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El plan de Paul Ryan para reducir la pobreza

publicado
DURACIÓN LECTURA: 6min.

Frente a la heterodoxia del programa económico de Donald Tump, el también republicano Paul Ryan ha presentado un plan para luchar contra la pobreza que se mantiene fiel al ideario clásico del partido. Las propuestas del presidente de la Cámara de Representantes, el tercer cargo político más alto de la nación, pueden unir a un partido fragmentado en distintas corrientes y que necesita renovarse.

Representante por Wisconsin y candidato a la vicepresidencia en 2012, Ryan es un buen exponente del nuevo conservadurismo que reivindican intelectuales como Arthur Brooks, presidente del American Enterprise Institute, o Yuval Levin, director de la revista National Affairs.

El plan pide que el gobierno federal se retire de algunos ámbitos y que deje entrar a las organizaciones benéficas, empresas y autoridades locales

El trabajo de Ryan al frente del Comité del Presupuesto de la Cámara de Representantes le acredita como un exponente del “realismo económico”. A la vez, es una voz autorizada en la lucha contra la pobreza. En 2013, sus frecuentes visitas a barrios pobres reforzaron su convicción de que los programas sociales han de diseñarse sobre el terreno para adaptarlos a las necesidades locales, en sintonía con el enfoque “de arriba abajo” que propone Levin.

Un “speaker” interesado en escuchar ideas

De 46 años, Ryan es un líder capaz de unir a los republicanos en torno a una visión. Él mismo se quejaba el año pasado de que su partido había sido “audaz en materia de tácticas, pero tímido en cuestión de ideas y de políticas”. Esto es lo que quiere cambiar el speaker. Parece que se ha tomado en serio el consejo que daba Brooks en su libro The Conservative Heart: “Tenemos que presentar una agenda de gobierno positiva y esperanzadora, que se preocupe por mejorar la vida de todo el mundo, especialmente la de los más vulnerables, a través de políticas genuinamente conservadoras”.

No hay grandes sorpresas en la visión de Ryan. En general, defiende lo que cabe esperar de un republicano clásico: responsabilidad personal, gobierno limitado, impuestos bajos, libre mercado, conservadurismo moral… Pero sí añade dos elementos que le distinguen de muchos otros colegas suyos: la voluntad de tender puentes dentro y fuera del partido, y una mayor sensibilidad social. Dos herramientas con las que, si le deja Trump, puede construir un nuevo consenso republicano.

El plan para erradicar la pobreza, diseñado por Ryan y otros destacados representantes republicanos, forma parte de una agenda más amplia (“A Better Way”), que aspira a fijar la posición del partido en otros cinco puntos: seguridad nacional, economía, Constitución, reforma sanitaria e impuestos.

Ayudar de cerca

Los republicanos quieren romper algunas inercias que arrastran los demócratas desde los tiempos de Lyndon Johnson y su “guerra contra la pobreza”. Una es la de crear un programa para cada problema social: “Washington mide el éxito de sus medidas por la cantidad de dinero que gasta y por el número de programas que crea. Necesitamos abrir el sistema [de protección social] a la rendición de cuentas y a la colaboración. Eso implica más voces en la toma de decisiones y más herramientas para identificar qué es lo que funciona y lo que no”, afirma el resumen ofrecido por la oficina del speaker.

La idea es que el gobierno federal se retire de algunos ámbitos que ha ido colonizando –actualmente, 13 agencias gubernamentales gestionan más de 80 programas en todo el país–, y que deje entrar a las organizaciones benéficas, empresas y autoridades locales que trabajan sobre el terreno. El plan prevé incentivos para ellas, así como acuerdos de colaboración con proveedores del sector privado, remunerados según los resultados.

Subvenciones de doble filo

Otra inercia de la política social defendida por el Partido Demócrata, según los republicanos, es la tendencia a reforzar la dependencia de los ciudadanos, sin estimularles a ganarse la vida o a progresar en la escala social. El documento original, de 35 páginas, lo ilustra con un ejemplo ficticio de Pensilvania, donde se solapan varios programas de ayuda: una madre soltera con dos hijos gana un sueldo de 7,25 dólares por hora. Si acepta un aumento de hasta 10,35 dólares, tendría que pagar más impuestos mientras vería disminuir las prestaciones que recibe por distintos conceptos; por cada dólar adicional que ganase tras la promoción, solo retendría 10 centavos. Y si consigue un salario aún más elevado, podría terminar peor que cuando ganaba los 7,25 dólares.

Los republicanos no niegan que algunos de los programas basados en transferencias monetarias hayan resultado eficaces. Pero denuncian que el sistema actual está alimentando la mentalidad de que el Estado debe proveer de todo: “En vez de dejar que la gente languidezca, les ayudaremos a subir por la escalera de las oportunidades para que saquen el máximo partido a sus vidas”.

Ryan aporta fidelidad al ideario republicano clásico, voluntad de tender puentes y una mayor sensibilidad social

La metáfora tiene implicaciones concretas. Para reforzar la responsabilidad personal, el plan propone implantar nuevas reglas que garanticen que los beneficiarios de las subvenciones no dejan de buscar empleo de forma activa; crear más incentivos para que a la gente le compense trabajar en vez de vivir de la providencia pública; y reducir los impuestos y los costes laborales de los empresarios, para que no se pierdan oportunidades de empleo.

Desventajas de partida

El plan también aboga por limitar las ayudas monetarias del Estado a los que de verdad la necesitan. Y propone volcarse en los programas destinados a ampliar las oportunidades de quienes parten en desventaja. Es en este capítulo donde se nota más la huella de las organizaciones que están en la primera línea de la batalla contra la pobreza: hay medidas para promover los programas de desarrollo infantil temprano; de nutrición; de rehabilitación juvenil; de formación profesional…

El documento identifica la inestabilidad familiar –expresada, sobre todo, en el aumento de familias monoparentales y en la crisis del matrimonio en la clase trabajadora– como uno de los obstáculos a la movilidad social. “El matrimonio es un elemento de lo que se conoce como ‘la secuencia del éxito’, tres hitos que están asociados a una tasa de pobreza baja. Quienes acaban la secundaria, trabajan a tiempo completo y posponen los hijos hasta que se casan son menos propensos a quedarse en riesgo de pobreza”.

Para los republicanos, el sistema actual de protección social podría estar exacerbando el problema: “Cuando un hombre y una mujer con ingresos bajos se casan, la suma de sus ingresos salariales y por protección social casi seguro que será más baja que lo que conseguirían de forma separada”. De ahí que quieran eliminar de los programas federales y del sistema fiscal las penalizaciones al matrimonio.

Habrá que ver qué hace Trump con estas propuestas. De momento, la agenda de Ryan envía un mensaje a sus colegas de partido: igual que hay “una forma mejor” de combatir la pobreza distinta a la demócrata, hay un modo de ser conservador que no tiene por qué discurrir por los carriles de la confrontación.

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