años y los 12.000 años y que todos ellos sean pigmeos enanos y microcefálicos y sin mentón? Prácticamente cero. Por si esto fuera poco, la presencia de humanos modernos como nosotros sólo está documentada en Flores a partir de hace 10.500 años, y entonces ya no se encuentran fósiles que presenten los signos de enanismo y las patologías que quieren atribuir a los «floresienses» de Liang Bua. De lo que se colige que es muy probable que, en efecto, sean humanos de una especie distinta a la nuestra.

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