La maternidad de alquiler, una industria floreciente en la India

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Deslocalizar la producción hacia países de mano de obra barata es una práctica común. Que sirva también para que madres sustitutas de países pobres gesten niños por encargo de parejas de países ricos suscita más reparos éticos. Pero el turismo reproductivo es una práctica cada vez más difundida, sin que despierte las condenas del turismo sexual.

La India se ha convertido en el principal proveedor de los servicios de maternidad de sustitución, por sus precios bajos, su escasa regulación y sus buenos estándares de calidad en clínicas privadas. Cualquiera que pague puede encargar el bebé, ya sean parejas heterosexuales o del mismo sexo, hombres o mujeres solas.

El negocio de las madres de alquiler funciona sin regulación legal, y es un sector donde se hacen pocas preguntas. Es posible que la madre de alquiler, contratada por una de las 350 clínicas del sector, no sepa para quién será el niño. No pocas veces el recurso a las mujeres indias es un modo de sortear las prohibiciones del país de origen, como ocurre en el caso de hombres homosexuales que no quieren privarse de un hijo. Y siempre es un modo más barato y con menos problemas jurídicos que en los países ricos. Las clínicas indias cobran por el servicio unos 25.000 dólares, mientras que en EE.UU. -donde el procedimiento es legal- costaría unos 100.000 dólares.

Mujeres pobres

La típica madre de alquiler india es una mujer del campo, pobre, que recurre a este expediente como último recurso para obtener dinero para criar a sus propios hijos. No pocas veces se trata de mujeres analfabetas, que ignoran lo que supone el procedimiento. Este perfil evoca inmeditamente la idea de explotación, de una mujer utilizada como útero de alquiler ya que todavía no disponemos de un útero artificial.

En cambio, los defensores de este “servicio” arguyen que todos salen ganando: los clientes obtienen el hijo deseado, la madre sustituta gana su dinero para mejorar a su propia familia y la clínica hace negocio. Si los críticos denuncian la explotación de las mujeres pobres en este “tráfico reproductivo”, los defensores lo presentan como un ejercicio de la “autonomía de la mujer”, que no por ser pobre es estúpida, y aseguran que la subrogación es un medio de dar más poder económico a las mujeres. Aunque, como ocurre en la prostitución, entre lo que paga el cliente y lo que cobra la mujer siempre hay un tercero -en este caso la clínica-, que se lleva la mayor parte. La mujer que actúa como madre sustituta cobra unas 100.000 rupias (3.120 dólares) por cada alumbramiento.

La ley propuesta

Después de algunas historias chocantes, aireadas por la prensa, el gobierno ha preparado una regulación de esta industria en una ley de técnicas de reproducción asistida, que está en trámite parlamentario. El texto establece los derechos y deberes de las partes contratantes, como en cualquier otro servicio.

Ambas partes deben suscribir un contrato, que tendrá fuerza legal. Al referirse a la parte que contrata a la mujer gestante, se habla de “parejas o individuos”, con lo cual podrán ser del mismo o distinto sexo, casadas o no, parejas o personas individuales. La pareja contratante podrán ser o no los padres genéticos del niño que nacerá.

La madre subrogada renuncia a todo derecho sobre el niño, cuyo certificado de nacimiento llevará los nombres de los padres genéticos. La madre subrogada no podrá ser donante del óvulo para la pareja que la contrata. Deberá tener entre 21 y 45 años, y contar con el permiso de su esposo si está casada. Puede ser pariente de la pareja contratante o una mujer pagada por la gestación. En el caso de ser pariente, deberá ser de la misma generación que la mujer que desea el niño, para evitar conflictos intergeneracionales.

Si se trata de extranjeros, deben probar que pueden llevar legalmente al hijo a su país y han de nombrar un representante legal en la India que sea responsable de la subrogación durante la gestación.

Para evitar que el niño quede en un limbo jurídico si hay cambios en la relación de la pareja antes del nacimiento, se establece que en caso de separación o divorcio el niño será hijo legítimo de ambos. Tampoco podrán los padres negarse a aceptar al hijo, en el caso de que nazca con alguna anomalía.

Fuera de esto, llama la atención lo poco que se tiene en cuenta al niño. Por ejemplo, nada se dice de la edad de la mujer que lo encarga, con lo que puede encontrarse con una madre que podría ser su abuela. Como lo que importa son los deseos del cliente, el hijo así nacido puede criarse en una familia monoparental, o en una pareja del mismo sexo, o no saber nunca de sus orígenes genéticos, sin que se haya tenido en cuenta cuál sería la situación más favorable para su desarrollo.

En una época en que se habla tantos de los “derechos reproductivos” no deja de ser insólito que parejas de países ricos los ejerzan a través de mujeres pobres, convertidas en úteros de alquiler.

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