“Los cristianos deberíamos hablar más de lo positivo”

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Martin Schlag es doctor en Derecho y Teología. Como jurista, trabajó varios años en el Instituto de Derecho Público y Ciencia Política de Viena, en el que realizó varias investigaciones y publicaciones sobre derechos humanos en la legislación europea. En la actualidad se ha especializado en cuestiones sociales e imparte clase de Teología Moral en la Universidad de la Santa Cruz (Roma), donde se acaba de organizar el seminario internacional Ética Política en la Cultura Democrática.

Hoy no se admitiría de ningún modo una intervención directa de la Iglesia en el ámbito político y, en cambio, en nombre del pluralismo hay personas que imponen una perspectiva atea con una fuerza cercana al fundamentalismo. ¿Por qué los cristianos no saben vender mejor sus ideas?

– La respuesta no es única. Los católicos deberíamos hablar más de lo positivo; comunicar la belleza del mensaje cristiano en el ámbito social. No basta señalar lo que está mal, y a veces nos quejamos en vez de hablar de lo positivo. Por otro lado, la doctrina de la Iglesia molesta a algunos porque se ve como un freno al hedonismo, a la explotación del hombre… y esto molesta y se excluye del debate político. El resultado es que una élite poderosa se impone a una mayoría silenciosa, callada. Hay un tercer elemento, que afecta a todos, y es la existencia de un cierto cansancio hacia la política; eso hace que en ocasiones no se reaccione y los cristianos permanezcan al margen.

En una sociedad democrática el principio racional de la ética política debería estar basado en el consenso, y esto es algo que la Iglesia impulsa y defiende. ¿A qué se debe que sea tan difícil conseguirlo en una sociedad pluralista?

Efectivamente, la Iglesia entiende que en una sociedad democrática el principio racional de la ética política esté basado en el consenso, porque la política no es una imposición de la verdad sino una búsqueda conjunta de la verdad. Diría que hay acuerdo en que se llegue a un consenso sobre los grandes fines, como la necesidad de ser justos, hacer el bien, ayudar a los más desfavorecidos, etc.

Sin embargo, el gran disenso o desacuerdo está en los medios. El disenso también es necesario en la política, pero es necesario mejorar la cultura política general, es decir, que el fuerte, el que tiene el poder, aprenda a escuchar y no imponer; esté atento a valores diferentes o, al menos, conceda un espacio a la objeción de conciencia.

En el ámbito ético, hablar de dignidad humana es como entrar en un terreno resbaladizo; el deseo de avanzar en algunas investigaciones, por ejemplo en la genética o el desarrollo, va difuminando este concepto ¿Cuál es la aportación de los cristianos?

– La Iglesia confía a los laicos la difusión de la luz del Evangelio en la sociedad, también en la política y, como institución, no impone la fe sino que ofrece un servicio: ayuda a purificar la razón, a que ésta haga su trabajo de manera más eficaz. Por ejemplo, la ley natural no es un código de reglas precisas que se deban transformar en leyes sino unos principios mínimos, que constituyen el núcleo fuerte en las normas legales, y uno de ellos es precisamente la dignidad humana. La fe cristiana puede dar una explicación trascendente de la dignidad humana, que se deriva de que el hombre es imagen de Dios. Si falta el fundamento trascendente de la dignidad humana, ésta se hace manipulable.

Los cristianos, con todo este bagaje activo de convicciones, deberíamos ser como un sismógrafo de la injusticia social.

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